No recuerdo la primera vez que vi Grey Gardens (tengo muy mala memoria). Pero sé que no fue en VHS ni en la televisión. Tampoco en el cine. De chico, mi formación cinéfila comenzó por la televisión, siguió luego a través de videoclubes y recién ahí alcanzó al cine. Y se alimentaba de joyas tan heterogéneas como Rollerball; Ben, la rata asesina; El mundo está loco, loco, loco y Venecia Rojo Shocking. Pero la película de los Maysles no era la clase de producción a la que se accedía fácilmente en la década del 80. Sí recuerdo muy bien la sensación de amor a primera vista hacia ambas protagonistas: Big Edie y Little Edie. Y la envidia (sana) hacia esos dos hermanos que no sólo conformaban un equipo técnico completo (David Maysles se encargaba del sonido y Albert Maysles solía hacer la cámara) sino que habían encontrado en ellas dos complejas figuras repletas de ternura, insolencia, humor y locura.

No tener esa precisión de tiempo ni de lugar genera el efecto de sentir conocerlas de toda la vida. Como parientes más o menos cercanas que uno quiere pero con las que se rara vez se encuentra y con quienes se habla de tanto en tanto. Y ambas Edies bien podrían ser esa abuela y esa tía que quedaron relegadas en la estructura familiar, viviendo a suficiente distancia para que visitarlas regularmente sea una complicación. De hecho Edie Bouvier Beale y Edie Bouvier, tía y prima de Jackie Onassis alguna vez miembros de la alta sociedad, vivían ahora de forma precaria en una destartalada mansión de East Hampton, en el estado de Nueva York. Cuando las quisieron echar de ahí (el lugar era y es un exclusivo destino para veranear en la costa este de Estados Unidos) la noticia llegó a los diarios y así fue como los Maysles supieron del asunto. Madre e hija delante de cámara. Hermano y hermano, detrás. A ellos se sumaron Ellen Hovde y Muffie Meyer en la co dirección y montaje (usualmente ignoradas en los créditos) y así conformaron una nueva y original familia que dura hasta el presente. Y que incluye como mascota un par de mapaches viviendo bajo su mismo techo. Un techo que como las familias resguarda del frío y la lluvia pero que también tiene agujeros, manchas de humedad y se te puede caer en la cabeza en cualquier momento.

Su influencia en la cultura popular fue enorme y aún se mantiene. Desde una versión musical en Broadway, una “remake” de ficción de HBO hasta Jinkx Monsoon haciendo de Little Edie en Ru Paul´s Drag Race (ganó) y un episodio de Documentary Now! dedicado a la película, donde Fred Armisen y Bill Hader interpretan a la madre e hija respectivamente. Su estatus de película de culto permitió que siguieran explotando el tema y a sus protagonistas por décadas, ofreciéndonos a los fans más materiales para el disfrute. Nunca con un resultado ni siquiera cercano al original. Ni su “continuación” The Beales of Grey Gardens (2006) un rehecho de tomas y escenas que quedaron afuera del corte original o That Summer (2018) una especie de pre cuela de la original lograron crear misterio o echar luz sobre las preguntas que nunca se respondían en la película de 1976. Productos que funcionaron en su objetivo de atrapar fanáticos porque, con excepción del musical, descargué, pagué entradas y compré dvds de todos ellos. 

Intento pensar en el por qué de mi fascinación con esta película: se me ocurren varias razones. La primera es que volver a verla es siempre puro disfrute. La escena de bienvenida de Edie a los realizadores en la puerta de su casa. Los diálogos punzantes y vertiginosos entre madre e hija. La aparición del mapache. Los cantos de Edie. El desfile de los vestuarios. Otro gran logro de los realizadores es la manera en que la delgada línea que separa el registro íntimo y cálido y la explotación de dos personajes frágiles nunca se cruza hacia este último terreno. Y la puesta en escena que, antes que los realities shows se pusieran de moda, persigue y registra a dos mujeres en su vida diaria lidiando con un pasado que se acumula en cada rincón en forma de fotos, polvo, discos, ropa y recuerdos.

Citando a Simone de Beauvoir (en quien se podría haber basado Edie tanto para las polleras que envolvían su cabeza como turbantes como para sus máximas sobre el existencialismo): las protagonistas de Grey Gardens encaran la difícil aventura de ser ellas mismas. Little Edie inocente con sus respuestas inesperadas, su soltería descarada, sus creaciones de vestimenta con retazos y vestidos viejos que la llevaron a convertirse en un icono de la moda admirada por diseñadores de renombre. Y Big Edie aferrada a un pasado de gloria y belleza, su voz y su mezcla de cariño y resentimiento hacia su hija. Ambas hermosas, libres, enfrentando al presente, a la prensa, a la justicia y a los propios realizadores. Sin nunca perder el encanto. ¿A quien no le gustaría ser como ellas?

Leandro Listorti es director de cine, programador y proyeccionista. En 2010 dirigió su primer largometraje Los Jóvenes Muertos. Se desempeñó como programador del Festival de Cine BAFICI entre el 2005 y 2015. Desde el 2016 está a cargo de la Coordinación Técnica de Conservación y Restauración del Museo del Cine de la Ciudad de Buenos Aires. En 2018 estrenó La película infinita y fue artista en residencia del Living Archive (Arsenal Berlín).