El Reino Unido de Gran Bretaña pie de guerra es el nuevo mensaje explícito o subliminal del gobierno británico que siguen a todo redoblante medios conservadores como el “Daily Mail” o el “Daily Express”. El primer ministro Boris Johnson no deja de evocar el espíritu del Blitz (bombardeos nazis) de la Segunda Guerra Mundial y el peso de la historia: triunfamos en el pasado, volveremos a triunfar hoy. El ministro de Salud Matt Hancock hizo este martes un llamamiento a los británicos para que ayuden al Servicio Nacional de Salud (NHS) con palabras sacadas de la Primera Guerra Mundial: “The NHS needs you” (“your country needs you”, era el poster original de 1914).

El coronavirus es el enemigo, la crisis sanitaria es la guerra. Este mensaje ha tenido eco en el imaginario de una sociedad moldeada por la historia bélica del siglo XX. En menos de 24 horas unas 175 mil personas se apuntaron al llamado de Hancock para ayudar como voluntarios a más de un millón de personas, en su mayoría de avanzada edad, que viven en relativo aislamiento y pueden quedar sin acceso a alimentos o al sistema sanitario.

Los ejemplos de este espíritu colectivo abundan. Decenas de miles de trabajadores de la salud jubilados se han ofrecido a engrosar las filas del NHS mientras dure la pandemia. El ejército indicó que tiene 20 mil efectivos listos para intervenir y miles de reservistas. El martes Hancock anunció la remodelación como hospital de un Centro de Exhibiciones culturales con cuatro mil camas para la atención de pacientes con coronavirus.

Con esta retórica, en cuestión de días, el mensaje gubernamental pasó de una inicial complacencia a un tamborileo bélico que incluye la cuarentena nacional por tres semanas anunciada el lunes por la noche. Detrás de este giro de 180 grados, están el creciente número de casos y las críticas a la deshilachada estrategia gubernamental. El 4 de marzo había 39 casos detectados y una persona fallecida. Hoy hay más de ocho mil casos confirmados, con 422 muertes.

Y si se mira la tendencia de los últimos días el cuadro es todavía más alarmante. El 24 de marzo la pandemia dio un salto exponencial: hubo 1427 nuevos casos y un record de fallecidos, 87. Este miércoles se supo que el príncipe Carlos, heredero del trono, fue diagnosticado coronavirus positivo y se encuentra en cuarentena.

Las metáforas de la política

La metáfora bélica le ha servido a Johnson para interpretar uno de los roles favoritos de todo primer ministro británico: el Winston Churchill de la Segunda Guerra Mundial. El problema es que la metáfora muestra hilachas por todas partes. La “primera línea de defensa” del discurso oficial – los trabajadores de la salud en hospitales y consultorios – no son testeados para comprobar sí tienen el virus y en muchos casos no tienen el equipamiento necesario para protegerse del contagio.

En una carta de lectores publicada este miércoles en el matutino “The Guardian” los padres de una médica en el sur de Inglaterra cuentan que en el consultorio barrial estatal de su hija no se entregó equipo protector ni se testeó al personal. “Ella misma iba los sábados a limpiar el lugar. Preocupada por la posibilidad de infectar a sus pacientes y su familia, se hizo un test privado: dio positivo”, señalan.

En otra carta en el mismo matutino, el marido de una consultora del NHS señala que cuando su esposa amaneció con fiebre y tos el lunes, llamó al jefe del servicio para solicitar un test: le dijeron que no había. “Esto es una decisión gubernamental para ahorrar un poco de dinero a costa de las vidas de otros, sean profesionales de la salud o pacientes”, concluye la carta.

Medios tanto de derecha como de izquierda han cuestionado la base misma de la metáfora: el presunto comportamiento heroico e inigualable durante el Blitz. En el conservador “The Spectator”, Mary Dejevsky reconoce que hubo muchos actos de heroísmo y solidaridad, pero que también se registró un record de actos delictivos y un boom del mercado negro. “Muchas de las imágenes más memorables, como la del repartidor de leche que dejaba la botella en la puerta de cada casa, son “fake news” de la época para levantar la moral de la población”, señala.

En las dos últimas semanas el Reino Unido se encargó de desmentir varias veces esta supuesta identidad nacional heroica, solidaria e imperecedera. Los supermercados fueron arrasados por una marea de “panick buying” de británicos que buscaban anticiparse a sus compatriotas en el almacenamiento de productos antes que hubiera desabastecimiento. Las imágenes de filas de estanterías vacías en grandes tiendas tenían algo estúpidamente desolador, símbolo de una sociedad individualista capaz de auto-infligirse una crisis a través de un enceguecido "sálvese quien pueda".

Dejevsky subraya este fenómeno y concluye que el mito del Blitz generó un complejo de superioridad de los británicos respecto a los europeos. “Según esta versión, hay una fibra moral superior en nuestras islas. Si hubiéramos sido ocupados por los nazis, todos los británicos se hubieran sumado a la resistencia. No habrían existido colaboradores, informantes, acaparadores, ventajistas”, señala.

A la izquierda del “Spectator”, en el “The Guardian”, Simon Tisdall, subraya el uso político de la metáfora bélica. “Gobiernos de todo el mundo asumieron poderes especiales la semana pasada que limitan los derechos humanos y hasta la libertad de palabra. De Perú a Italia, efectivos militares poblaron las calles. Los políticos citan a un “invisible enemigo”. Como en la guerra real, hay daño colateral, que se lamenta y se decreta inevitable. Pero una pregunta de toda guerra es qué tipo de sociedad habrá cuando todo haya acabado. En ese sentido es positivo que esta “guerra del Covid-19” ha aumentado el apoyo político y empresario a un ingreso básico universal, a la regulación estatal y el trabajo desde casa. Se suele decir, después de un conflicto bélico, que las cosas nunca serán igual. Un gran cambio social puede ser el saldo positivo de una eventual victoria”, dice Tisdall.