A una hora y media de Ushuaia por camino de ripio se ubica el pueblo fueguino de Almanza, justo al lado del Canal de Beagle. No es un pueblo más: allí viven alrededor de veinte personas, la escuela que había no está en la actualidad y es difícil ver un joven en el lugar habitado más austral del mundo. No es una muletilla lo del sitio austral porque el siguiente paraje habitado por seres humanos es la Antártida. En Almanza, muchos viven de la pesca (uno de ellos es de los que más se animó a la cámara) y para sus habitantes la falta de señal para celulares está lejos de ser un problema. Hasta allí llegaron los cineastas Juan Pablo Lattanzi y Maayan Feldman y filmaron Puerto Almanza, documental que se estrenará este jueves en el cine Gaumont.

El film muestra una Tierra del Fuego alejada de las postales de ensueño. Se ve el lado desconocido de un lugar en el que sus pobladores van a contramano del avance de la tecnología. El film establece un recorrido audiovisual de gente que vive en la paradoja de estar aislada pero que se siente más libre que cualquier “bicho” urbano. Puerto Almanza fue realizado gracias a la Dirección de Producción Audiovisual de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, donde trabaja Lattanzi. Si bien hablan algunos habitantes de Almanza, los grandes protagonistas son el pescador Rolo con sus cuatro hijos (los únicos niños del lugar), que se niega a que sus hijos vayan a la escuela en otro sitio. Reclama tener una escuela propia en Almanza. En tanto, Santiago, un ex adicto al juego, convive solitario con los fantasmas del pasado, mientras aguarda la llegada de un hijo al que nunca crió.

“En 2013, en la Universidad, pensábamos qué contenidos podíamos hacer. Escuché que había gente trabajando con los pescadores en un lugar llamado Almanza. Me empezó a despertar una curiosidad el tema. Hasta que fuimos a Almanza”, recuerda Lattanzi en la entrevista con PáginaI12, de la que también participa Feldman. Vieron que ahí “había una película”. “Contrastaba el encanto del lugar con la rusticidad de las condiciones de vida, con la precariedad”, recuerda el cineasta. Luego se incorporó al equipo Feldman. “En ese momento, le hicimos conocer Almanza y ahí ya empezó la investigación de los personajes”, agrega Lattanzi.

-¿Hay muchos pueblos como Almanza en Tierra del Fuego?

Maayan Feldman:-No hay tantísimos más. Hay dos ciudades y un pueblo que se está convirtiendo en ciudad: Tolwin. Y hay un par de poblados, pero Almanza es el único que tiene una pequeña población de pescadores. No hay muchos poblados rurales.

Juan Pablo Lattanzi:-La particularidad de Almanza es que es donde literalmente se termina el mapa porque es el último punto habitado de la Argentina. Los personajes son migrantes que recorrieron el país y llegaron ahí porque se les terminó el mapa.

M.F.:-La pregunta que motorizó la película era quiénes terminan en ese lugar, quiénes son los pocos habitantes que llegaron a ese sitio y decidieron asentarse ahí, teniendo otras posibilidades y habiendo vivido en otros lados, porque casi todos son nómades, no es que nacieron allá.

-¿Cómo fue la reacción de los pobladores cuando ustedes llegaron y les comentaron que iban a realizar una película?

M.F.:-Fuimos llegando de a poco. Ibamos cada vez que podíamos o teníamos la posibilidad, ya que es de difícil acceso. Empezamos a caminarla y a encontrar a los pescadores que estaban llegando de sus rutinas. Y nos acercamos también curiosos de conocer las historias de los que estaban caminando por ahí. No cualquiera vive en un lugar donde el Estado no tiene demasiada llegada. Algunos desconfiaban porque éramos de la universidad y porque éramos claramente extranjeros en ese lugar. Algunos tienen pocas ganas de hacer conocer su historia. Así que los que quizá sí necesitaban hacerse escuchar fueron las personas a las que logramos acceder.

-En esa elección, hay dos que sobresalen, Rolo y Santiago. ¿Por qué?

M.F.:-Por un lado, elegimos a ellos dos porque entre ambos terminan de contar algo que pasa en paralelo en relación a la masculinidad, a la paternidad. Son vidas muy duras que los terminaron llevando a ese lugar cayéndose del mapa. Y tienen encanto. Uno, porque tiene a los únicos niños que viven allá. Y nos importaba contar la infancia en ese lugar con el conflicto alrededor de la escuela. Y de Santiago nos pareció atractiva su presencia, una persona que tenía mucha historia detrás que explicaba bien qué fue lo que lo llevó ahí.

J.P.L.:-Por un lado, son dos personajes que tenían necesidad de contar su historia, que se abrieron y que querían dejar algún testimonio. Por otro lado, hubo algo más del proceso de montaje: ir formando el paralelismo entre el que, con hijos tiene un conflicto con eso, y el que le falta el hijo y también tiene un conflicto con eso. Ahí, aparece más el tema de la paternidad y de la masculinidad en la paternidad como un eje que atraviesa la historia.

-¿Fue complejo el rodaje?

M.F.:-El rodaje tenía la complejidad de un lugar que no tiene ni siquiera la señal argentina. Al llegar a Almanza, hay señal chilena, así que llegar a los personajes por teléfono para poder pensar el rodaje fue algo muy complicado. Fue un poco azaroso, nos acercábamos allí a ver qué nos deparaba el momento. Siempre la idea fue hacer un retrato a lo largo del tiempo, en la evolución de lo que les pasaba alrededor de sus propios conflictos internos y externos. Y también pudimos ver cómo el paisaje y la naturaleza imprimían en esas subjetividades y en esos conflictos algo particular que también tiene el paisaje, la dureza de vivir en un lugar como ése, aislados y precariamente.

-Un lugar que no es para cualquiera…

J.P.L.:-Sí, y en el caso de los niños, ellos no eligen estar ahí, son llevados por sus padres.  Es un lugar marginal, pero hay algo de automarginación de quien decide vivir en Almanza, porque quizá podrían vivir en una ciudad, tener un empleo en una fábrica. Pero prefieren estar en ese sitio, encuentran una tranquilidad; cuando quieren trabajar, lo hacen y cuando no quieren, no trabajan. Están lejos de la sociedad. Muchos de esos personajes necesitan estar lejos de la sociedad.

-No es un problema no tener acceso a los servicios de las grandes ciudades…

J.P.L.:-Para ellos, no. Más bien, el problema sería vivir en las ciudades. Y tiene que ver con sus historias previas en los centros urbanos. Uno de los personajes dice: “Llegué escapando de la ley”. Otro está escapando del juego de y de las adicciones. Van dejando cosas atrás. Y fueron migrando dejando el pasado. Llegan ahí, se termina el mapa pero, de alguna manera, encuentran una especie de equilibrio personal. En el caso de los niños, no optan ni tienen muchas opciones. Ni siquiera tenían una escuela en el momento en que estábamos filmando. Con lo cual es complejo. Y también lo es el caso de las mujeres que tampoco tienen posibilidades para elegir.