Foto: Pablo Mehanna

La contundencia al poder

Ahí, donde Montecastro amenaza con convertirse en Villa Luro, a unas diez cuadras de la cancha de Velez Sarsfield, El Fortín se erige como una suerte de institución barrial. Un lugar de culto para los vecinos que lo llenan cada noche, sin importar las colas de espera, sea para comer ahí mismo o para llevar a casa. Es una pizzería histórica, que le compite de igual a igual -en mística, sabor y fidelidad- a las más reconocidas de la Av. Corrientes.

Según cuentan, en esa misma esquina de Av. Lope de Vega y Av. Álvarez Jonte ya había una pizzería, incluso que tenía el mismo nombre: pero la historia moderna de El Fortín arrancó realmente en 1962, cuando cinco socios (tres inmigrantes españoles y dos criollos) alquilaron el local y le dieron nuevos ímpetus. Hoy siguen a cargo las nuevas generaciones familiares, manteniendo intacto todo aquello que le dio la fama: pizzas al molde, de unos tres centímetros de alto, preparadas en un antiguo horno a leña, tan abundantes como contundentes. Acá no hay un menú kilométrico, sino tan sólo opciones clásicas, lejos de toda modernidad: muzzarella con o sin anchoas, fugazza y fugazzeta, una tremenda calabresa de buen picor y la napolitana (todas, entre $600 y $800). Entre las especialidades hay que mencionar la de jamón y morrones, que según aseguran lleva más de medio kilo de morrones rojos por encima. Es una pizza bien de estilo argentino, con mucho queso y mcho sabor: una grande alcanza para que coman cuatro personas; a lo sumo habrá que sumar un par de pociones de fainá. Para beber, salen los chops y jarra de cerveza industrial. Y en muchas mesas se puede ver a los habitués pidiendo los postres de la casa: tremendo flan mixto, arrollado de dulce de leche, torta de ricota, el postre Balcarce y, desde los arcones de la tradición, el palo de Jacob, con crema por encima.

Para ir sólo y comer una porción al paso, de pie en las barritas que están al lado de la puerta; para sentarse en la vereda o en el salón; para llevar y comer frente a la TV. No importa la ocasión: El Fortín siempre cumple.

El Fortín queda en Av. Álvarez Jonte 5299. Teléfono: 4566-8279. Horario de atención: todos los días de 11 a 24.

Foto: Pablo Mehanna

Empanadas, humitas y tamales

La empanada frita, de relleno sabroso y tierno. Una humita con el dulce del choclo envuelto en la chala húmeda. Y un tamal contundente, con carne picada y color anaranjado. Con esas tres especialidades, sumando cerveza Salta, vinos regionales y minutas varias, Molino Norteño se muestra como un gran lugar donde pasar una noche de verano gastando poco y recuperando los sabores típicos del noroeste argentino.

El lugar abrió hace tres años; al principio vendían sólo algunos sándwiches, milanesas y supremas, bifes y pastas. “Por ese entonces tenía un socio; cuando nos separamos estaba casi fundido, así que decidí sumar las especialidades del norte”, explica Gustavo. Gustavo nació justamente en Molinos, en esos valles calchaquíes salteños de cardones inmensos y cielos amplios.

Hay empanadas ($40 la unidad, $230 las media docena) de pollo y de carne, al horno o fritas (por lejos, las fritas son más ricas y jugosas), que llegan a la mesa con su bienvenida yasgua, una salsita de tomate rallado bien picante. Preparadas cada día, el relleno se prepara con bola de lomo o cuadril cortado a cuchillo, que cocinan brevemente con cebolla y morrón, y completan con verdeo, huevo y papa. “Es lo que más vendemos. El público está respondiendo bien, estamos saliendo del pozo en el que estábamos”, dice Gustavo.

Algunos salteños se quejan de que la humita ($140) es distinta a la del norte (sucede porque usan choclos locales, más dulces y tiernos, pero bien al gusto porteño), mientras que admiten que el tamal ($140) está perfecto. La mayoría elige cerveza Salta de litro ($200, rubia o negra), otros optan por la jarra de 500ml del “afamado vino Domingo Hermanos” ($100). De postre, quesillo con dulce de cayote ($200) o el muy dulce turrón salteño, con miel de caña y dulce de leche.

El local es simple, modesto y luminoso, con una amplia vereda aprovechada con sillas y mesas. Faltan tan sólo la guitarra y el cantor para sentirse por un rato en un pueblo al borde de la Quebrada.

Molino Norteño queda en Cnel. Apolinario Figueroa 101. Teléfono: 4854-8448. Horario de atención: todos los días, de 11 a 24.

Foto: Pablo Mehanna

Esa carne que tanto nos gusta

El nombre no esconde la ironía implícita: Chetito es un restaurante bien de barrio, sin pretensiones de etiqueta alguna, ubicado en el límite de Villa Crespo y Chacarita, a metros del Palermo más hipster. Una de esas parrillas que sólo pueden existir en Argentina, de azulejos blancos, vidriera a la calle, mesitas en la vereda (son las que primero se llenan) y un salón que se alarga hacia el fondo. En un costado, está la parrilla: los carbones se encienden temprano para ir marcando de a poco la carne, que luego terminarán de cocinar al momento del pedido. No hay menú: la oferta se muestra en un mural y en pizarras distribuidas por todos lados, sumando ofertas del día. Los precios son amigables, desafían a la inflación: asado de tira a $330, vacío $340, bife ancho $260, bondiola $320. Todo viene con guarnición incluida, porción de papas fritas o ensalada. La provoleta sale perfecta ($200) y son varios los que van directamente por los sándwiches completos: hay de vacío, pechuga, bondiola, milanesa o cuadril, cada uno a $210. Para un plan más gasolero, ahí están el morci o el choripan ($100 / $150 con fritas), que funcionan como una comida en sí misma. Y unas empanadas fritas a $50, que son mucho mejores que las de la mayor parte de casas de empanadas de la zona. Además: revuelto gramajo, tortilla, pastas, tartas.

Para muchos porteños, encerrados en un laberinto de departamentos y calles asfaltadas, la sola idea de poder tomarse un paréntesis carnívoro entre semana suena a paraíso perdido. Ahí es donde aparece Chetito, con su combinación tan nacional de carnes, brasas, precio y una atención muy amigable -muchas veces es el propio Flavio, dueño del lugar, el que sirve las mesas-. Una parrilla barrial, donde todos se conocen y se saludan con nombre de pila. Para ir y ceder al vicio de la carne y las brasas sin que duela el bolsillo.

 

Chetito queda en Bonpland 924. Teléfono: 4855-2012. Horario de atención: lunes a sábados, de 11:30 a 16; jueves a sábados de 20 a 24.