En la adolescencia, Gisella usaba el pelo atado para no mostrar sus rulos. A Natacha le hacía ruido que no hubiera una Barbie que la representara. Una enfermera le pinchó cinco veces el brazo a Doménica para sacarle sangre y se justificó con que no le "veía" la vena, por su color de su piel. Una vez, Mérida llegó llorando del jardín, porque una compañerita le dijo que no podía ser princesa, dado que "las princesas son rubias". Estas historias son moneda corriente para muchas. Por eso, Afromujeres Rosario se conformó el año pasado con la idea de luchar contra el machismo, el racismo y la discriminación, que se enmarcan en una opresión constante por ser mujeres y negras. Con el feminismo como bandera, la colectiva reivindica la historia afro y los orígenes de una cultura que dejó huellas de las que no se habla. Según contaron a Rosario/12 cuatro de sus integrantes, la discriminación aparece en la escuela, la universidad, el trabajo y la calle. La hipersexualización y la extranjerización son una constante. La clave, aseguran, está en la educación.

Doce mujeres afrodescendientes de Rosario comenzaron a reunirse y a organizarse el año pasado. "Ni Una Menos, sin racismo nos queremos", fue la frase con la que -junto a las compañeras de pueblos originarios- interpelaron, desde una bandera, en la marcha del 25N, Día Internacional de Lucha contra la Violencia hacia mujeres, lesbianas, travestis, trans, originarias, no binaries y afro, que convocó a miles en las calles céntricas, hasta el Monumento Nacional a la Bandera. "Nos conocimos luego de que Mérida hiciera una entrevista en una radio, mi hermana la escuchó y nos empezamos a contactar", recordó Gisella, que nació en San Nicolás (Buenos Aires) y estudia instrumentación quirúrgica en Rosario. En octubre pasado, el taller de mujeres afordescendientes -que se hizo por primera vez en Rosario, en 2016-, en el marco del Encuentro Plurinacional de Mujeres y disidencias, en La Plata, les permitió encontrarse con más compañeras y quieren seguir sumando.

Para Mérida, estudiante del profesorado de Historia y niñera -también baila candombe afrouruguayo-, el taller que la incluyó por primera vez en el ENM de Rosario, fue "un antes y un después" en su vida. "A partir del encuentro con otras mujeres negras y afro empecé a entender un montón de cosas, a darme cuenta de mi identidad. Mi viejo siempre fue 'el negro', y yo nunca quise reconocerme como tal, nunca lo vi como una identidad. Lo entendí en ese Encuentro en Rosario (el de 2016), donde por primera vez en 30 años se hacía un taller de mujeres afrodescendientes, lo cual habla del racismo que hay también dentro del feminismo. Las mujeres negras en Argentina también existimos. Hay toda una lucha de mujeres afro que venían militando en el feminismo y se les dio espacio", recordó la joven que milita desde los 16, sobre el primer taller en el que participó un centenar de mujeres. "Nunca me había sentido tan identificada", se emociona.

Natacha, psicóloga social, sumó la necesidad de "sostener ese espacio y reforzarlo en cada Encuentro", donde aparecen cuestiones en torno "a la historia, a vivencias similares relacionadas con el sufrimiento en las calles, la hipersexualización de la mujer negra", enumeró. Sobre el último concepto, Doménica agregó: "Nuestros cuerpos antes eran violados, no teníamos derechos, eramos objetos. Las esclavizadas eran violadas, torturadas. Hoy nos pasa cuando nos dicen 'ay, qué lindo pelo, puedo tocarte', y ya te están tocando; o 'qué piel que tenés'. Es como que tu cuerpo es del otro", reflexiona. Para Natacha, "aparece esto de disponer tu cuerpo para el placer del otro, y tu cuerpo nunca es registrado como tuyo. Es estar siempre a la disposición de otra persona. Tus ganas, tus deseos no son tenidos en cuenta... Nos asocian con saber bailar, cantar o con el trabajo sexual", dijeron como ejemplos de hipersexualización. También escucharon cosas como "¡la cantidad de liendres que debe tener ese pelo!". "Entonces aparecen la discriminación y la hipersexualización como dos caras de la misma moneda del racismo", aseguran.

