Minutos antes de comenzar a atender por primera vez a una niña a través de una plataforma virtual noté que me sentía tensa y exigida. ¿Cómo continuar a través de este dispositivo el trabajo que venimos sosteniendo en las sesiones? Luego entendí que estaba pretendiendo continuar el mismo trabajo cuando se trataba de algo nuevo ya que la realidad que estamos viviendo así lo es.

En la escuela pasó algo parecido, se intentó trasladar la tarea educativa a la modalidad virtual como si el contexto no hubiera cambiado.

En este momento de cuarentena el primer impulso consistió en continuar lo mismo pero a través de otro medio, luego nos encontramos con obstáculos que no provienen del recurso virtual sino de la realidad brutal que nos atraviesa.

La continuidad de la escolaridad en este tiempo de excepción y los modos de implementar su práctica nos interpela día a día.

Preocupa la desigualdad socio-económica que conlleva limitaciones de acceso a los recursos tecnológicos, libros y materiales escolares.

A partir del anuncio de suspensión de clases la escuela se encontró de golpe inmersa en una situación desconocida, algo que no estaba contemplado en ningún documento educativo. Un acontecimiento inesperado invadió y detuvo la cotidianeidad escolar.

El sistema educativo tuvo que salir a responder implementando propuestas . No hubo tiempo para planificar ni para pensar cuál es la función de la escuela en este momento de pandemia mundial. Una sorpresiva realidad lanzó al sistema educativo a actuar.

Ministerios, directivos, maestros y maestras salieron a dar respuestas con rapidez, a improvisar, a crear nuevos modos de sostener la transmisión de contenidos.

El lineamiento que recibieron los docentes centró su trabajo en los conocimientos.

De modo que hasta ahora lo que se intenta sostener es esa función de la escuela: la transmisión y construcción de conocimientos. El modo de llevarlo a cabo es trasladando la estructura presencial a la virtual o a los cuadernillos para completar. Una de las preguntas que nos hacemos hoy es qué lugar van a tener las demás funciones de la escuela como, por otro lado, también nos cuestionamos si es posible construir conocimientos por fuera del vínculo educativo y de la escena grupal.

Estamos viviendo una crisis mundial que nos interpela y pone patas para arriba lo que se encontraba naturalizado, las lógicas imperantes y las direcciones educativas construidas para la escolaridad.

¿Es posible sostener la escolaridad cambiando solo el instrumento?

Sabemos que no hubo tiempo para planificar, pensar, detenerse, preguntarse, no hubo pausa. No hubo tiempo para repensar un proyecto dedicado a este contexto pero sobre todo no tuvimos ni aun tenemos el tiempo subjetivo para tramitar la realidad que estamos atravesando.

¿Y si nos permitimos parar un poquito y darnos el espacio para pensar y revisar las propuestas educativas en este tiempo de cuarentena?

La educación a distancia fue una salida de emergencia, un llamado desesperado para seguir, para que no se pierda nada o casi nada, para que los niños y las niñas no se atrasen con los contenidos propuestos para cada grado escolar. Pero si hay algo que nos está sacudiendo a todas y todos es el descubrimiento de que va a resultar imposible que evitemos perder algo en el camino.

En esta crisis inesperada, podemos detenernos y preguntarnos a qué apuntamos con las tareas escolares ahora y cómo sostener una experiencia educativa por fuera de la escena grupal. ¿Les está resultando posible a las maestras y a los maestros acompañar a sus alumnos y alumnas en sus trayectorias escolares? ¿Es importante la cantidad de tarea? ¿Hay que cumplir con la misma cantidad de trabajos que se hacen en la escuela? ¿Los contenidos tienen que ser los mismos o necesitamos dar lugar a temas que nos atraviesan en este momento? ¿Se trata de llenar hojas del cuaderno o de proponer experiencias que permitan atravesar estos días de aislamiento físico sin aislamiento afectivo, de tender puentes para que los chicos se comuniquen, de hacer presente más que nunca el rol docente?

Hay niñas y niños que se enfrentan a mayores dificultades para sostener la educación en estas condiciones. Me refiero a los chicos y las chicas que presentan dificultades en el aprendizaje o en el trabajo aúlico por diferentes razones y a quienes se encuentran en situaciones de desigualdad económica y educativa.

