“Hoy pude poner públicas mis redes sociales” dice con esa cabellera rubia a la que todavía le faltaría un tono más si tuviera que presentarse el lunes al juicio oral en el que ella era la acusadora. Pero salió corriendo de la peluquería cuando supo que Diego Pimentel, director en funciones del Centro Cultural San Martín cuando acosaba sexualmente y maltrataba sistemática a Anahí de la Fuente y a otra compañera de trabajo, asumió su culpabilidad por esos cargos y entonces ella no tendría que volver a encontrárselo, ni temería ser escrutada por el tribunal oral y podría dejarse ese rubio escandaloso que le queda tan bien con los labios rojos porque ya está. El tipo es culpable y ella por fin se puede sacar de encima la mirada de los otros, de las otras, las miradas que dudaron, las que juzgaron, incluso las bienintencionadas que le decían como vestirse o peinarse para que su testimonio tuviera peso.

Pimentel reconoció ayer que todo que lo que habían denunciado Anahí y su compañera era verdad, lo hizo frente a la fiscal Claudia Barcia de la fiscalía Penal, Contravencional y de Faltas N16 especializada en género. Es un acto que está en consonancia con el pedido de su defensa para que se someta a una pericia psicológica que subrayó las acusaciones con un resaltador: narcisista, mendaz, con problemas para relacionarse con las mujeres y otras identidades sexo genéricas.

Ahora está obligado a hacer un curso de un año para varones violentos, tareas comunitarias en un centro lgbtiq y todavía queda por verse que pasará con sus cargos docentes en universidades. No va a la cárcel y eso para Anahí tampoco es un signo de Justicia, se repuso la verdad, se sabe quién es él, mejor todavía le parece esta resolución. “Ahora sí, él está afuera de lugares de poder y yo estoy esperando volver el lunes al trabajo con la sentencia en la mano, para que me dejen de ignorar, para que me den tareas como debe ser”.

En el momento en que se decidió a hacer la denuncia porque no daba más, en marzo de 2019, el contrato de Anahí con el CCSM fue rescindido con la excusa de que no se había presentado a trabajar. Y no, ella no se había presentado porque había denunciado a Pimentel y enviado un telegrama a la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad explicando que no podía presentarse hasta que no la destinaran a otro lugar ya que el maltrato y el acoso sexual eran graves e insostenibles. La dejaron sin trabajo sin causa. Pimentel siguió en su puesto muchos meses más.

Hace un año Anahí, su compañera y una enorme red de apoyo afectivo y militante emprendieron el camino de una justicia que, como dice ella en un comunicado difundido hoy, “no llega, hay que ir a buscarla”.

“Es impresionante, se hizo cargo del acoso sexual y de cada una de las líneas de la denuncia. Yo vi su firma” dice Anahí mientras celebra que un tipo con el poder que tenía Pimentel deba hacer tareas comunitarias en la Federación Argentina LGTB. Jimena Gibertoni, de la red de Abogadas Feministas, cuenta que desde un primer momento ellas apuntaron a que él reconociera cada una de las situaciones que llevó adelante para tener un condena simbólica: “La verdad es que los cinco días de prisión en suspenso no son lo que más nos interesa sino que él a través de estas tareas comunitarias tenga que laburar sobre cuestiones relacionadas a sus acciones”.

La forma de afrontar este proceso tuvo pilares legales, colectivos y afectivos de vital importancia: la fiscalía especializada en género, Jimena Gibertoni de la red de abogadas feministas, Actrices Argentinas junto a otras colectivos transfeministas y la Defensoría del Pueblo acompañaron un caso que hoy tiene un desenlace que deja un buen sabor de boca.

“Fue fundamental cómo la fiscalía contuvo a lxs testigxs para que no se bajen, cómo nos dieron herramientas para poder seguir con nuestra vida cotidiana y principalmente cómo no está el ojo puesto en nosotras con preguntas como ¿por qué no denunciaste antes?”. Este trabajo conjunto logró torcer un camino que parece ineludible: las chicas pudieron recuperar sus trabajos, él quedó afuera de la administración pública y finalmente reconoció la veracidad de cada hecho que describe la denuncia en su contra.

Al reponer las instancias de este proceso, Anahí asegura lo importante que fue que le devolvieran su laburo y la determinación de buscar un justicia alejada de las lógicas punitivistas: “Muchas veces cuando terminaba una nota me decían que ojalá que se haga justicia pero la Justicia no se espera, se va a buscar y se construye. Y en este caso la construimos por y para nosotras”

La resolución, rápida, de esta historia abre un camino concreto para quienes temen cortar con los abusos en ámbitos de trabajo. Anahí tuvo siempre claro lo que quería: poder seguir trabajando, dar cuenta de que el abuso sexual en ámbito laboral no es sólo -aunque sería suficiente- un daño subjetivo sino la pérdida de sustento y por lo tanto de autonomía y de libertad. Por eso, además de la denuncia penal, con ayuda de la Defensoría del Pueblo, litigó hasta que le devolvieron un puesto de trabajo en otra área de la Secretaría de Cultura, aunque hasta ahora no le daban tareas o la marginaban por el atrevimiento de enfrentar a un jefe. Ahí es donde va a volver el lunes llevando la sentencia. Si no le creían a ella, ahora van a tener que creerle al acosar auto impugnado. Acá también hay deuda y debe haber reparación.

Pero antes está el fin de semana y además de volver a configurar que sus redes sociales sean públicas, volverá a fantasear con los sitios de citas: Tinder, happn, okcupido; todas o alguna. Porque nunca más va a rendir cuentas de cómo vive su sexualidad o con quién sale. Una cosa es la libertad otra el acoso. "Ahora vuelvo a ser yo, sin miedo a que me juzguen o me descrean".

La lucha es inagotable porque no es en soledad ni individual, los lugares de trabajo ya no son un lugar seguro para los abusadores y eso es Justicia.