Una nueva frustración para Boca, otra mancha más en su flaco cuerpo de tigre desmembrado por el león riverplatense. Si Boca había muerto en Madrid, resucitó por un rato para volver a fallecer en la noche de Tucumán y La Boca. River salió merecidamente, incuestionablemente, campeón del torneo que le faltaba a "Marcelo Napoleón" Gallardo para que nadie dude de que es el mejor técnico de la historia del club de Nuñez, tal vez el mejor estratega de todos los tiempos en el fútbol nacional. Lo fantástico es, además, el modo en que lo logró, en el minuto final de una jornada dramática que se recordará por mucho tempo. 

Boca le ganaba en su cancha a Gimnasia con un gol de Tevez y alimentaba la ilusión de la hazaña. Se estaba dando una de las 9 combinaciones de resultados posibles para su consagración. Matemáticamente, River tenía el 66 por ciento de chances, Boca el 22 por ciento y el resto quedaba para un desempate. Se estaba dando lo que pocos imaginaban y Boca celebraba a cuenta pero no mucho porque podía intuir que en cualquier momento llegaba lo inexorable. Y llegó nomás: cabezazo del paraguayo Rojas en el último minuto para ahondar hasta el hueso las penurias boquenses. 

El gran mérito de River fue que siempre creyó en su juego y en sus posibilidades, que supo intentar con fútbol y cuando se le agotó el juego asociado fue a buscar con rebeldía, con amor propio. Superó todas las presiones y hasta la injusticia de un gol mal anulado y un penal no cobrado para alcanzar el objetivo deseado. Gallardo supo reinventarse pese a que le vendieron un jugador clave como Palacios y en el último tramo del campeonato apeló a la línea de 3/5, para demostrar su flexibilidad y adaptarse a todos los escenarios y sacar el máximo provecho de los jugadores disponibles. 

Motivador como pocos, después del empate con Defensa que hizo prender lucecitas rojas a algunos, arengó a la gente y empezó a inflar anímicamente a sus jugadores para que mantuvieran la confianza y supieron que es eso de estar condenados al éxito. Salud River.

Cuestión de centímetros

Todo lo anterior bien pudo haber sido escrito a estas horas. Pero no. No por cuestión de centímetros. ¿Cuántos centímetros de distancia separan el cabezazo de Rojas adentro, del cabezazo afuera? El fútbol es extraordinario porque su contenido es el de una maravillosa caja de sorpresas. Claro que también el fútbol tiene forma de comentario veleta que se va acomodando a los vientos que soplan. 

Y resulta que muerto el emperador Gallardo se escuchan muy fuertes las loas al Rey Russo, de cuya mano Boca llegó al título. Que le dio confianza a Tevez, que le puso a Soldano como rueda de auxilio, que lo metió a Campuzano, y cambio todo en el medio, que le dio continuidad a Villa y le sacó la venda de los ojos, que se arregló con lo que había porque no pudo llegar Guerrero y le sacaron al Pibe MacAllister, que no es un gran estratega pero sabe sacarle el jugo a la simpleza, que respondió lo que le pedía el Dios Riquelme que como antes Francescoli, todo lo sabe. 

Y detrás de las loas a Russo hasta se llega a hablar de Alfaro como artífice de la conquista, porque el día que Boca se colgó vergonzosamente del travesaño en el Monumental, sacó el puntito que ahora cobra tanto valor en la carrera entre ambos. 

Todo vale en el diario del lunes (o el domingo). También para recordar que después de todo Gallardo es humano y como tal perdió increíblemente contra Lanús y más increíblemente contra Flamengo y ahora en este sprInt de fin de campeonato. Todo es válido con la chapa puesta y por eso en los diarios había escritas de antemano notas que saludaban en tonos similares a River campeón y a Boca campeón. 

No suele haber espacio para procesar y madurar nada; el tiempo es tirano en la web, en la radio, en la tele. Y por eso tenés que saber que así como te decimos una cosa te decimos la otra y ahora te decimos: salud Boca, salud campeón.