La peste del presente es más de lo que una mente paranoica promedio podría imaginar. Paolo Giordano afirma que el Covid-19 “va camino de convertirse en la emergencia sanitaria más importante de nuestra época”. En tiempos de contagio (Salamandra) es el primer libro sobre el coronavirus disponible por ahora solo en formato digital; empezó a escribirlo el pasado 29 de febrero, cuando el número de casos confirmados en el mundo había superado los 85 mil; una contabilidad que envejece a una velocidad inusitada y que para el escritor y físico italiano acompaña sus días. Se refiere al mapa interactivo de la universidad John Hopkins, que indica la propagación con círculos rojos sobre un fondo gris. “Quizá tendrían que haber seleccionado otros colores menos alarmistas, pero ya se sabe: los virus son rojos, igual que las emergencias”, ironiza el autor de La soledad de los números primos y advierte: “A estas alturas, China y el sudeste asiático ya han desaparecido bajo una enorme mancha; sin embargo, toda la superficie terrestre está moteada de rojo, y este sarpullido no hará más que empeorar”. Desde su casa en Roma, responde las preguntas de Página/12 por correo electrónico. “Espero que este gran sufrimiento lleve a las personas a querer buscar respuestas más profundas, y un alivio más duradero, y que haya una vuelta a los libros cuando esto se acabe”, escribe Giordano.

Silencio insólito

A diferencia de otros escritores, más parecidos al común de los mortales en términos de miedos y angustias que asedian a partir de la pandemia, Giordano cultiva la racionalidad del físico. “La expresión ‘en Italia’ pierde sentido: no existen fronteras, regiones ni barrios; lo que estamos atravesando va más allá de identidades y culturas: la propagación es la vara que mide hasta qué punto nuestro mundo se ha vuelto global, interconectado, inextricable”, plantea al comienzo del libro. “Atravesamos una etapa donde la cotidianidad queda suspendida y el ritmo habitual se interrumpe, como en esas canciones en que la batería se detiene abruptamente y la música parece simplemente dilatarse para no callar. Escuelas cerradas, escasos aviones en el cielo, pisadas solitarias resonando en los pasillos de los museos. Un silencio insólito por doquier”, agrega el escritor italiano que se decidió a escribir para “mantener a raya las especulaciones funestas” porque “la escritura consigue actuar como un lastre que nos mantiene los pies en el suelo”.

El fantasma de la imposibilidad de volver a escribir no se desintegró tan rápido como hubiera deseado. El peor enemigo de un escritor suele ser la estampida inesperada del éxito, una especie de tembladeral que resquebraja la tierra bajo sus pies. Un autor italiano –licenciado en Física Teórica– sale de la clandestinidad literaria a los 25 años con su primera novela: La soledad de los números primos. En poco tiempo vende más de 7 millones de ejemplares, se publica en 40 países y gana el Premio Strega 2008, el más importante de Italia. Luego de estar en la cresta de la ola, comenzaría el verdadero combate: cómo regresar al ring literario. Todo lo que intentaba narrar moría por abandono. De un viaje al desierto afgano en diciembre de 2010, en plan periodístico, asomó el embrión del El cuerpo humano (2012), una novela coral sobre las vivencias extremas de un grupo de militares emplazados en un lugar remoto. Giordano está convencido de que las peores guerras, las más sigilosas y esquivas, estallan en el hogar, como lo demostró en su tercera novela, Como de la familia (Salamandra) -que presentó en la Feria del Libro de Buenos Aires en 2016-, donde el bisturí de su escritura explora cómo la enfermedad y muerte de la señora A., la mujer que cuida al hijo de una joven pareja, hunde a ese matrimonio en un deterioro casi irreversible.

Giordano (nacido en Turín el 19 de diciembre de 1982) confiesa que mucho antes que la escritura las matemáticas eran su estrategia para ahuyentar la angustia. “Hay mañanas en que me pongo a improvisar cálculos y secuencias de números en cuanto me levanto, lo cual suele ser síntoma de que algo no marcha bien. Supongo que esto me convierte en un friki: me hago cargo", reconoce el escritor. "Pero resulta que, en la actual coyuntura, las matemáticas dejan de ser un pasatiempo de frikis para convertirse en un instrumento indispensable para comprender lo que está pasando y dejarnos de cábalas. Antes de ser emergencias médicas, las epidemias son emergencias matemáticas. Porque las matemáticas no sólo son la ciencia de los números, sino ante todo la ciencia de las relaciones: describen los vínculos e intercambios entre entes diversos sin importar su naturaleza, abstrayéndolos en forma de letras, funciones, vectores, puntos y superficies. El contagio es una infección de nuestra red de relaciones”.

