Mañana se cumplen dos años del crimen político de odio de Marielle Franco, mujer negra, nacida y criada en la favela, militante y lesbiana defensora de los derechos humanos de las franjas vulneradas del Brasil. El mismo país que la convirtió en una de las concejalas de izquierda más populares de Río de Janeiro y que intentó borrarla de la agenda política con tres tiros en la cabeza el 14 de marzo de 2018. 

Una semana antes, cuando el 8M tomaba las calles y las casas, Marielle advertía con urgencia en la Cámara Municipal que era fundamental hablar de las mujeres que luchan por otras formas de hacer política. “Las rosas de la resistencia nacen del asfalto”, agitó frente un auditorio mayoritariamente masculino que bramaba desde la tribuna. Eran los hijos del patriarcado con función pública y policial que primero Temer y luego Bolsonaro siguen alimentando en el séptimo país más violento del mundo. En su carácter de relatora de la comisión encargada de monitorear la intervención federal decretada por Temer en Río de Janeiro, volvió a denunciar la militarización de las favelas para criminalizar a la población, jóvenxs negrxs en su mayoría, y establecer un sistema de guerra contra lxs pobres. “Más armas van a significar retirada de derechos”, les dijo a los intolerantes. Y desplegó las banderas de negras, trans, travestis, campesinas, lesbianas, estudiantes, sindicalistas, madres, por más espacios de decisión, con una valorización de la lucha colectiva y contra el Ejército en las calles. “Somos diversas, pero no estamos dispersas”, gritó quien comenzaba a transformar las academias y los territorios desde el derecho a poder hablar de economía popular, de la movilidad con perspectiva de géneros, de políticas inclusivas que habiliten condiciones dignas de trabajo.

Esta semana, el Tribunal de Justicia de Río de Janeiro dispuso que los ex policías Ronnie Lessa y Elcio Vieira de Queiroz, sospechosos de los asesinatos de Marielle y su chofer, Anderson Pedro Gomes, sean juzgados por un jurado popular. “No es posible hablar de democracia en Brasil sin que se haga justicia por Anderson y Marielle”, expresó su viuda, Monica Benício, que sigue clamando respuestas. “La propia Fiscal General de la Nación denuncia, en septiembre de 2019, que la investigación es constantemente falseada, desviada de sus autores intelectuales y de las motivaciones del crimen”, revela el prólogo de Laboratorio favela. Violencia y política en Río de Janeiro. Textos, discursos y cronología de Marielle Franco (Tinta Limón Ediciones, 2020). “Fuerzas policiales y/o parapoliciales amenazan y matan a sospechosos y testigos. Políticos, comisarios y abogados montan ´puestas en escena´ que enturbian la investigación. Las corporaciones mediáticas hacen sus cálculos y aprietes. El mismo presidente Jair Bolsonaro y sus hijos aparecen vinculados directamente con el asesinato.” A partir de su asesinato se recrudeció la represión estatal y las violencias sobre el colectivo lgbttiq+ llegaron a arrojar una muerte diaria. En las favelas, niñas y niños caen como moscas, víctimas del “proyecto de exterminio” que la politóloga Vera Malaguti Batista describe en este libro. Para quedarse al fin con las manos vacías. “No sabíamos que amábamos y necesitábamos tanto de la valiente concejala que no conseguimos proteger de la barbarie.”