Este último lunes de un tiempo sin abrazos, a sus 89 años, se despidió Mele Bruniard.

Con ella se va un mundo de figuras fabulosas que había inventado y que habitaba. Mi madre guardó toda su vida una tarjeta de Navidad y año nuevo con un grabado suyo que nos enviaron ella y Eduardo Serón hacia 1972. Entrevisté a Mele en el año 2000 en la casa de ambos en Rosario, cuando ganó el consagratorio premio Trabucco y publicó Bestiario, su hermoso libro de grabados. Aquella tarde, ella sacó de entre sus archivos un cuaderno que era uno entre muchos, lleno de dibujos de seres fantásticos, letras y palabras extrañas. Me contó que eso era lo que dibujaba durante sus propias clases en la Escuela Provincial de Artes Visuales. Su rostro adusto de profesora temida cedió y dejó paso, como por encanto, a una sonrisa de niña traviesa. Mele me leía en voz alta las palabras indígenas o latinas que había encontrado y anotado (muchas eran nombres científicos de caracoles marinos) y se reía a carcajadas a medida que las pronunciaba. Estiraba las vocales, las íes sobre todo; las emitía en registros más agudos y reía. Con esas palabras creó el idioma edénico en el que dialogan los "bichos" de sus grabados. 

Sentí que estaba ante un ser de una excentricidad admirable. ¿Le causaban gracia esos vocablos olvidados que acumulaba, o le daba alegría su talento como de chamana para inventarles a los animales un lenguaje sonoro y gráfico? Mele desplegaba su grimorio de hallazgos taxonómicos zoológicos y en su voz yo oía cómo gorjeaba su memoria, los animales montaraces que la poblaban. Doce años más tarde supe que en 1955 había ilustrado los Cuentos de la selva de Horacio Quiroga: una pareja hecha en el cielo, como quien dice. Aquella tarde me contó que el apodo Mele se lo puso su abuela ciega. Había nacido en Reconquista (Provincia de Santa Fe) el 19 de noviembre de 1930. 

Por uno de esos chistes amargos que el alma del mundo suele hacernos a les humanes, "Aislados" se llamaba el programa donde Pablo Feldman la entrevistó en la isla en 2012. Ese año tuvo lugar su exposición retrospectiva en el Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino, de Rosario, en cuyo libro catálogo escribió la curadora, Nancy Rojas: "El grabado es la práctica que la artista abordó desde sus primeras incursiones en el arte en el taller de Juan Grela, para crear un universo de trabajo propio". En esa exposición pudo verse un autorretrato firmado con las iniciales N. E. B. : Nélida Elena Bruniard. Ya llevaba por entonces 70 años viviendo en Rosario. Había venido al comenzar su adolescencia. Como muchas artistas mujeres, Mele saboreó a edad avanzada los reconocimientos. Hoy, copias ampliadas, pintadas, de estampas de su "Bestiario", embellecen los galpones del CEC; en el actual Centro Cultural Fontanarrosa se luce desde 1980 "Desde el origen", un mural cerámico basado en un boceto suyo.

 Damero enigmático, xilografía. 

Otra imagen de su autoría se reproduce en la tapa de un libro de poemas de María Cecilia Micetich, quien la despide ayer con estas palabras: "Adiós, querida Mele Bruniard... nos queda tu obra para recordar la sonrisa que tallaste en nuestro mundo... Te digo adiós mientras sigo escribiendo tu poema nacido de un sueño. Hasta siempre".

Un martes 13, el de junio de 1961, Mele se casó con el pintor y arquitecto Eduardo Serón, quien la sobrevive y ojalá reciba en forma presencial todos los abrazos que necesita en este duro tiempo de distancias. En aquella visita del 2000, la vi jugar a Mele con la mirada sobre sus pinturas, encontrando figuras de la naturaleza allí donde él se había esmerado en despojar la forma de referencias. Entre los reconocimientos que Mele pudo disfrutar en sus últimos años, se encuentran la exposición de sus dibujos inéditos en la galería Diego Obligado y el libro que la editorial Iván Rosado publicó en 2015 con esa serie de obras, cuyo título completo es: "Dibujos realizados con pincel, plumín y Pelikan Graphos". Ya había sido inmortalizada de joven por la cámara de Anatole Saderman, mirando al objetivo con una firmeza de ojos negros comparable a la de sus gubias y sus tintas xilográficas. Sin embargo, en esa mano firme había la caricia, porque nadie como ella (véase el video por Fabián Scabuzzo ) grabó con tanta suavidad y misterio el pelaje y los ojos de los gatos. Ya alcanzó sus sueños, y ya el sueño la alcanza.