Estos días nos dedicamos a hacer un ejercicio poco usual. Hicimos zapping por toda la batería de canales que nos ofrece la televisión y nos llevamos una sorpresa. El Coronavirus ha hegemonizado no solo la programación de nuestro país, sino también, la de todos los noticieros del planeta ¿No nos cree? Haga el intento y compruébelo usted mismo.

Si lo hizo, se dará cuenta que ocurrió aquello que no tenía que ocurrir: la cuestión del hambre fue borrada de la agenda mediática. Es que se dejaron de ver los resultados nefastos de las políticas de exclusión en todo el mundo porque han sido enterrados bajo toneladas de escombros de información que privilegiaron el Coronavirus, usándolo para tapar aquello de lo que no se tiene que hablar.

De hecho, la agencia de la ONU para los refugiados sostiene que según Unicef, el Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el 2017 murieron 6.300.000 de niños y niñas por causas prevenibles, aparejadas a la pobreza. Sin embargo, nadie habla de ello. Nadie proyecta la curva del crecimiento de muertes por el hambre. Nadie invita a especialistas para hablar acerca de cómo revertirlo.

Lo único que vemos es que los empresarios se preocupan por la recesión, que las bolsas se desploman mientras otros compran las acciones a precios que, según los especialistas, son irrisorios. Esto significa que la economía financiera global está basada en el consumo y en la búsqueda de aquellos bienes y servicios que el mercado necesita que se vendan. Cuando la gente deja de hacerlo, la economía se cae, siendo esto lo único que le interesa a las corporaciones mediáticas, porque muchos de ellos, comparten acciones con el poder financiero, que es en síntesis, el poder real.

Los medios lucran con nuestro miedo. Por ella la solución está en nuestras manos, no solo lavándolas, sino también, para tomar el control remoto y apagar el televisor, o al menos consumirlo menos. Es básico seguir las recomendaciones de un gobierno que se está haciendo cargo de la situación, recuperando un Estado que fue vaciado en los últimos años, superando las afirmaciones del ex Presidente para quien "el populismo es más peligroso que el coronavirus" o de ex Secretario de Salud que se permite recomendaciones hoy cuando se calló frente al desguace.

Los propios medios, que hoy hacen la crítica hacia la aerolínea de bandera porque no programa con mayor rapidez la vuelta de los y las argentinos que están varados en el exterior, olvidan hoy sus permanentes látigos contra el déficit de la empresa y no se preguntan qué pasaría si no existiera una línea aérea estatal.

La pandemia nos dejará varias lecciones, pero sin duda una será la imperiosa necesidad del Estado en algunas áreas claves, con poder de decisión y autonomía para enfrentar con valor las respuestas que se requieran.

La elección de la ciudadanía en octubre marcó ese rumbo y el gobierno hoy está cumpliendo con esa expectativa, y más allá de una imposición cultural marcada por el individualismo y el "sálvese quien pueda", lo colectivo vuelve al centro de la escena. Ya lo decía alguien que también luchó y dio su vida por lo colectivo: "la realidad es la única verdad". Hoy se está imponiendo.

Comprometamos nuestra responsabilidad en esta hora decisiva y tengamos una memoria activa para que, pasado el crítico momento, no nos dejemos llevar por espejitos de colores. O para decirlo más claramente: por un mercado que pretende ser el dios y que hoy demuestra su verdadera esencia, el interés personal, no el bien colectivo. Para eso está el Estado, y así tiene que ser.

* Magister en Políticas Sociales

** Magister en Comunicación