“Netflix is the devil”. La sentencia dicha en voz alta por el hombre de camisa celeste y rigurosos anteojos oscuros, despertó las miradas de los escasos clientes que se encontraban en un bar árabe de mesas demasiado inestables en el barrio de Palermo. Si se les hubiese advertido que se trataba de Diego Curubeto, director, guionista, escritor de afiladas columnas criticas de cine, jazz y otras melodías, pero sobre todo un apasionado de películas fantásticas, de terror y de monstruos, hubiesen comprendido que alguien capaz de escribir el más completo y con mejor prosa libro-enciclopedia titulado Cine Bizarro + de 100 años de películas de terror, sexo y violencia, tiene los argumentos suficientes como para repetir esa frase todas las veces que quiera a lo largo de la noche. De hecho, ante la mirada perpleja del mozo lo volvió a hacer: “Netflix is the devil”.

Cine Bizarro apareció por primera vez en 1996 y hoy, después de 24 años, vuelve a las librerías en una edición actualizada a través del sello Mansalva. Todo el fantástico mundo del cine de las grandes ideas y de los bajos presupuestos vibra en las 370 páginas --a dos columnas-- de esa investigación de la que participaron, en la actualización de las entradas, dos especialistas en temas cinematográficos como Mariano Kairuz y Matías Orta.

Qué es, cómo es, y de qué materiales están hechos los sueños y pesadillas de las películas del llamado cine bizarro –ese universo fílmico que los adjetivos extraño, raro o misterioso no alcanzan a definir– lo explica Curubeto a través de la selección (en orden alfabético y por temas), de cientos de títulos, directores, actores, personajes y productoras, a quienes les dedica precisos artículos (entradas) que, además incluir datos duros, anécdotas y frases, son por sí solos verdaderas piezas literarias forjadas al calor de la escritura de quien sabe que sin humor esa clase de cine tampoco se termina por explicar. (Una muestra: define el género Péplum como: “Película de acción ambientada en tiempos lo suficientemente antiguos como para que los actores tengan que usar sandalias y túnicas”).

Recorrer Cine Bizarro significa participar de una aventura laberíntica donde el lector que se lance en busca de la filmografía de Jess Franco, por ejemplo, puede terminar leyendo sobre Drácula y el cine de vampiros o sobre los films de zombies, y de ahí saltar al expresionismo alemán o a Bela Lugosi; quien quiera saber qué designa el cine B, el cine de culto o el Cinesmascope, puede perderse y desasnarse también sobre qué es el found footage, el gore, el mondo films y tantos otros subgéneros; aquel que quiera indagar sobre la filmografía esencial de Lon Chaney puede que termine enterándose de películas poco vistas de Dario Argento, Álex de la Iglesia, Roger Corman, Jacques Tourneur o Tod Browning; e incluso aquel que quiera rastrear lo bizarro en nuestro país a través de figuras como Nathán Pinzón, Martín Karadagián, Narciso Ibáñez Serrador, Mario Bava o Isabel Sarli es posible que termine por comprender la decisiva importancia de productoras como la Hammer films o la Universal Pictures, entre otras tantas maravillas.

“Este libro es la demostración de por qué yo, un creyente, digo que Netflix es el demonio” sentencia otra vez Curubeto luego de repasar parte de sus asombrosas aventuras: egresado de la Escuela de Cine del INCAA, partícipe de producciones de Roger Corman en Argentina, autor de los libros Babilonia Gaucha, Babilonia Gaucha Ataca de nuevo, y Cine de Super Ácción (junto a Fernando Martín Peña), y director del largometraje Carne sobre Carne. Intimidades de Isabel Sarli.

“El libro original, editado por Sudamericana en 1996, lo hice para mí. Eran tiempos que no había IMDb (Internet Movie Database) y para escribir una nota tenía que treparme a la biblioteca y desempolvar catorce libros que estaban ahí guardados. Lo que yo quería era tener la data básica de todos esos libros, en uno solo. Es decir quería un libro que se pudiera consultar hasta en el baño”, dice Curubeto y abre el ejemplar que está sobre la mesa para señalar un párrafo de sus “Notas a esta edición” donde explicó: “A diferencia de 1996, actualmente millones de espectadores saben perfectamente qué es el cine bizarro, a pesar de que sigue siendo un concepto totalmente subjetivo que se nos ocurrió con (Fabio) Manes. En todo caso, lo que es seguro es que mientras escribo estas líneas el cine bizarro ya es parte del establishment: todas las semanas se estrenan en los cines de todo el mundo películas bizarras de todo tipo y calibre, probablemente más de lo que sería necesario”.

Lo fácil es malo

Tras solucionar algunos problemas de estabilidad con la mesa que hicieron tambalear la cerveza y el cenicero (“A veces me convierto en Peter Sellers”), y luego de debatir con el mozo sobre el coronavirus (nota: esta conversación se realizó días antes de la reclusión obligatoria) Curubeto retoma los hilos de una conversación que se mueve desesperadamente como la cámara de Andrzej Zulawski en Possession: “Como te decía, lo curioso es que pasados tantos años ninguna de las películas mencionadas en este libro las encontrás en Netflix, quizás algunas de Harry Potter (personaje que fue agregado en la nueva edición), pero a veces ni eso. Cuando yo hice este libro no había Internet para bajarte películas. Y ahora que tenés todo, si yo quiero conseguir alguna de las películas mencionadas acá, me costaría más trabajo que en 1994. Por eso digo que es el demonio, ellos han empeorado todo. Te lo voy a explicar con una enseñanza que me dio mi maestro Homero Alsina Thevenet. Yo estaba escribiendo una nota, y al comentársela, me sugirió abordarla desde otro ángulo: 'Pero Homero, eso va a ser difícil', protesté yo. Y él me dijo: 'Mire Curubeto, nada bueno es fácil en la vida, y como lo que no es bueno no nos interesa, en síntesis: ¡Nada es fácil!'. Netflix es fácil, y lo fácil es malo. Te digo más: no hay semana que no vea tres películas que nunca vi en mi vida, y mirá que miro muchas, y dos veces al mes encuentro dos películas que no solo son más buenas que la mierda, sino que además de no haberlas visto no sabía que existían, incluso películas de directores que conozco. Por ejemplo, Alberto Sordi. Sordi es lo más grande que hay, tiene una trayectoria de no menos de 100 créditos, y si yo vi 14, exagero. No hay ninguna en Netflix. Y a mí me queda todavía el 90 por ciento de su filmografía por descubrir. ¿Se entiende? Ahora decime ¿cuál es el mayor poder que tiene el demonio? Hacerte creer que no existe, ¿no? Bueno, Netflix te hace creer que no existe nada que no esté en su plataforma, ¡¡¡Pacino no existiría si no estuviera en Netflix o en Amazon Prime!!!”

