En sus últimas entrevistas, Omar Mollo afirmaba que si alguien le llevaba problemas, lo mandaba a freír churros. “Hoy ya no quiero quilombos”, explicaba. Curiosamente, el nombre de su flamante disco, que anticipará este sábado en el ND Teatro (Paraguay 918) es Embretao, que quiere decir, justamente, “poner en apuros, meter en aprietos”. El cantor ríe cuando se le señala eso. “Y... es algo muy factible en el mundo del tango, donde te relacionás con la noche: hay circunstancias que te puede meter en un brete”, dice con picardía.

En el ND Teatro, señala, sólo anticipará el disco, como hizo recientemente en el festival de folklore de Cosquín. Su visita, cuenta, es para cantar y mantener el contacto con el público, tras dos años de ausencia en los escenarios porteños. “Que los que siempre me vinieron a ver no se olviden de mí”, vuelve a sonreir.

En Embretao – tango y milonga, Mollo recorre varios clásicos del género, como “Cuando tú no estás”, “Mi noche triste” o “Balada para un loco”, pero también hay espacio para la sorpresa, como en “Sin ti no valgo nada”, con la participación de su propio autor –Miguel Angel Robles- y el trío Destino San Javier (los descendientes del original trío San Javier), o la aparición de una milonga inédita de Atilio Stampone y Eladia Blázquez, “Fiesta y milonga”, que dialoga mucho con la propia historia del tango. Junto a Mollo corren quienes ya son sus músicos estables: Diego Ramos en piano y dirección musical, a cargo también de todos los arreglos, Federico Maiocchi en contrabajo y Ernesto “Chino” Molina en el bandoneón.

-¿Cómo apareció este disco?

-Saco disco todos los años y este apareció como todos: de corazón elijo los temas. Escucho, escucho, y elijo los que me hacen vibrar o sentir una cosa distinta. Inmediatamente le paso el tema a mi arreglador musical que es Diego, el pianista. Él se encarga. Yo ya ni lo chequeo. ¡Es tremendo cómo nos comunicamos! Estamos muy afianzados a pesar de que estamos a 15.000 kilómetros. A veces la distancia no tiene nada que ver.

-¿Y los invitados?

-Cuando me encontré con Miguel Angel Robles, que además de ser el autor de “Sin ti no valgo nada” es un gran amigo, él me dijo “Che, están los pibes de Destino San Javier, que son los hijos del trío, y también están por grabarlo". Le respondí "Y bueno,  juntémonos y hagamos algo". Ya en estudio, fue tremendo. Hasta vino Miguel e hicimos un video.

-¿Y la milonga inédita de Blazquez? ¿Cómo apareció?

-Es que Atilio es uno de mis fans, te podría decir. Cuando metí “Afiches” en Barrio sur (2012), él vino a verme, me apoyó y le hizo escuchar a todos los monstruos del primer piso de Sadaic la versión que yo había grabado. Me dijo cosas hermosas. Y con la canción en la mano, pensé en él. Y decidí grabarla porque no es conocida. Para mí todo el disco es seguir con el camino del tango y la música que tanto me gusta.

-Alguna vez dijiste que en Europa te aceptaban porque eras un tanguero que no estaba en pose.

-Sí, pero no es que me “aceptaron” en Europa. En Europa suele ocurrir que hay muchos seres raros que hacen música muy buena y se los escucha, pero no se fijan en lo que los rodea sino en la esencia. A mí me pasó algo así. Cuando empecé, con mi look no sabían qué iba a cantar. Fueron pasando los años y cada vez estoy mejor instalado allá. Por ejemplo, al volver me espera una gira por Austria, Alemania, Noruega y varios países más; creo que llego a Finlandia otra vez.

-¿Te parece que el tanguero está mucho en pose?

-No te puedo decir de otros, me fijo en mí. Antes sí estaban los que se empilchaban muy gardelianos; los respeto mucho, pero había ahí una cosa acartonada. Creo que eso no le gusta tanto al público como al mismo músico, que si no se siente como agobiado por el personaje. Yo tengo una soltura y un relax que nos hace amigos enseguida.

-¿Ese relax viene de su pasado rockero?

-Viene porque hay que subir a un escenario donde hay mucha gente y el power del grupo que viene... sí, viene de mi pasado rockero. Pero más que nada viene de mi infancia. Arranqué con esto a los 5 años; cuando arrancás tan chiquito, es como andar en bicicleta: no te olvidás más. Después fui conociendo los escenarios y con el correr del tiempo les fui perdiendo un poco el respeto. Si acá me decís “Che, tenés que cantar”, me doy vuelta y canto, no tengo que preparar nada.

-No suena muy europeo eso.

-Pero en Europa al latino lo miran y respetan mucho porque tiene esa cosa distinta que no la tienen allá. Porque ellos también son acartonados, muy formales con la partitura. Por eso no les falla nada tampoco. Nosotros atamos con alambre algunas cositas por no premeditarlas.

Parte de una historia rockera mítica, hoy Mollo es un emblema del tango contemporáneo, aún haciendo sólo clásicos en su repertorio. Y a diferencia de otros colegas en su mismo rango etario, suele tocar con músicos 30 o 40 años más jóvenes. Sin forzar mucho la cuestión, al propio Mollo podría adjudicársele una pertenencia generacional distinta a la que sugeriría la edad del documento. “Cuando me llamaron los de la Julián Peralta me dijeron ‘Sos como nosotros, sos un tipo jovial’, ¡y yo ya tengo 70, no es joda! Pero para viejo ya estoy yo”, señala. “No quiero tocar con viejos porque la mayoría tiene problemas por lo vivido y yo soy un petardo que está de vacaciones todo el año porque así me tomo la vida. Y es cierto que toco con músicos mucho más chicos que yo, pero porque están a gusto. No selecciono a mis músicos de forma leonina: yo elijo al que quiere estar conmigo”.