Se dobla o se rompe. No hay alternativa. Sin brújula, sin liderazgo e inmersos en sus peleas internas los distintos sectores que integran Juntos por el Cambio en el Congreso comienzan su cuenta regresiva hacia una fractura que parece inevitable.

Las reuniones de interbloque que, según los propios diputados, se parecen más a asambleas estudiantiles que a discusiones de estrategia política y la falta de disciplina a la hora de manejarse dentro del recinto son apenas algunas de las aristas que hacen casi imposible la convivencia dentro del principal interbloque opositor.

“En una de las últimas reuniones de interbloque Fernando Iglesias dijo que él se debía sus seguidores de Twitter, que son sus votantes, y Waldo Wolf justificó su posición ante uno de los temas que fue tratado hace un par de semanas con una encuesta que había hecho en twitter”, le contó a PáginaI 12 uno de los diputados del ala dialoguista, autodenominada sub bloque Federal, y sentenció: “Yo no tengo nada que ver con eso. Para nosotros la política es otra cosa. No hay posibilidad de compartir una construcción política más amplia cuando se piensa así”.

La tensión entre Halcones, cuyas principales figuras mediáticas son Mario Negri y Elisa Carrió, y Palomas, que con bajo perfil se encoluman detrás de Sebastián García de Luca, crece con el correr de los debates parlamentarios. Desde ambos bandos se muestran inflexibles en un punto esencial: Modificar la estructura interna. El ala más dura, los Halcones, no quiere modificaciones y espera que dentro de Juntos por el Cambio solo haya tres expresiones: PRO, UCR y Coalición Cívica. Del otro lado, Las Palomas, piden flexibilidad y reclaman lugar para un cuarto espacio: El peronismo. Entienden, como lo hacía el ala política del Gobierno de Mauricio Macri, que la única manera de ampliar la base de sustentación del espacio es sumando un sector del Partido Justicialista.

Por fuera de los muros del Congreso la fisura emerge en todo Cambiemos, pero a nivel nacional tiene como principales contrincantes a Horacio Rodríguez Larreta y a Patricia Bullrich. La replica que llega hasta el Parlamento también sacude los armados provinciales y municipales.

Desde la estructura parlamentaria que responde a Emilio a Monzó, que ya juega de lleno en su posicionamiento en el provincia de Buenos Aires, aseguran que si se hubiera flexibilizado el interbloque se podría haber contenido a los tres diputados que se fueron luego del recambio legislativo. Bajo esa lógica insisten en que la sangría continuará. Ya sea por goteo o de forma abrupta el principal interbloque opositor perdería, tarde o temprano, 15 de sus 116 diputados.

El Sub bloque Federal que tiene al ex Secretario de Interior del gobierno de Cambiemos, Sebastián García de Luca, como principal referente es el que recoge las voces de los gobernadores radicales y del jefe de Gobierno porteño para llevarlas a las reuniones de bloque. Pese a eso es ninguneado. La tropa cambiemita, en su mayoría, juega al obstruccionismo y no está dispuesta a respetar los acuerdos políticos que puedan alcanzar los gobernadores con la Casa Rosada. El jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, lo sufrió en carne propia cuando en medio de una reunión de bloque llamó por teléfono a Fernando Iglesias para que vote a favor de la modificación del pacto fiscal. Cuando terminó la conversación el Diputroll (Así llaman a Iglesias algunos de sus compañeros de bloque), como si fuera una asamblea, pidió las palabra les comunicó a todos que acabada de cortar con el jefe de Gobierno, que le había pedido que vote a favor, y aclaró que no cumpliría con su pedido porque él representaba a sus seguidores.

La falta de un mínimo verticalismo asombra a los diputados con raíces en el peronismo que asumen como infructuosa cualquier charla con el ala dura de Cambiemos que “está dispuesta sólo a hacer antikirchnerismo”. Desde el Sub bloque Federal cuestionan la posición y buscan que Juntos por el Cambio “se defina por la positiva”. Además se muestran en contra de la radicalización del discurso y apuntan a la moderación. Algo que para el ala de dura de Juntos por el Cambio es un pecado.

La reaparición pública del expresidente Mauricio Macri no alivió las tensiones. Todo lo contrario. La reunión con la mesa chica cayó mal en el sector dialoguista. "Son los que hacen política de gacetilla y viven de la grieta", dijeron.

Dentro de ese escenario complejo desde el entorno del ala dialoguista de Cambiemos no descartan ninguna de las opciones posibles de cara al futuro. Sin embargo aclaran que la única posibilidad de seguir dentro del interbloque es que se habilite el ingreso de un cuarto espacio dentro de la alianza. Creen que para volver a disputar el poder dentro de cuatro años el armado tiene que ser sin Mauricio Macri y con un espacio que pueda tener puentes con el peronismo.

“No podemos seguir sin hacer una autocrítica, no podemos seguir sin reconocer que en lo económico hicimos todo mal, que  nos la pusimos de sombrero. Así no hay construcción posible a futuro. Estamos haciendo lo mismo que el kirchnerismo en el 2016. Encima corremos la agenda de atrás y somos incapaces de hacer política e imponer nuestros temas. Si queremos ser opción tenemos ir a un armado más amplió y sin Macri. Necesitamos una construcción que pueda seducir a los que están afuera”, sentenció uno de los diputados que aun forma parte del interbloque que conduce Mario Negri.

Dentro este marco de fragilidad las fisuras que se empiezan a hacer visibles no sorprenden. En los pasillos del Congreso a nadie le pareció extraño que el último jueves el titular de la UCR de Entre Ríos, Leandro Arribalzaga, diera por finalizado el acuerdo con el PRO y minutos más tarde fuera desautorizado por los diputados nacionales de esa provincia. La explicación que esa misma noche surgió de las entrañas políticas de Juntos por el Cambio era tan sencilla como contundente: “No hay conducción”, dijeron.