Alarma mundial, desastre en curso: la Tierra está en peligro y la humanidad al borde de su desaparición, pero un grupo de héroes –esencialmente hombres, pero también alguna mujer— serán los encargados de salvar in extremis al planeta de su extinción inminente. ¿Se trata de otra superproducción de Hollywood con Bruce Willis? ¿De una nueva película catástrofe a la manera de las elefantiásicas realizaciones de Roland Emmerich, tipo Día de la Independencia?

No, de ninguna manera. Es La tierra errante, un blockbuster chino de ciencia ficción que desde su estreno en salas de Beijing el 5 de febrero --Día del Año Nuevo Chino-- del año pasado se convirtió en la segunda película más taquillera de la República Popular China de todos los tiempos y la séptima película más taquillera del mundo en 2019, según el periódico británico The Independent. Que en estos tiempos de crisis planetaria la película ahora esté disponible en Netflix permite no tanto celebrar sus relativas virtudes artísticas sino más bien evaluar en qué dirección se mueve el gigante asiático para desafiar la hegemonía de Hollywood en su propio terreno.

Producción oficial de China Film Group Corporation, la empresa estatal que concentra la financiación, producción, distribución y exhibición del cine en todo su territorio nacional, La tierra errante está en las antípodas del cine chino al que habitualmente accede el espectador occidental en festivales, como pueden ser las películas de Jia Zhang-ke o Wang Bing, por citar dos de los nombres más reconocidos de las últimas dos décadas. Nada de cine de autor aquí: la realización de Frant Gwo (39 años) es un tanque donde todos los esfuerzos están puestos en los efectos especiales digitales y eso que la industria del cine suele denominar “valores de producción”.

No parece casual que para la paulatina reapertura de las salas de cine en China , a partir de la remisión de casos de coronavirus en ese país, La tierra errante haya sido una de las primeras películas elegidas para devolver la confianza en el público. Inspirada en un relato de ciencia-ficción de Liu Cixin que imagina la necesidad de la Tierra de emigrar del sistema solar por causa del enfriamiento del astro, la película es una fábula de afirmación de los valores del pueblo chino. En el año 2065, hay un gobierno central mundial unificado que decidió convertir a la Tierra en una suerte de cohete interestelar en busca de nuevos horizontes. Pero quienes conducen el momento crítico –cuando la órbita de Júpiter amenaza con estrellar al planeta errante del título— son hombres y mujeres chinos que arriesgan sus vidas para salvar a la humanidad.

Utilizando todos los mismos lugares comunes y estereotipos de Hollywood, La tierra errante sin embargo viene a cambiar el eje de la acción, un poco como los planisferios impresos desde el año 1.402 DC hasta hoy en China, donde el inmenso país no está en uno de sus bordes sino en el justo centro. De hecho, la propia palabra “China” (zhong guo) está construida por los caracteres para centro y país, por lo que en China siempre se habló del “Reino del Medio”.

El mapamundi Kangnido (1402) con China en el centro.

En una tierra casi congelada por el enfriamiento del sol, las ciudades destruidas y abandonadas ya no son Washington y Nueva York, como en El día después de mañana (2004, de Roland Emmerich) --una película con la que La tierra errante tiene más de una coincidencia--, sino Beijing y Shanghái, de cuyos pasados quedan apenas en pie restos icónicos, como la Torre de la Perla Oriental de esta última ciudad, en lugar de la trajinada Estatua de la Libertad de New York.

Y de Beijing y Shanghái saldrán los héroes que intentarán salvar a la Tierra, entre ellos un prominente astronauta chino interpretado por Wu Jing (el Bruce Willis chino), que orbita en un satélite artificial alrededor de la Tierra, donde su principal aliado es un cosmonauta ruso que no deja de celebrar en su idioma natal las hazañas de Yuri Gagarin. A los Estados Unidos casi ni se lo menciona en la película, donde aparecen muy fugazmente astronautas franceses y de otras nacionalidades. A su vez, la computadora a bordo con la que se enfrenta a muerte Wu Ji se asemeja inequívocamente a la famosa HAL 9000 de 2001: Odisea del espacio: es otro cíclope cibernético con un impasible ojo rojo que desconfía de los sentimientos humanos.

Si en su renacimiento luego del triunfo de la revolución maoísta, en 1949, el cine chino buscó una estética acorde a los nuevos tiempos, con el pueblo como héroe colectivo en lugar de los clásicos héroes individuales, en La tierra errante hay en cambio protagonistas y estrellas, al modo de Hollywood. Las masas son las que quedan viviendo en las catacumbas de una Beijing subterránea.

Pero la película adhiere ideológicamente a lo que el actual líder Xi Jinping denomina “el sueño chino” , el proyecto que intenta reconstruir la normalidad histórica, según China, que fue primera potencia hasta los siglos XVI y XVII y que planea volver a serlo hacia 2025. Quien lidera esa tierra errante --y sobreviviente-- en el 2065 no es Rusia ni los Estados Unidos, sino la República Popular China.