Clara escribe. Habla desde una cama blanca, desde una habitación donde las secuelas de una mudanza destemplada dejan todo al borde de la partida. Al comienzo el interlocutor podría ser únicamente su ex novio pero después la voluntad de salir de lo íntimo, de llegar a una escena, la obliga a hacer de su dolor una experiencia abierta, invadida, donde cada momento parece enfrentarla a una pregunta insistente sobre el propio deseo. Toda la obra se convierte en el borrador de esa escritura, en el texto sobre el que ella deja el relato disperso de su desamor.

Clara vuelve a la casa de su padres después de una separación. Entonces el amor y su reverso, ese otro lado del amor que tiene que ver con deshacerse de su herida, asumen la desazón de una huella interna. Es la existencia entera la que aparece expuesta, lastimada, como una melodía que resuena sin descanso en su cabeza. Lo que se asoma como el intento de construir una obra de teatro se convierte en el trazado de una aventura. En su soledad incipiente Clara se encuentra con preguntas que se le vienen encima. Atolladero de posibilidades que no siempre disfruta.

Josefina Trías no pierde durante todo el monólogo esa verdad, ese encanto que le da a su actuación la forma cálida e inolvidable de una amistad. Su relación con el público es definitiva. La escena se convierte en el lugar donde ella entrega una intimidad desacoplada. La cama, que es en realidad un colchón tirado en el piso con sábanas blancas, se trasforma como un objeto movible que se emancipa de su lugar utilitario para devenir en una especie de partener, como una marioneta que Trías desarma y acomoda mientras el impulso de su relato ocasiona un trastorno en la escenografía que ya no le sirve de amparo, que se somete cuidadosa a su propia transformación.

La autora y protagonista tiene un poco más de veinte años y vive en un mundo que la obliga a hacer cosas, a superar la ruptura, a sumarse a una rabia siempre activa. Es allí donde la dramaturgia de Terrorismo emocional se separa de un efecto de descarga. Ella puede salir a coger como si esa acción fuera la pastilla que le da la certeza de haber borrado para siempre la figura de la mujer que llora por amor pero también se permite conquistar cierta distancia y decir que no es allí, en los cánones de una vida cool donde va a fundarse la nueva rebeldía. No se trata de asumir ciertas frases que se convirtieron en consigna para intentar resolver ese mundo inaprensible del amor que no se calma con explicaciones.

Clara entiende que no le sirve el clamor de desmitificar la infidelidad, como proclama una chica en una reunión donde escritores y escritoras buscan deshacerse de sus maleficios amorosos por medio de la literatura del yo. Clara se sostiene en esa infelicidad del duelo sin dejar de lado la vida que surge, aunque parezca deslucida y cansada después del trabajo inmenso que implica el amor. En Terrorismo emocional, Trías, la autora y actriz uruguaya que llega para participar del Festival Temporada Alta, considera que el amor es uno de los pocos sentimientos no negociables y que tal vez habría que defender ese pacto de la pareja que nos hace ser especiales, no intercambiables como uno de los logros ideológicos más contundentes en una realidad llena de seres prescindibles. Terrorismo emocional se pregunta cómo volver a amar en una época donde el feminismo se ha vuelto un aprendizaje tan natural para las nuevas generaciones y donde la idea de libertad se lee enemistada, en un enfrentamiento definitivo con la dependencia emocional. Clara acepta que necesita de lxs otrxs hasta el límite de escribir para armarse de nuevo después del dolor de perderlxs.

Terrorismo emocional se presenta el jueves 13 a las 20 y el viernes 14 a las 22.30 en Timbre 4 .