NIÑA MAMÁ - 8 PUNTOS

Argentina, 2019

Dirección: Andrea Testa

Guion: A. Testa y Francisco Márquez

Fotografía: Gustavo Schiaffino

Montaje: Lorena Moriconi

Duración: 65 minutos.

Durante gran parte del metraje y de no ser por el título, si uno se deja llevar por los rostros, gestos y actitudes de sus protagonistas Niña mamá podría pasar por un documental sobre niñas y adolescentes tempranas de zonas desfavorecidas. Que lo son, con el detalle de que la película está enteramente filmada en la sección Maternidad de dos hospitales de los partidos de La Matanza y San Martín (el Paroissien y el Carlos L. Bocalandro) y esas chicas son todas gestantes. Tienen 15, 16, 17, y a veces llegan con uno o dos hijos a sus espaldas. Las más mayorcitas, hasta cuatro. Al lado de sus compañeras de internación, las de 20 o 21 parecen veteranas. “El cine es cuestión de mostrar, no de demostrar”, decía el finado Truffaut. Con una cámara atenta pero jamás intrusiva, el documental de Andrea Testa (el documental Pibe chorro, el film de ficción La larga noche de Francisco Sanctis, codirigida junto a Francisco Márquez) hace honor a esa voluntad, dejando no sólo las conclusiones, sino el propio pensamiento sobre lo que se ve, a cargo exclusivo del espectador y sin incidir en él en lo más mínimo.

“Entré al hospital de 38 semanas, con politraumatismo, debido a los golpes que me dio mi pareja”, dice una de las chicas, detallando luego cortes de cuchillo y pedradas en la cabeza y la panza. Es el testimonio más extremo de Niña mamá, que aunque tiene su idea (la apelación final de los títulos de crédito es por “nuestro derecho a decidir”) no la impone, sino que la confronta con lo real. Que es lo propio del documental. La realidad suele ser variada, y aquí la variedad es absoluta. Desde chicas que decidieron tener a su quinto hijo hasta aquellas que resolvieron someterse a una ligadura de trompas. Desde las que prefirieron tenerlo por opinión de sus compañeros hasta las que están solas. Desde las que sufren abandono por parte de su familia más próxima hasta las que sí se ven acompañadas por sus parejas. Hasta la que da a luz.

Lo que es común a todas es la falta de medidas anticonceptivas o el descuido en su adopción, los hijos que vienen sin una elección de por medio, la presuposición de que es mejor no ir al hospital a pedir por un aborto, porque “el personal lo va a tomar a mal”. Prima, en líneas generales, la naturalización de la idea de que los hijos “vienen”, sin que se pueda hacer nada para impedirlo o elegirlo. Una sola chica fue, o confiesa, haber sido violada. De acuerdo con su madre tomó la decisión de no tener al niño o niña, y es paradójicamente (o, por el contrario, lógicamente) aquella a la que se ve más entera, más clara, más consecuente con una situación y una decisión. Con alguna excepción, las otras dudan, hesitan, prejuzgan, lloran de dolor anímico o están, lisa y llanamente, “en contra del aborto” (por lo menos tres casos, sobre una decena en total).

Al espectador (a este espectador, al menos) le queda la idea de que estas chicas están libradas a la buena de Dios, que toman decisiones entre la espada y la pared, que hay mucho para enseñar y mucho para intervenir por parte del Estado. Pero claro, si es gente que muchas veces vive en calles de tierra, sin provisión de gas o de agua, sin trabajo estable y en ocasiones sin techo fijo, qué puede esperarse del Estado. Ante esta situación, la realizadora opta por la observación, con un dispositivo visual de inmodificable cámara fija sobre el rostro de las testimoniantes, sin cortes que interrumpan el testimonio (salvo algunos de emergencia, pero siempre “sobre el plano”, en los que no se cambia el encuadre), sin música que remarque nada y ateniéndose a la verdad de la situación. Esto es: si de pronto una mano o cualquier objeto tapan el rostro de la protagonista de la que se trate, la cámara no se mueve, queda esperando hasta volver a tener el rostro ante la lente. En blanco y negro (tal como parece ser la realidad de quienes desfilan ante la cámara), ése es el on de Niña mamá. Pero hay un off y es la voz de las asistentes sociales que tratan cada caso, a las que jamás se ve y cuyos procedimientos, delicados, ubicados, llenos de tacto y respetuosos de un protocolo que jamás es impersonal, son -como el propio film- francamente ejemplares.