Desde Barcelona

UNO No en el principio pero sí en el durante --y vaya a saber Rodríguez hasta cuando-- el Verbo es yendo. Gerundio del verbo ir. Por ejemplo, uno de los que pone la RAE: La situación se nos está yendo de las manos. "Buen ejemplo pésimo", piensa Rodríguez --llegando el principio del mes más cruel y pasando facturas-- yendo desde la cocina a su sofá de cabecera y cabezada a lo ancho y largo de quincena que no fue tal y es que por algo la llaman cuarentena, ¿no?

¡Felices Siestas!

DOS Si hace unas semanas (una eternidad en tiempos que corren y se arrastran) Rodríguez no dejaba de escuchar en su playlist mental aquel viejo y contagioso rock llamado "La plaga", lo que ahora no para de oír, memorable y memoriosamente, es otra canción algo más ominosa y claustrofóbica. "Yendo de la cama al living". Y no se acuerda de quién era o es. Así que YouTube. Y, de pronto, claro: el argentino Charly García. Y el propio paso de Rodríguez por una Buenos Aires, a principios de los '80s, saliendo de la cólera de una guerra loca y de una dictadura demencial. Y él tras los pasos de su prima/primer amor Mirta. Y los dos gritando "Sientes el encieeeerro...". Como ahora mismo, Rodríguez yendo por los pocos metros cuadrados de su pisito de separado. Y entendiendo a ese corto y sinuoso camino --porque no quiere volverse tan loco-- como si se tratase una gran expedición. Rodríguez a la caza de su arca perdida por el templo de su internación, sintiéndose el más arriesgado de los in/exploradores mientras, en su televisión, el comparecedor serial Pedro Sánchez ha sacado ahora a hablar al ministro científico y astronauta Pedro Luque. Lo que, subliminalmente, comunica un mensaje un tanto inquietante: el que tal vez, la única solución, sea la de ir yendo en busca de otro planeta a enfermar.

TRES "¡Es lunes! ¡O martes! ¡Por Tutatis!", exclama Rodríguez como si descubriese --en un rincón de su mínimo piso que no deja de moverse-- una pequeña pero irreductible aldea gala. Ahora todo es novedoso a la vez que familiar. No es lo desconocido pero sí lo reconocido. Los nombres de los días nativos de la semana se antojan apellidos extranjeros. Y el humor cambia varias veces en 24 horas como si fuese las estaciones del año que, en cualquier caso, venían siendo cada vez más parecidas aunque se pudiese cambiar el sol. Y ciertas actitudes extremas de principios de encierro (encierro es el alias de todos los días) ya no son. Y cambió la hora: "A las 2 serán las 3, y da igual", tituló La Vanguardia con gracioso hastío. Y --Fase II-- paralizada toda actividad "no esencial". Así que Rodríguez ya no consulta obsesivamente noticias falsas o cifras imprecisas o proyecciones inciertas de contagiados y muertos. Después de enterarse de que los tests chinos comprados no servían para nada, decidió que era una pérdida de tiempo cada vez más valioso y, posiblemente, menos cuantioso. Ya no hay ninguna vibración en eso. Ya no tienen un poquito de amor para dar todas esas hipótesis acerca del Covid-19 con cada nuevo titubeante "especialista" súper-héroe llevando su nombre al cielo y conjugando en vano un "podría", creemos", "suponemos", "quisiéramos". Y la mayoría de ellos han sido suplantados en las tertulias de tv por psicólogos aconsejando ya no sobre la fiebre vírica sino sobre la cabin fever y proponiendo manualidades o aprender mandarín. En cualquier caso, no se deja de repetir eso de "vienen los días más duros-difíciles-terribles"; por lo que Rodríguez no puede sino preguntarse si los terribles días en cuestión nunca acaban o es que no dejan de llegar. Ahora, Rodríguez se informa en dosis homeopáticas. Y de tanto en tanto, sí, cierta nostalgia. No tanto por la vida "normal" sino por el ya entonces anormal principio de todo este final. ¿Qué estarán haciendo muchos jóvenes un tanto hipersensibles a las "medidas drásticas que tendrán consecuencias" que se quejaban de entrar en un "estado policial orwelliano"? ¿Qué habrá sido de tantos mayores ya curtidos en el espanto que no dejaban de manifestar sus dudas en cuanto a lo que se ordenaba demasiado lento pero a las apuradas? ¿Tendrán todas esas celebridades --Gritty Greta incluida-- de verdad coronavirus? ¿O será una nueva forma de publicidad: padecer y sobrevivir como gran éxito profesional? ¿Se contagió el Príncipe Charles para, al menos, portar algo que suene a corona? ¿Quién volverá al Palacio de Hielo de Madrid ahora reconvertido en morgue porque ya no caben muertos en los sitios que solían frecuentar? ¿Y la República Imaginaria de Catalunya; y el alguna vez inimaginable Brexit; y la Unión Europea que se ha quedado sin imaginación y que, a partir de ahora y de la última Cumbre de tensión, será lo que sea menos unida? ¿Y tanto que ahora se siente más como inminentes y febriles recuerdos que claras y transparentes lágrimas en la lluvia? A todo ese inconsciente colectivo Rodríguez lo saluda mientras vadea la orilla del dormitorio y echa el ancla en el baño antes de continuar travesía rumbo a su living (dead) y entrar al Imperio de Netflix para vivir en un mundo de cine decidiendo qué empezar a ver o qué dejar de ver. Ver o no ver, esa es la cuestión. Y lo que ve es una película que transcurre hace un año y en la que, en una escena, alguien tose a pocos centímetros de alguien sin cubrirse la boca. En una calle llena de autos y de peatones. Y sí: ya es una película de época.

CUATRO Y cada dos por tres Rodríguez --también estando verde-- no puede evitar el imaginarse cómo será todo ahí fuera si alguna vez vuelven a dejarlo salir de adentro. ¿Se producirá avalancha de partos o de divorcios de aquí a unos meses? ¿Se precisará la cantidad de familias que padecieron del Síndrome de El Resplandor? ¿Se encontrará trabajo para el ya más de un millón de despedidos y los incontables "beneficiarios" de un ERTE? ¿Habrá por fin aprendido el "Para Elisa" su vecina-guantánamo? ¿Publicarán muchas auto-ficciones de millenials narrando sus resecas encerronas ahora que se aguó la abierta y lubricada fiestita del poliamor malentendida como novedad generacional cuando es la más retro de las antiguallas? ¿Cómo harán Pablo "Saltador de Cuarentena" Iglesias & Irene "Seguí Instrucciones de Nuestros Expertos para el 8-M pero no las de la OMS" Montero (la ultraderecha de Vox al menos pidió disculpas por su aquelarre de ese fin de semana/mundo) para cumplir todas sus promesas imagine-utópicas? ¿Se alcanzará la tan deseada por unos cuantos extinción total de una especie ya hace rato en peligro conocida como "clase media"? ¿Habrá señales de algo que viva en todo?

Y no es que Rodríguez no tema a un breve y fulminante Apocalipsis, pero ay del largo y agónico infernal Purgatorio de la supuesta y tan mentada futura "reconstrucción".

Memo para memos / No confundir lo "inimaginable" de todo esto con el no haberse molestado en imaginarlo: cuando vuelva, la normalidad no va a ser normal. Y cabe (aunque su depto sea tan pequeño) preguntarse cuántos se habrán vuelto ya adictos a esta extrañeza y la extrañen y prefieran quedarse en ella: en pijama y en pantuflas y en casa.

Sin salir y sin salida.

Solos y tan solo yendo.

CINCO No bombardeen Barcelona.