El arribo de la cuarta temporada de La casa de papel (el próximo viernes por Netflix) se da en una coyuntura tan inquietante como peculiar. Cosas de la realidad, la hiperrealidad o directamente el surrealismo. A los enmascarados como Dalí les habría encantado saber que “Bella Ciao” se entona en los balcones italianos por estas mismas horas como sinónimo de resistencia. Paradójicamente, el final de su segundo golpe supondrá una buena evasión -al menos por unas horas- para millones de personas en todo el globo. Ocho capítulos en los que referirse a España ya no será sinónimo de coronavirus, ni de hospitales saturados o records tétricos. Vaya mérito para la serie que reinstaló el género de los golpes bancarios –casi- perfectos con sus encierros forzosos. Ni el meticuloso Profesor (Álvaro Monte) podría haberlo calculado.

El cierre de este segundo arco retoma los últimos acontecimientos vistos en pantalla: ese tris en que el plan infalible se fue al demonio. Los asaltantes dentro del Banco de España están sumidos en el caos y la inspectora Sierra (Najwa Nimri en plan dominatrix) empieza a tener el control. Palermo (Rodrigo de la Serna) anda más desbocado que nunca y Tokio (Úrsula Corberó) voló por los aires un blindado del ejército. El Profesor, por su parte, está en plena de fuga y apenas si puede balbucear detrás del micrófono. Todo porque la policía atrapó a Lisboa (Itziar Ituño) y le hizo creer al grupo que la ejecutaron. Pero sin dudas, la mayor incógnita pasa por develar si Nairobi (Alba Flores) sobrevivió al balazo que la dejó escupiendo sangre. Está a la vista que hacerse del oro de ese Fort Knox Ibérico ya no es relevante. A decir verdad, lo de este segundo atraco al Banco de España siempre fue un Macguffin. La gracia de la ficción radica más en su dispositivo y cómo usa sus piezas a destajo: la narrativa juguetona con varias líneas temporales, sus antihéroes de frases justas, una banda sonora jugosa, su amor por la pirotecnia visual y el siempre redituable encanto robinhoodesco.

En estos episodios, la trama no tiene necesidad de resetearse sino que se apega a ese concierto que va de la tensión a la explosión, del alivio cómico a la superación del momento extremo. También están las duplas con sus amores siempre urgentes y complicados. Lo más atractivo pasa por los frentes internos (hay más de un putsch en el dentro del grupo) y la construcción de un villano que recuerda explícitamente a John McClane en Duro de Matar. Razones no le faltan a Pedro Alonso (su Berlín sigue operando desde el más allá) quien le asegura a Página/12 que la serie de Alex Pina “ha instaurado una categoría en sí misma”.

La banda suelta en San Pablo

El encuentro de este medio con el elenco sucedió en la última edición de la ComicCon de San Pablo. El pasado 8 de diciembre, más tres mil quinientas personas se congregaron en el salón principal del CCXP19 para vitorear a los actores y actrices de la entrega. El panel organizado por Netflix sirvió para constatar, por si quedaba alguna duda, el furor global por la serie que originalmente se iba a llamar “Los desahuciados”. Una corte de sujetos vestidos con el ambo rojo y las máscaras de Dalí desfilaron entre el público mientras los parlantes sacudían con el “Bella Ciao”. Desde el escenario, Alba Flores; Pedro Alonso; Darko Peric/Helsinki; Esther Acebo/Estocolmo y Rodrigo de la Serna (luciendo una remera de Jorge Cafrune) se sometían a un alboroto grado The Beatles at Shea Stadium. Una sola frase logró enmudecer al público: “Quienes quieran a Nairobi sepan que ella va a sufrir”, sentenció Flores. Por lejos, la gitana del “chiqui pum” y otras frases célebres (“empieza el matriarcado”, “a ganarse el bocata”, “tú no eres machista, eres gilipollas”) es la favorita entre los presentes. Algunas horas después de ese mitin pop, el elenco charlaría con Página/12.

-La realización de la tercera y la cuarta parte fueron juntas, ¿qué sensaciones tienen ustedes a la distancia de lo que será el fin de esta parte de la historia?