En muchos casos los niños y niñas que se encuentran con proyecto de inclusión escolar quedan a la deriva solo sostenidos por los equipos de apoyo a la integración. El sistema educativo se encuentra con dificultades para alojarlos en las propuestas actuales. Necesitamos repensar cómo hacer lugar a la educación inclusiva en tiempos de cuarentena.

Son muchas las preguntas que interpelan a cada miembro del sistema educativo.

Para que la presencia docente llegue a las alumnas y a los alumnos necesitamos que las tareas enviadas a los hogares estén precedidas por la palabra personal de cada maestra o maestro. Los modos de sostener la función docente hoy nos desafía más que nunca. Desafía nuestra creatividad, desafía nuestra capacidad de pensar en equipo, para inventar algo juntos y juntas.

Los modos de sostener estos días de cuarentena pueden ser muchos pero en todos es necesaria la presencia de la maestra o del maestro: experiencias on line, videos, videollamadas, plataformas virtuales, cartas escritas a mano en los cuadernillos que se entregan. Cartas en las que incluyan su vivencia personal en la cuarentena que permitan que circule el afecto, el abrazo en palabras, que inviten al intercambio, a preguntarse por el otro.

Los alumnos y las alumnas necesitan que sus docentes vayan más allá de la propuesta de matemática. Que la palabra de la/el maestra/o acerque la tarea a los hogares.

Necesitamos palabras dirigidas a sus alumnos y alumnas y no sólo a los padres.

Palabras que además de incluir la propuesta educativa den lugar al diálogo sobre lo que nos está atravesando, que den lugar también a la construcción de lazos entre los compañeros y las compañeras. El lazo de cada alumna/o con su docente y el lazo entre las niñas y los niños del grado, que circulen sus producciones, que escriban una carta al resto de sus compañeras y compañeros contando qué hacen todos los días y cómo les están resultando las tareas y que esa carta les llegue a todo el grupo.

Habilitar intercambios, idas y vueltas, preguntas y respuestas.

De lo contrario enviar solo tareas y exigir su realización se reduce a llenar cuadernos con producciones.

Este tiempo de cuarentena desafía la creatividad de quienes trabajamos en educación para que la educación no sea una experiencia despojada de subjetividad.

Demos lugar al diálogo sobre lo que nos está ocurriendo, sobre los aplausos de las nueve de la noche, sobre el vecino que no conocíamos antes del aislamiento y que ahora es un nuevo amigo, sobre el virus, sobre la abuela, sobre los miedos, sobre los juegos, los videos, las películas, sobre cómo extrañamos a la escuela.

Demos lugar a los conocimientos de la mano de las maestras y los maestros. Sus palabras permitirán cargar de afecto y sentido a los aprendizajes.

Demos lugar a la palabra de las y los docentes, ¿Cómo están atravesando este proceso acelerado de su trabajo? ¿Qué propondrían?

Hoy la realidad nos desafía a todas y a todos.

Desde el lugar de cada uno y cada una podemos propiciar encuentros.

Psicopedagogas, madres, padres, profesionales de la salud, equipos vinculados a la educación y a la inclusión escolar, maestras, maestros, directivos, podemos generar encuentros. Los chicos pueden escribir un mail a su maestra, a su maestro preguntándole cómo está, pueden escribir cartas, mandar dibujos, le pueden contar como están, qué hacen en sus casas. Tenemos la posibilidad de buscar encuentros entre el grupo y proponer la realización de producciones conjuntas. Podemos generar charlas por teléfono, videollamadas y plataformas. Los padres y las madres pueden llevar cartas para que se adjunten a los cuadernillos que se reparten en las escuelas, cartas que se escriban entre compañeras y compañeros. Podemos tratar de evitar que el aislamiento social, preventivo y obligatorio se convierta en un aislamiento afectivo.

No permitamos que la cuarentena nos quite estar juntos y juntas.

Y cuando todo esto termine tendremos la posibilidad de valorar cuáles fueron los aprendizajes más significativos que construimos.

Fabiana Neiman es licenciada en psicopedagogía. Miembro de la coordinación clínica y del equipo de psicopedagogía de Fepi- Centro Dra Lydia Coriat.