Desde Brasilia

¿Por qué no te callas? Esa recomendación fue una de las tantas que recibió Michel Temer después de haber afirmado que el lugar de las mujeres es el “hogar”, para criar a los hijos, y el “supermercado”, donde se regatean los precios para defender la economía doméstica ante los vaivenes de la inflación.  

Lo había dicho el Día Internacional de la Mujer durante un discurso en el que dedicó algunas miradas estudiadas a su esposa, Marcela Tedeschi de Temer, quien aprobó las palabras de su marido con gesto propio de una “Primera Dama” que sobreactúa su obediencia.

La jefa del bloque del senadores del Partido de los Trabajadores, Gleisi Hoffmann, deploró ayer en el Plenario el discurso “machista” del gobernante de facto que derrocó a la primera mujer presidenta, Dilma Rousseff.

“Nos quedamos impactadas con los dichos del presidente, él perdió la oportunidad de quedarse callado.”

Después de contemplar esa puesta decimonónica de Michel Temer, 76 años y Marcela Tedeschi, de 33, padres de Michelzinho, de siete, la escritora Alexandra Moraes la comparó con los rituales casi monárquicos del primer presidente de Brasil, el mariscal Teodoro da Fonseca, un hombre de la  “República Vieja” que gobernó entre 1889 y 1891, cuando sólo se llegaba al poder mediante el fraude oligárquico.

En las redes sociales el papelón ocurrido en el Palacio del Planalto el Día de la Mujer motivó miles de comentarios que se prolongaron hasta ayer.

“Estoy tan molesta con el discurso de Temer que estoy mirando fijamente a la pared sin saber qué decir. #Fuera Temer”, escribió la internauta Babi Dewet.

Ayer Temer ensayó una disculpa al jurar que lucha para que “las mujeres tengan iguales derechos en la casa y en el trabajo”, pero pocos le creyeron.

No podrá remontar las consecuencias de la gaffe hogar-esposa-supermercado-familia la cual, en realidad, pone en evidencia el divorcio entre el país que él imagina y el Brasil realmente existente con mujeres movilizadas en San Pablo, Brasilia y Río de Janeiro para exigir igualdad de géneros, el castigo a los feticidas, la despenalización del aborto y la legalización de los matrimonios igualitarios.

El caso es que este Día Internacional de la Mujer, cuyas repercusiones aún no cesaron, fue una suerte de continuidad del carnaval cerrado el sábado pasado con los “cordones” callejeros, este año más politizados que de costumbre, en los que predominó la consigna “Fuera Temer” y el rechazo a las (contra) reformas en curso, principalmente la del sistema previsional que aumentará a 65 años la edad mínima jubilatoria tras la cual vendrá la de precarización laboral.

“Prefiero ser impopular a ser populista” dijo Temer a la revista neoliberal The Economist, que apoya sus reformas, gerenciadas por el ministro de Hacienda Henrique Meirelles, pero lo considera un político poco confiable.

Las reivindicaciones exigidas de cientos de miles de mujeres por lo pronto caerán en saco roto debido a la fuerte presencia de fuerzas conservadoras, como el bloque de legisladores evangélicos, en las que se sustenta el gobierno.

Hay dos caras de Brasil. El país de los palacios encerrados en si mismos, tejiendo intrigas para permanecer en el poder, y el de las multitudes tan descontentas como heterogéneas. Ambos marchan con aparente, no se sabe si inminente, rumbo de colisión.

Los responsables del golpe contra Rousseff prometieron restituir la estabilidad y la previsibilidad a un país estremecido por varios sacudones: desde las protestas inorgánicas de junio de 2013 hasta las marchas de las clases medias en 2015 y 2016, planificadas en tanques de pensamiento neocons para terminar con los gobiernos del PT iniciados en 2003 con Luiz Inácio Lula da Silva.  

Pero esa promesa de sosiego no fue cumplida por una coalición en la que Temer es el gerente de varias facciones, pero no es un jefe con la autoridad suficiente como para disciplinar a los grupos de interés.

La situación es tan volátil que pocos se animan a asegurar si esta administración logrará completar los 21 meses que le restan. En cualquier momento el volcán puede entrar en erupción.

Esa era la sensación que campeaba ayer por la noche en Brasilia, mientras se cerraba esta crónica, cuando comenzó a correr el rumor sobre la publicación de las confesiones de los 77 ex ejecutivos de la constructora Odebrecht que se acogieron a la “delación premiada” para atenuar sus condenas por corrupción.

El ministro del Supremo Tribunal Federal Edson Fachin ya habría concluido la lectura y sistematización de esos papeles que todavía permenecen bajo el secreto del sumario, pese a lo cual se filtró que cuenta con informaciones lapidarias sobre Temer, varios de sus ministros, y la plana mayor de su agrupación, el Partido Movimiento Democrático Brasileño. Así como de sus socios del Partido de la Socialdemocracia Brasileña, que fogoneó la deposición de Rousseff bajo el comando del expresidente Fernando Henrique Cardoso y el excandidato presidencial Aécio Neves.

Advertidos de que los papeles de Odebrecht pueden acabar con la dirigencia, esta semana Cardoso y Neves propusieron, casi sin ambages, la sanción urgente de una ley de amnistía.