Desde que se mide la temperatura terrestre, hace ya 141 años, nunca hubo un mes de enero tan caluroso como el de 2020. Según los registros de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos, la temperatura promedio en la superficie terrestre y oceánica fue de 1,14ºC por encima del promedio del siglo XX.

Así es el verano en la isla Rey Jorge, en el continente blanco. EFE

El anterior record del primer mes del año había sido en 2016. La noticia llega una semana después del histórico registro de la Antártida, donde la semana pasada hubo 18,3ºC. El calor de enero se sintió en especial en Europa, donde las temperaturas superficiales fueron 3,1ºC más altas que el promedio.

Pasto en la Antártida. EFE

Ya de por sí 2019 había sido un año muy cálido, el segundo más caluroso para la superficie del planeta desde que comenzaron las mediciones. Los últimos cinco años y la última década son los más calurosos en casi un siglo y medio de registros, una señal de lo que significa el calentamiento global.

Toma de muestras, sin nieve, en la isla Rey Jorge. EFE

Lugares como Rusia, el este de Canadá y los países escandinavos tuvieron temperaturas de 5ºC, por encima del promedio que se registra en esas regiones. Por ejemplo, la ciudad sueca de Örebro llegó a tener 10.3ºC, su temperatura más alta en enero desde 1858, mientras que Boston experimentó su día más caluroso en enero, con 23ºC.

Un paisaje que en verano no parece el de la Antártida. EFE

El organismo precisó que los cuatro eneros más cálidos registrados han ocurrido desde 2016, mientras que los diez eneros más cálidos se han producido desde 2002. En 2015 hubo un acuerdo global para mantener el aumento de la temperatura del planeta por debajo de los 2ºC, en comparación con la era preindustrial, y así evitar inundaciones, problemas alimentarios, olas de calor y desplazamientos masivos de personas.

Aunque parezca mentira, es posible ver verde en la Antártida. EFE

No obstante, las emisiones que calientan el planeta no muestran signos de disminución, y mucho menos los profundos recortes necesarios para cumplir con el objetivo de 2ºC y abordar la crisis climática. Según los científicos, el mundo debería reducir a la mitad sus emisiones para 2030 para tener alguna posibilidad de evitar un colapso climático.