En los medios de comunicación también ven la segregación a diario. "Se ven los cuerpos de las mujeres negras como objeto sexual: aparecen mujeres negras en propagandas de preservativos o vinculadas a lo sexual". También hablaron de la oferta de productos como el shampoo para "controlar" los rulos, o cremas que prometen "blanqueamiento", como sinónimo de belleza.

"Me pueden llegar a contratar en un bar, medio exótico, sin importar el grado educativo que tenga. Hay que desarmar todo esto con políticas públicas".


En ese contexto, apuntan a una triple opresión de las mujeres afordescendientes, "por negras, por mujeres y por pobres. Siempre la mujer negra es la más perjudicada, la que menos beneficios tiene, a la que más le cuesta salir de la pobreza. El sistema somete más a las mujeres negras que lo que ya se somete a las mujeres en general", aseguran.

Sin embargo, hay situaciones que les hacen creer que el futuro será diferente. "Conocimos casos como el de Zoe, una nena de 10 años que fue al Encuentro de La Plata con su mamá y relató las cosas que vive en la escuela y nos hizo llorar a todas, porque todas lo vivimos; pero ella desde ahora lo empieza a analizar sabiendo que no está sola, cosa que nosotras no tuvimos. Son espacios enriquecedores", aseguran.


En la atención médica, tampoco encuentran su historia. "Hablamos de enfermedades básicas, como las coronarias. La persona negra tiene más posibilidades de tener hipertensión, colesterol alto. Tiene que ver con la retención de sodio", dijo Doménica, que estudia medicina. También lo ven en situaciones cotidianas. "Una vez me fui a sacar sangre y la enfermera me pinchó como cinco veces, porque me decía que no me veía la vena. ¡No la tiene que ver! También me pasó que me pidieran análisis de enfermedades de transmisión sexual, cuando a mí solo me dolía el estómago", contó. A Gisella le cuestionaron un sarpullido en la piel, por su color.


Al buscar trabajo, también aparece la hostilidad. "Me pueden llegar a contratar en un bar, medio exótico, sin importar la educación o el grado educativo que tenga. Hay que desarmar todo esto con políticas públicas. Por eso era tan importante la figura de Marielle Franco -concejala izquierdista y activista de Derechos Humanos, de Brasil, asesinada en marzo de 2018-. Hay que empezar a empoderar en este sentido", planteó Doménica. "Y visibilizarnos, porque recién en 2010 se empezó a preguntar en el Censo sobre la afrodescendencia, pero solo cada diez casas y en centros urbanos grandes (ver recuadro)", lamentó Mérida, quien habló de "poner una semilla para un trabajo muy grande que hay que hacer en Argentina, donde se niega la historia negra". Para Natacha está claro que "cualquier trabajo que vaya a disputar con una persona de piel blanca, es sabido quién lo va a obtener. Es sumamente cruel el mercado laboral. Pero tenemos que entender que donde hay un privilegio, falta un derecho", planteó.

Mérida recordó que en el Encuentro también se habló de la cuestión de cupos, y mencionó la elección de la afrodescendiente María Fernanda Silva, para la embajada del Vaticano, como un dato positivo. Pero lamentaron que todavía "hay un sistema que te excluye, que te pone afuera". En ese sentido, aseguraron: "El Estado tiene una deuda, así que no nos conformamos". Y planteó también la "paradoja" porque entiende que "la Iglesia Católica es mentora de esta violencia y ocultamiento". Por eso, plantearon que es necesario trabajar para "que la sociedad sea antirracista".

A modo de reflexión, aseguraron: "Cuando nos empezamos a encontrar comenzó a aparecer todo esto, estos interrogantes; por eso está bueno el encontrarnos con quienes tienen la misma realidad", dijeron, y dieron a conocer el correo donde contactarlas: [email protected] . "Nosotras recién ahora, hace poco tiempo, estamos reivindicando esto. El Encuentro nos sirvió mucho para entender que no hay un solo feminismo".