Albert Pla, el histriónico juglar catalán, vuelve a la Argentina. Esta vez, con un objeto coyuntural, el de ser uno de los inauguradores de La Tangente, nuevo “club de melómanos” de Palermo, y con otro permanente: mostrar sus ambiguas canciones de buenos malos y malos buenos. “Pero ojo que, al cabo,  el malo soy yo, ¿eh?”, tira él, de entrada y con cierta sorna natural, antes de presentarse esta noche y la de mañana en el espacio musical de Honduras 5329, apto para ciento cincuenta personas. No es la primera vez que este singular cantautor visita el país, desde aquel primer arribo durante el año uno del siglo, junto a Andy Chango. Desde entonces, construyó un idilio con cierto mundillo under porteño, a fuerza de presentarse en diversos sitios. Tocó y cantó en Niceto y el Salón Pueyrredón. También en La Trastienda, el ND o el Faena, y siempre con buena respuesta.

“¿Le digo la verdad?”, prosigue, “Yo me acosté con la Argentina. Con la ‘r’ me reí, con la ‘g’ gané, con la ‘e’ me elevé, con la ‘n’ nadé, con la ‘t’ trabajé, con la ‘i’ inventé, con la otra ‘n’ nada, y con la otra ‘a’ me alegré mucho, mucho. Espero que durante esta visita pueda seguir deletreando con fluidez las nueva letras de la palabra ‘Argentina’”, juega Pla, con un ingenio a prueba de balas. “Sé también que voy a tocar en un lugar nuevo. Vi el local cuando estaba a punto para abrir y ahora espero quedarme hasta que esté a punto de cerrar”, se ríe este hombre de canciones tomar, como se desliza en diversos temas. En “Fantasma”, “Hongos”, o la “La Colilla”, por caso, canciones ambiguas, ambivalentes, extremas, eclécticas y surrealistas, donde el mundo parece estar al revés, como en el reino de María Elena Walsh, pero de una manera más ácida y visceral.

Por supuesto que él no quiere revelar nada al respecto. Más bien deja la (su) realidad picando, como para espiarla por varias hendijas. “Lo único que puedo decirles, amigos y amigas, es que vengo a cantar. Y que siempre estoy limando asperezas, aristas, ángulos, protuberancias y esencias de mis canciones”, sostiene, esbozando más que afirmando, el primer artista internacional en tocar en La Tangente. “Lo que hago con mis canciones es tratar que el mundo no me afecte, pero creo que nunca lo consigo”, sigue esbozando –sin afirmar– este raro juglar que lleva casi treinta años surcando una ruta que no solo lo condujo por curvas, rectas y rotondas musicales, sino que lo paseó, también, por el cine y el teatro. De ahí que sus shows no se acoten a una mera ejecución de canciones, sino que se extiendan en una puesta visual que ciertas veces puede resultar sorprendente.

“Respecto de las canciones, no se si habrá estrenos o reestrenos ni nada, y tampoco pienso contar el final”, se ríe Pla, nacido en Cataluña hace cincuenta años, con tres hijas a la fecha, y un descreimiento total en dioses y políticos. “De lo que sí estoy seguro es de que el noventa por ciento de los argentinos se caga en la reputamadrequeparió a su gobierno. Pero no se preocupen, es normal... a los otros países también nos pasa. Un mundo lleno de cacharros que no funcionan es lógico que no funcione”, asegura el hombre.

Como actor, Pla ha protagonizado durante un centenar y medio de veces la obra Caracuero, bajo la batuta de Pepe Miravete. También ha sido parte de músicas para películas, puntualmente a través del tema “Sufre como yo” (en Carne trémula, de Pedro Almodóvar) y con la canción “ El día de la Bestia” junto a Extremoduro en la versión original de tal film de Alex de La iglesia. También fue parte del elenco de los Airbag, de Juanma Bajo Ulloa, donde popularizó la canción que, aunque él no lo vea tan así, prefigura su perfil: “Soy rebelde”. “No es verdad que por esto sea un rebelde, como algunos dicen; solo me quejo cuando algo no me gusta, como hacen todos”, dispara Plá, que también trabajó como actor en A los que aman, de Isabel Coixet; Honor de cavallería de Albert Serra; De Nens, de Joaquím Jordà; Memorias de Tortuga, de Frederic Amat; Murieron por encima de sus posibilidades, de Isaki Lacuesta; y El Rey Gitano, de Juanma Bajo Ulloa. “Ahora estoy haciendo El payaso todo el año junto a Tortell Poltrona y preparando al mismo tiempo una obra llamada Miedo con los Mondongo”, informa.

Una tercera faceta lo liga a la escritura. En este rol no es tan prolífico como en la música y la actuación, pero algo hizo. Por caso, un libro llamado España de Mierda, que se le ocurrió durante unas vacaciones con su familia en el Uruguay. “¿Por qué España de mierda? Simple, porque España de mierda es como todo lo que hago... lo único que sé hacer”, dice Pla, en un cierre a la altura de sus circunstancias. Al cabo, el (cada) hombre es la medida de todas las (sus) cosas. Y sus cosas pasan por burlarse de una sociedad cuya cultura, a veces, le molesta bastante.