Esta semana comenzaron las clases en todas las escuelas de la provincia de Buenos Aires. También esta semana, el presidente Alberto Fernández y el gobernador Axel Kicillof abrieron las sesiones ordinarias en el Congreso de la Nación y en la Legislatura provincial, respectivamente. Ambos aludieron en sus discursos a la importancia de la educación pública. Repasemos.

Alberto dijo: “Educar, educar y educar para que haya futuro. Escolarización temprana que garantice un mejor rendimiento en la trayectoria educativa. Una escuela primaria que sea un espacio de transferencia y creación de conocimiento”. Habló, además, de los objetivos para la escuela secundaria.

Axel, por su parte, empezó celebrando el comienzo de clases: “Después de muchos años, se han iniciado las clases. En la provincia de Buenos Aires, los únicos privilegiados son los niños y las niñas”. Y reconstruyó el estado de abandono de la educación en la provincia haciendo hincapié en las deficiencias de infraestructura.

En ambos niveles de gobierno hay, sin dudas, una preocupación por lograr que la educación vuelva a ser la institución que ataque las desigualdades de origen.

En la misma sintonía, la nueva gestión del Ministerio de Educación se ha propuesto recuperar la idea de “sistema” educativo frente a la fragmentación que promovió el macrismo (con tendencias privatistas y mercantilistas de la educación).

En contraste, el gobierno de Cambiemos había prometido 3.000 jardines. No construyó ni el 10% y desató un proceso de destrucción vertiginoso: atacó a los docentes que decían “donde está la escuela está la Patria”; cerró cursos en escuelas de isla y rurales; desfinanció programas socioeducativos; eliminó la paritaria nacional; inhabilitó la inscripción a los 560 bachilleratos para adultos de la provincia, y podríamos seguir enumerando.

Un proyecto educativo es un proyecto de país. A grandes rasgos, hay dos modelos: el de los que nos quieren colonia, que hacen negocios infames con la educación y garantizan con sus fundaciones y ONG una ideología extranjerizante; y el de un país soberano y con igualdad de oportunidades para todas y todos, que construye el futuro de la nación basado en el acceso a una educación pública, gratuita y de calidad.

Además, Alberto Fernández habló de la universidad con un tema muy discutido: propuso iniciar el debate de una nueva Ley de Educación Superior que permita fortalecer el sistema universitario. Resaltó en este punto que es central fortalecer el vínculo de la universidad con la comunidad y el sector productivo para garantizar el desarrollo territorial.

La Universidad

Argentina tiene una larga tradición en materia de políticas públicas educativas, siendo vanguardia en muchos momentos de su historia para la región. Y tiene un sistema universitario con al menos cuatro movimientos que han forjado la concepción de la Universidad como derecho del pueblo. Movimientos que se enfrentaron a las lógicas conservadoras y elitistas de la Universidad etnocéntrica moderna.

El primero de ellos es la Reforma de 1918. El segundo es la decisión de Juan Domingo Perón de declarar la gratuidad de la enseñanza superior. El tercero es el que, luego de la llamada Noche de los Bastones Largos, se hace visible en el Cordobazo con los obreros y los estudiantes unidos en una misma lucha. El último movimiento transformador es el que llevaron adelante los gobiernos kirchneristas cuando reconstruyeron las condiciones para la realización efectiva de la Universidad como derecho humano. Una transformación material (17 nuevas universidades, con claro sentido federal; 190.000 metros cuadrados en 123 obras en todo el país, donde se alojaron los 1.200 científicos repatriados mediante el programa Raíces; la multiplicación del presupuesto, entre otras cuestiones); y una transformación simbólica, al abrirse la Universidad a sectores que nunca antes habían llegado. Se refundó así el sentido de la Universidad pública.

Con estos antecedentes, Argentina, y en especial la provincia de Buenos Aires, tiene mucho por hacer en el ámbito de la educación superior. Casi la mitad de las universidades nacionales se encuentra en el territorio bonaerense. Un número importante de ellas está en el ámbito más complejo de la provincia, como es el conurbano. En Buenos Aires estudia más de un tercio de la población universitaria del país. Cerca de 500.000 jóvenes están hoy desarrollando sus carreras universitarias. Entre las tres universidades con mayor número de inscriptos de la provincia de Buenos Aires, hay hoy 70.000 jóvenes haciendo sus cursos de ingreso.

La centralidad de la provincia, como corazón del sistema universitario nacional, no hace más que reforzar la necesidad de entramar territorialmente cada una de las universidades con el apartado productivo local. En este proceso se busca ubicar nuevamente la educación superior dentro de la perspectiva de derechos que había empezado a ser negada, una vez más en la historia, durante el macrismo.

Algunos puntos de partida pueden ayudar a delinear esta nueva etapa.

– Para reconstruir el aparato productivo es indispensable el conocimiento. No habrá manera de generar más trabajo y más inclusión sin la producción, la inversión y la tecnología que aportan hoy las ciencias. Pero tampoco es posible imaginar el futuro del trabajo sin la formación superior, tanto en los oficios y profesiones tradicionales como en las nuevas modalidades del empleo y la creación de riqueza.

– Siempre ha habido una preocupación por la democratización de la Universidad. Hoy es necesario que la Universidad participe también de los procesos de democratización de toda la sociedad. Hay que planificar su rol en ellos.

– La Universidad es de todos y todas (porque en la “a” en plural no solo están las mujeres, sino los dolores de las libertades que nos siguen faltando). No hay futuro de la Universidad sin comprensión de que el sentido profundo de por qué hacer Universidad reside en el reconocimiento del otro. De que conocer, aprender, enseñar solo tiene sentido cuando existe el otro en su necesidad, espesura y particular belleza.

Freire decía que “la educación es un acto de amor, por tanto, un acto de valor”. Nuestro valor también reside en proponernos nuevos desafíos.