“Se suponía que éramos el peligro, pero mandándonos acá, lo están creando.” “Es una tarea perfecta para la diseminación del Covid-19." “Se parece a un caldo de cultivo.” Mediante un dudoso protocolo, el gobierno porteño distribuyó a más de mil turistas llegados de diferentes países en ocho hoteles de la Ciudad. Aquellas frases ilustran lo que los viajeros sienten. En redes sociales y medios de comunicación denuncian situaciones que pueden tener matices de acuerdo al establecimiento que en suerte les tocó, pero algunas son comunes: pésimas condiciones de limpieza e higiene, deficiente o nula atención psicológica, psiquiátrica y sanitaria por parte del Gobierno de la Ciudad, incluso para las personas que padecen afecciones, a las que tampoco se les provee de dietas especiales. En los hoteles están trabajando voluntarios del gobierno porteño.

La medida comenzó a regir el sábado por la noche. Cuando los viajeros llegaban a Ezeiza de países afectados por la pandemia, o habiendo hecho escala en alguno de ellos, luego de que se les tomara la temperatura, un grupo de voluntarios del gobierno porteño les consultaba si vivían en la Ciudad de Buenos Aires o en las provincias. A los que respondían que residían en CABA les informaban que los distribuirían en hoteles y que para ellos regiría un protocolo porteño. A algunos les dijeron que serían sometidos a una evaluación médica y que, como mucho en 48 horas, los que no presentaran síntomas podían continuar la cuarentena en sus casas. A otros les prometieron un hisopado y que luego de cinco días de encierro en el hotel, de estar todo bien, podrían irse. La desinformación respecto de esta medida es un síntoma de la situación. 

Página/12 intentó comunicarse sin éxito con autoridades del Ministerio de Salud porteño para que dieran explicaciones acerca del "Protocolo de manejo de individuos provenientes del exterior asintomáticos: aislamiento en alojamientos extrahospitalarios", que contiene más reglas que derechos. Este jueves, Fernán Quirós, titular de la cartera, hizo declaraciones a A24 sobre los viajeros en hoteles: "No hace falta revisarlos ni hacerles algún estudio. Son un peligro para la comunidad. Estamos cuidando la salud de la sociedad y ustedes están haciendo un servicio esencial: estar protegidos durante estos días para que la sociedad no se contamine o contagie de los poquitos que pudieran tener la enfermedad." 

“Lo confuso es que nos decían que esta era una ley obligatoria, que había que respetar la cuarentena. Nunca nos bajaron información coherente”, advirtió, desde su confinamiento en el hotel Deco Recoleta, una mujer llamada Marcela. Allí hay 200 personas.

Los viajeros permanecen alojados en los hoteles Presidente, Cyan de las Américas, Gran View, Deco Recoleta, Ibis Congreso, Escorial, Cyan América Tower y Panamericano. Son pasajeros que llegaron de distintos destinos. Según pudo saber Página/12, unos 328 de los 1100 ya pudieron retirarse. “Nos amontonaron, nos traen comida con guantes que tocan todo, no limpiaron las habitaciones en cinco días. La valija está igual de sucia desde que vinimos del exterior. No desinfectaron nada. Las piezas son de dos por dos”, contó un hombre que se halla en el Ibis, en un texto que hizo llegar a la radio AM 750. 

Los hoteles actualmente no cuentan con su propio personal. Del reparto de la comida, coinciden los testimonios, se encargan jóvenes voluntarios que no perciben un salario. Mollis dice que ellos responden a la cartera de Salud porteña; en cambio, otro hombre, que está en el Ibis --donde hay entre 500 y 600 personas-- detalla que responden a Educación y que, por ende, nada entienden de prevención e higiene. Según las denuncias, hay médicos y psiquiatras presentes en las instituciones, que se comunican por teléfono desde la recepción, sin hacer seguimientos o controles. Un dato grave es que, ante los ataques de nervios que surgen frente a la incertidumbre y el encierro, recetan Clonazepam por teléfono. 

Esto le pasó a Marcelo, el hombre que se halla en el Ibis, llegado de Costa Rica. Le quisieron dar Clonazepam sin siquiera verlo. A Marcela, que es claustrofóbica, lo mismo. Marcelo además es diabético. Varias veces lo avisó, desde el momento en que ingresó al edificio. Jamás le llevaron una comida sin sal o un postre sin azúcar. La situación resulta crítica para las embarazadas o los diabéticos que carecen de insulina. Se sabe de un adulto con fibrosis quística que no recibe medicación, lo mismo que una mujer que tuvo cáncer de mama, dice Marcelo. Los turistas comparten sus desgracias en grupos de Whatsapp. En algún hall hubo revuelta. Muchos hacen catarsis en redes sociales esperando una respuesta. Otros hicieron denuncias ante organismos como la Defensoría del Pueblo y desean presentar amparos.

No se realizan chequeos diarios como les fue prometido de palabra. Tampoco les entregan barbijos o alcohol en gel. “El encierro es durísimo, tenés que hacer un enorme esfuerzo para sobrellevarlo. Si tuviéramos al menos la convicción de que estamos en manos de gente que nos está cuidando nos sentiríamos mejor. Pero nadie sabe nada, es todo caótico, a medida que pasan los días nos vamos poniendo peor”, dice Marcela, quien sin embargo reconoce que después de una carta que armaron seis personas de un grupo que arribó desde la India algunos detalles mejoraron. “Se instaló el mito de que los viajeros somos los culpables del coronavirus. Es muy feo. Pareciera que por haber viajado tenemos que estar confinados o castigados. Tenemos que hacer cuarentena estricta y nada más.”

“Esta medida arbitraria nunca fue consultada. Nos trajeron de prepo, hasta engañados. Nunca hubo una autoridad con la que pudiéramos hablar. Lo más triste de todo es que nos están exponiendo a todos los que nos consideramos sanos entre comillas, que no tenemos ningún síntoma, a infectarnos acá adentro: la circulación es enorme”, agregó a este medio una mujer que se encuentra en el hotel Presidente, donde hay 270 huéspedes. “Es un protocolo de seguridad, no de salud", definió.

Un hilo común en los relatos es la ausencia de pautas de limpieza --con personal tercerizado-- o higiene. Que no pasan la aspiradora siquiera en los pasillos. Que los viajeros mismos tienen que limpiar sus habitaciones pero que no cuentan con productos básicos, que los reclaman y nadie se los da. Que las mujeres encargadas de la limpieza apenas "trapean" y con la misma ropa y calzado --y mismo trapo-- se dirigen hacia otro cuarto. No se cambian sábanas o toallas. “No se está aplicando un protocolo de salud ni medidas de bioseguridad. Es altamente posible que si alguien no estaba infectado lo esté. A todo esto se suma la circulación de voluntarios, que están en contacto con todos nosotros, trayéndonos comida. Les hacemos consultas a ellos, que no tienen protección de ningún tipo. En estos últimos días aparecieron con barbijos pero sabemos que no sirven de nada”, dijo la mujer del hotel Presidente.

Mensaje por debajo de la puerta

Una carta se deslizó este jueves por debajo de la puerta de las habitaciones de las personas alojadas en hoteles. El mensaje recuerda que no tienen permiso para salir de los dormitorios, que no se permiten visitas y pide comunicación ante síntomas considerados sospechosos. El recambio de toallas se realizará cada cuatro días. El de sábanas, una vez por semana. El punto más polémico es el que sigue: "Para evitar recibir en el piso la comida" solicita dejar una mesa de luz o una silla fuera de la habitación.