En el Ministerio de Seguridad de Nación somos varios quienes llegamos tras solicitar licencia en nuestros trabajos como investigadores del Conicet. Pasar el Rubicón, en este caso, es cruzar una línea cada vez más difusa entre “academia” y “gestión pública”, sobre todo porque el campo de intervención y estudio de las fuerzas de seguridad ha crecido desde mediados de los ’80. 

En 2010, cuando se creó este ministerio, muchos de quienes desarrollamos esas investigaciones nos sumamos al mismo. Es decir, la sinergia entre investigación científica y campo securitario tiene su tradición formal y empírica desde hace más de una década. Si bien en una de sus dimensiones el mundo académico y el de la gestión son diferentes, cuando un proyecto político resulta convocante y es afín a determinado modo de mirar al mundo, ambos espacios quedan disponibles para tender puentes que redunden en la transformación y mejora de la mirada, así como en el diseño de políticas públicas, en este caso, de seguridad. 

En los grupos académicos donde trabajo, el conocimiento sobre y con las fuerzas es construido en base a trabajo de campo. Esto significa que quien investiga se interesa por la vida cotidiana de quienes pertenecen a las fuerzas de seguridad. Por eso, observamos prácticas discursivas y extra-discursivas, miramos espacios, analizamos temporalidades e indagamos la construcción de cuerpos, retóricas, instituciones y subjetividades. Producimos saberes hablando con los jefes -más apegados a las reglas de la institución-, así como con los trabajadores de las fuerzas. Se trata de conocer más personas, más espacios, más tiempos y más vivencias. 

Ese trabajo de campo se traduce en textos. Vamos y volvemos de las notas de campo a la teoría y de la teoría a nuestras reflexiones. Ese derrotero, esas traducciones, permiten comprender diferentes lógicas de funcionamiento, de disputas y de construcciones de autoridad y subalternidad. En definitiva, posibilitan interpretar y analizar las formas de las instituciones. Ese bagaje nos brinda herramientas valiosas –si no cruciales- para la gestión pública. Aporta espesor a nuestros trabajos en y con los miembros de las fuerzas. La gestión –atravesada por estos conocimientos- actúa en la urgencia de las respuestas del Estado, así como también en la planificación polifónica a largo plazo. 

La gestión posee ritmos y lógicas diferentes a las de la producción científica. Sin embargo, la extrema velocidad, muchas veces daña aquello en lo que procura incidir. Del mismo modo, la temporalidad científica, muchas veces, aporta saberes que demoran.

La presunta extranjería de los investigadores que apostamos a la gestión pública tiene la ventaja de buscar el equilibrio exacto entre ambas lógicas (no sólo) temporales. Para quienes venimos del campo académico, el desafío inherente a la gestión pública constituye un pilar para poder hacer aquí y ahora aquello que investigamos desde lejos y desde hace mucho tiempo.