Rodrigo de la Serna.: -Es cierto que tenemos en nuestro haber el bagaje de lo que fueron esos meses de rodaje. Aunque yo no he visto nada del material. Nada. Excepto cosas de doblaje o escenas que quedaron muy bien y el director te la quiere mostrar. Así que en un punto todos estamos como los espectadores. A la espera.

-En algunos avances se pudo ver cierto beso. Un bum bum ciao entre Berlín y Palermo…

Pedro Alonso: -Lo nuestro va a ser un Apocalipsis Now pero de sexo (carcajadas).

R.d.l.S.: -Esa escena es una bomba. Es muy interesante pasaron muchísimas cosas. Pocas veces sucede que empieza a encarnarse en un rodaje algo medio teatral. Hay un rigor técnico muy puntual en las series pero yo sentí que se desvanecía todo alrededor nuestro, que estábamos en una caja negra y que era casi de improvisación más allá de lo puntilloso del guion. Esa improvisación devino en algo realmente muy fuerte, como que pasábamos a otra dimensión.

-Berlín y Palermo son como las dos caras de la misma moneda, despreciables y encantadores, carismáticos y profundamente misóginos. Hoy en día, con la visibilidad que toman los reclamos femeninos, ¿hay algún tipo de reserva o planteo a la hora de encarnar a alguien así?

P.A.: -No. Somos actores y si reivindicas una línea de lo que estás hablando es porque procuramos enseñar la herida. Y el precio de esa decisión. No es una cáscara que se regodea en sí misma y ya está. Cuando hay tesituras tan extremas siempre hay una carencia, un daño, un hueco por llenar. Y estos dos son animales muy heridos. Muy poderosos, muy oscuros muy capaces pero muy dañados por dentro.

R.d.l.S.: -Premisa de teatro. Clase número 1. No moralizar el rol. No juzgarlo. Por otro lado, estos ingredientes están puestos para visibilizar esas cuestiones. Los realizadores saben de qué están hablando y cómo lo están enfocando. En el caso de Palermo la misoginia es claramente patológica y patética, lo expone de manera muy clara, y esas personas aún existen. Hay que ir a fondo con eso.

-¿Y a ustedes, en tanto actrices y mujeres, como las interpelan estas cuestiones de las que se vale la serie?

Alba Flores.: -Todavía estamos esperando a que llegue el matriarcado (risas).

-¿Y cuándo será eso?

A.F.: - ¿Quién sabe? Quizás a la temporada dieciocho se consigue darle la vuelta a toda la banda. Ha sido difícil porque la serie puede ser disfrutada desde ese cristal, ese prisma. Era complicado. Hemos llegado a reunirnos las mujeres con los guionistas para hablar de este tema, por cómo lo querían encarar ellos y lo que queríamos encarar nosotras. Llegamos a una conclusión: “esta no es una serie feminista”. Esta es una serie de entretenimiento que va sobre otra cosa. ¿Tiene personajes que son feministas o que pueden ser reflejo de este movimiento? Sí, pero con situaciones que a veces dan pinceladas sobre esos conflictos. Pero esa no es la esencia de esta serie. Aunque me encantaría que le hubiesen dado más espacio.

Esther Acebo: -Como actrices eso es un orgullo. No es una bandera de empoderamiento femenino pero tienes escenas o momentos que cada una lo va a defender desde su lugar, de lo que el personaje le pone.

-Alba, el público también te conoce tu papel en Vis a Vis, otra mujer de armas tomar, ¿qué sucedería si Saray fuese parte de esta banda?

-Sería Denver. Sin dudas, sería Denver y estaría de novia con ella (señala a Acebo).

-¿Para cuándo otra serie con la vida previa de sus personajes?

R.d.l.S.: - Esa sí que es una fantasía muy concreta. Quién no se imagina el pasado de estos personajes. ¿Cómo se conocieron? ¿Hicieron otros atracos juntos o no? Hay para investigar y charlar largo.

P.A.: -Lo interesante de todo este rollo es que La Casa de Papel ha instaurado una categoría en sí misma. Narrativamente hay un potencial muy amplio. Palermo y Berlín son dos cerebros perturbados, excéntricos, sofisticados, emocionalmente muy ambiguos y extremos, con su historia romántica afectiva extraña. Narrativamente tienen un recorrido alucinante. Pero al margen de todo lo que se especula yo prefiero concentrarme en el más puro presente. Ya veremos qué pasa con nuestras vidas después de esto.