El seleccionado venía jugando bastante bien. La concentración propuesta daba buenos resultados. Entre muchos hinchas del equipo nacional, que somos muy especiales como se sabe, empezaba a surgir la idea de que en el Mundo nos miraban con cierta envidia.

Otros, sigilosos, ladinos, aplaudían con sordina a la espera de un tropezón. Resulta que un día el DT se equivocó con los cambios, armó mal el equipo y sufrimos una goleada inesperada. A la mayoría nos provocó tristeza, pena, dolor. A otros, alivio. Porque los críticos que esperaban agazapados, cargados de odio, pudieron salieron de las alcantarillas y respirar el aire que necesitaban.

Titularon en los noticieros, con música fúnebre de fondo: Desastre, Drama, Tremendo, Todo mal. Tapas negras pusieron. Fue increíble ver como hablaban con periodistas argentinos residentes en otras latitudes y los inducían a que se unieran en las críticas.

"Acá estamos perdiendo diez veces más partidos" les respondieron más de uno. Igual siguieron batiendo el parche. Que no se sabe lo qué se hace, que se tiró por la borda todo lo que se venía haciendo. Pidieron cabezas, culpables, sangre, tienen nostalgias del DT anterior pese a todo el daño que nos hizo.

Es una vieja historia que el periodismo deportivo conoce muy bien. Tal vez lo mejor es que los ignoremos, que apoyemos lo que hay que apoyar para jugar lo mejor que se pueda y seguir sembrando futuro en el barro.