Diego Curubeto. Foto: Sandra Cartasso

Otra vez la voz de Curubeto llama la atención de los parroquianos. Uno de ellos se acerca, curioso pide mirar el libro apoyado en la mesa, luego de ojearlo dice: “¿Todo esto escribiste? Te mandaste un relaburo, ah, sos todo un capo vos, sos un genio”. Curubeto sonríe. Fuma. Comenta: “No tanto, apenas como Balzac: cinco por ciento de inspiración y el resto de transpiración. ¿Sabes cómo llamé yo a este libro durante los seis años que me dediqué a actualizarlo? The fucking never ending story. Porque es mucho más difícil agregarle algo a un trabajo que escribiste hace 24 años, que escribir las 500 páginas de la primera versión. Traté de ser fiel al Curubeto que era en 1996 y no hacerme el careta y corregir cosas que faltan, porque faltan un montón de cosas, pero agregar un millón y medio de carateres más a este libro sería un viaje directo al infierno”. Vuelve a abrir el libro y señala un párrafo de su “Manual de instrucciones” (explicación de las diversas maneras de lectura que pueden cometerse sobre Cine Bizarro) donde se lee: “No hay nada más terrible que tratar de actualizar un libro propio veinte años más tarde: lo único que uno querría hacer sería borrar todas las estupideces previas para reemplazarlas por nuevas pavadas. Por suerte el dúo dinámico M & M (Kairuz y Orta) se ocupó de debatir seriamente qué genialidades agregar”. Cierra las páginas y acota: “En muchos sentidos, este libro fue gracias a Kairuz que es un genio y que es el cerebro de esto, él fue quien me explicó por qué hay que poner a Harry Potter y por qué es tan importante Chuky para toda una generación”.

¿Y qué te negaste a incorporar?

-A Marvel. Porque es un libro en sí mismo. Igual que los spaghetti western o las películas de Kung Fú. Lo único bueno de Marvel es que logra que millones de adolescentes estén con el celular apagado durante tres horas en el cine ¿vos sabés lo que significa eso?

¿Y qué quisiste eliminar de la edición anterior?

-Mirá, veo que vos subrayaste la entrada sobre cine snuff. Yo lo incorporé en 1996 porque en ese momento entendí lo que venía. Me pareció un fenómeno interesante de aquellos años. Cronenberg decía que era más barato simular un asesinato que matar a alguien, en cambio hoy es al revés. Hoy un rugbier mata a alguien a patadas y todo se viraliza. En 1996 el snuff era ficción, y en la ficción todo vale. Algo en Hamlet huele a podrido, pero es ficción, ahora yo quiero oler a rosas en mi vida, que mi vida sea comedia. Durante años, después de haber incorporado esa entrada a la primera edición me llamaban para hablar de ese fenómeno, y yo quería hablar de Karadagian, de Lon Chaney, de Jacques Tourneur, es decir, de cosas que hacen la vida más feliz. A las 48 horas de salir Facebook live hubo un asesinato en vivo. Jack el Detripador no se filmaba y hoy hay quienes matan porque el asesinato se viraliza. El snuff ya es real, no es ficción. No me interesa, está en el libro porque prevaleció el criterio del editor.

Finalmente la conversación se desvanece. Curubeto habla de la reciente Gentleman de Guy Ritchie (“Me gustó”); discute con el mozo acerca de qué café es mejor si el turco o el cubano (“Si tardé 54 años en conseguir los 23 tomos sin censura de Las Mil y una Noches, bien puedo esperar un poco para probar tu café”), lamenta que Cecil B. DeMille no tuviera una entrada propia (aunque su nombre y obra aparece cuando se busca a Lon Chaney, Jodorowsky, Karloff o Price, por ejemplo), se refiere a Buñuel y al cine como iglesia, y hasta especula con la mejor ubicación para mirar películas (“yo prefiero la fila 7 o 4, levemente a la izquierda”). Finamente llega la cuenta, y el mozo del bar clausura la noche preguntándole a Curubeto sobre el origen de su apellido. El hombre de camisa celeste y rigurosos anteojos oscuros, sonríe: “A los 13 años fui a Brooklyn y agarré la guía telefónica, no había ningún Curubeto. Deduje entonces que mi apellido no era italiano. Y cuando fui al país vasco me dijeron: 'Curubeto has vuelto'. Ahí entendí que yo vengo de los vascos franceses y que mi tataratatara tío no es otro que Gustave Courbet. Yo estoy seguro que a Courbet le gustarían las películas de Isabel Sarli ¿sabés por qué? porque cuando vi su pintura L'Atelier du peintre lo entendí todo, ¡es Cinemascope!, y a mí me gusta muchísimo el Cinemascope”.