El debate en torno a la aprobación de una ley que garantice a todas las mujeres el acceso al aborto de manera legal, segura y gratuita ha dividido a la sociedad. Tras el rechazo del Senado al proyecto presentado en 2018, estas discusiones se extendieron a todos los ámbitos, incluso al territorio del cine. El año pasado el documental de Juan Solanas Que sea ley llevó el asunto hasta el Festival de Cannes, exponiendo argumentos a favor de la legalización. Esta semana llegó la respuesta. En coincidencia con la realización de la marcha por el Día Internacional de la Mujer, la distribuidora Digicine anunció el estreno de Inesperado (Unplanned) para el 9 de abril.

Se trata de una historia basada en hechos reales que se autodefine "provida" y que según la gacetilla exhibe, entre otras cosas, la escena de un feto “de 13 semanas peleando por su vida en un procedimiento de aborto”. También “informa” que fue “censurada” en EE.UU., donde se la calificó con la etiqueta R (Restricted, equivalente a Solo para mayores de 18) debido a la crudeza de algunas escenas. No es habitual que las gacetillas que acompañan el anuncio de un estreno cometan errores tan groseros como confundir la aplicación del sistema de calificación con un acto de censura. La calificación R es la que reciben los films que incluyen detalles explícitos como el que la gacetilla describe. Películas como la coreana Parasite, última ganadora del Oscar, o la reciente versión de El hombre invisible, ambas todavía en cartel, han recibido esta misma etiqueta R sin que nadie hiciera un escándalo.

Inesperado está producida por organizaciones cristianas "provida" como 40 Days for Life o The Right to Life League y cuenta la historia de Abby Johnson, una psicóloga que antes de convertirse en militante antiaborto trabajó ocho años para Planned Parenthood (PP, Paternidad/Maternidad Planificada), organización sin fines de lucro y de financiación mixta que es la mayor proveedora de salud reproductiva de Estados Unidos. Y aunque se presenta como una película antiaborto, en realidad es un panfleto contra esa entidad.

PP es un emblema de la lucha por la educación sexual, la anticoncepción y los derechos reproductivos de las mujeres que se encuentra enfrentada de forma directa con el presidente Donald Trump, quien nunca ocultó su posición "provida". Incluso, representantes y agrupaciones vinculadas al Partido Republicano han bregado históricamente por quitarle a la entidad el financiamiento estatal (unos $500 millones), que se destinan no a la realización de abortos (que se financian con fondos propios, ya que en Estados Unidos no es legal que las arcas federales solventen estas prácticas), sino a ofrecer servicios de salud reproductiva a mujeres de bajos recursos.

Los demócratas, en cambio, sostienen que los abortos representan solo el 3% de las actividades de PP. Inesperado dista de ser un manifiesto altruista contra el aborto. Se trata en cambio de un film de propaganda con una intención política clara: socavar el prestigio de la organización que se encarga de realizar la mayor cantidad de abortos en ese país, unos 300 mil al año. También es cierto que PP se ha visto envuelta en varios escándalos fogoneados por agrupaciones antiabortistas, pero ninguno de ellos derivó en condenas judiciales contra la entidad.

La estrategia que Inesperado usa para desprestigiar a PP es la de banalizar sus objetivos y a sus responsables. En el film, sus empleados se refieren a quienes acuden en busca de ayuda como clientes y no como pacientes, y siempre están más atentos a contar con una sonrisa exagerada el dinero que cobran por los abortos que a darles las instrucciones a las mujeres que acuden a ellos. No se trata de torpeza narrativa sino de un detalle pensado con la intención de hacer aparecer a quienes trabajan en el duro oficio de los abortos como seres incapaces de toda empatía. Cheryl, la directora del centro de asistencia de Texas en el que trabaja Abby, es prácticamente una caricatura de Maléfica, la bruja de Disney, con su pelo negro, los ojos oscuros siempre delineados y su vestuario elegante que no se aparta de la combinación blanco-negro. Ella dice cosas como: “La industria de las hamburguesas se financia vendiendo más hamburguesas. Nosotros somos la industria del aborto y nos financiamos con más abortos”.

El film no ofrece matices a la hora del análisis cinematográfico. Sus intenciones son evidentes y se expresan a través de metáforas que nunca se alejan mucho del objeto al que aluden, apelando a un simbolismo que delata su raíz cristiana. Ya el arco que recorre la protagonista, de directora de una clínica dedicada a realizar abortos a militante "provida", está cargado de subrayados. Montada sobre la misma parábola dramática que el vía crucis cristiano, Inesperado relata la pasión de Abby, su calvario y su "redención final". Una fábula claroscura construida de modo esquemático.

Todo comienza el día que, tras ocho años trabajando en la clínica, Abby ingresa por primera vez al quirófano para ayudar en el aborto que menciona la gacetilla. La forma en que los directores diseñaron el montaje de esa secuencia, intercalando primeros planos del monitor de ultrasonido que muestra como el feto es aspirado del útero, con otros en los que se ven las mangueras y recipientes transparentes en donde caen los restos, deja expuesta la intención abyecta. Y no es la única muestra de morbo.

Inesperado también registra de manera truculenta y extensa los efectos que un aborto químico produce en la protagonista (incluyendo el desprendimiento fetal que la propia Abby debe arrojar al inodoro con sus manos) y el retrato de un feto muerto realizado a puro plano detalle. Por paradójico que parezca en una película "provida", la ejecución de tales escenas parece movida por un deleite cargado de sadismo, como si sus responsables disfrutaran por adelantado del sufrimiento que esperan causarle al espectador.

Inesperado revela el carácter neo-inquisitorio de muchas iniciativas "provida" y una supuesta superioridad moral cuya pretensión parece ser la de “curar” a quienes abortan a través del tormento visual. Detrás de eso se oculta la misma lógica fascista que justificaba el tratamiento al que era sometido Alex, el ultraviolento protagonista de La naranja mecánica, a quien obligaban a ver sin pausa un compilado de escenas violentas con el fin de provocar rechazo donde antes había deseo y placer. De esta forma, el film también sugiere de forma no muy velada que quienes se dedican a realizar abortos sienten un placer no exento de lucro ante la posibilidad de ayudar (y hasta empujar) a otras a tomar una de las decisiones más difíciles que puede enfrentar una mujer: la interrupción forzada de un embarazo. Los creadores de Inesperado están convencidos de que torturándolas con escenas pornoabortivas lograrán “curar”, por medio de la culpa y la náusea, la moral desviada de las que defienden el derecho tomar decisiones que involucran al propio cuerpo.