Castillo de naipes

La clave está en reducir el R0 (erre sub-cero), que es el ritmo básico de reproducción del virus -que actualmente está en 2,5- por debajo de 1. “Si en algún momento las medidas extraordinarias de contención se relajaran, ya fuera en China o aquí, lo más probable es que R0 recupere su valor ‘normal’ de 2,5. Igual que si retiras la mano de un tubo a presión el agua vuelve a salir con la misma fuerza de antes, el contagio volvería a crecer exponencialmente”, precisa Giordano y revela que, como buen hipocondríaco, de tarde en tarde le pide a su mujer que le tome la temperatura. Sin embargo, aclara que no tiene miedo de caer enfermo, aunque sí tiene miedo de todo lo que el contagio puede cambiar, como “descubrir que el andamiaje de la civilización que conozco es un castillo de naipes (…) que todo se derrumbe, pero también de lo contrario: de que el miedo pase, sin dejar ningún cambio tras de sí”. Durante lo que fue “la última cena” con amigos, el escritor escuchó una y otra vez: “en una semana está resuelto”, “ya verás, un par de días más y todo volverá a la normalidad”. Giordano da en el blanco de un gran problema, esos que se revelan en circunstancias extremas: la gran resistencia que hemos desarrollado a la incertidumbre. “Estamos acostumbrados a imponerle nuestro ritmo a la naturaleza, en vez de que sea al contrario. Así, exigimos que el contagio termine en una semana y que todo vuelva a la normalidad: lo exigimos esperando que suceda así", resume el escritor el comportamiento de muchos. "Pero durante el contagio debemos ser conscientes de lo que es lícito esperar. Porque desear lo mejor no equivale a desear de la mejor manera: esperar lo imposible, o incluso lo muy improbable, nos expone a una constante desilusión. En una crisis como ésta, el pensamiento mágico no sólo se demuestra falso, sino que nos conduce directamente a la angustia”.

-¿En qué sentido habrá un antes y un después del covid-19? ¿Cómo afectará al mundo del libro, a los escritores y a las editoriales, esta pandemia?

-El mundo editorial, al menos en Italia, está padeciendo un duro golpe. A todos los niveles, pero sobre todo para los editores y las librerías, obligadas a permanecer cerradas durante al menos un par de meses. Y este golpe llega en un momento en el que ya llevábamos una larga crisis. Serán necesarias ayudas e incentivos para volver. Espero, tímidamente, que este gran sufrimiento lleve a las personas a querer buscar respuestas más profundas, y un alivio más duradero, y que haya una vuelta a los libros cuando esto se acabe. Aunque no estoy seguro de que esto pase. Por lo que concierne a los escritores, cada uno de nosotros ya se está preguntando cómo elaborar dentro de sí mismo lo que está pasando. Los grandes cambios marcan surcos importantes en la literatura y este seguramente está marcando ya el suyo.

Normalidad fingida

Ante el factor sorpresa, el hecho de que no hay vacunas disponibles todavía, “la única vacuna disponible consiste en una forma bastante incómoda de prudencia”, subraya el escritor que describe cómo comienzan a llegar, los primeros días de marzo, imágenes desoladoras de Milán, donde han cerrados las escuelas, las universidades, los museos, los teatros, los gimnasios. “Aquí, en Roma, aún se respira normalidad, pero es una normalidad fingida: la inminencia del cambio se palpa por doquier”, anticipa Giordano y agrega que el contagio ha condicionado todas las relaciones y trajo mucha soledad: “la soledad propia de una persona ingresada en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos), que tiene que comunicarse con los demás a través de un cristal”. Pero también el escritor percibe otra clase de soledad más difusa: “la de las bocas ocultas tras la mascarillas y las miradas llenas de recelo, la de quienes están obligados a quedarse en casa”. Como un cronista capaz de surfear sobre una cotidianidad que parece demasiado obvia, Giordano encuentra una frase que condensa la paradoja de estos tiempos: “Durante el contagio todos estamos al mismo tiempo en libertad y bajo arresto domiciliario”.

-¿Cómo se procesa o digiere el hecho de estar libres y al mismo tiempo encerrados? ¿El temor es que salgamos de esta pandemia con menos libertades, que haya un notable retroceso en términos de derechos?

-El peligro existe. Solo hay que pensar en los sistemas de tracking que se están poniendo en marcha para permitir la vuelta a la normalidad. Los datos sobre nuestros movimientos o sobre nuestras condiciones de salud serán recabados y archivados. Seremos todavía más vigilados de cuanto lo seamos ahora. Probablemente no haya alternativa, pero depende de cómo se hará todo esto. Porque las consecuencias durarán incluso después de que se acabe la emergencia. Es posible también que muchos sientan la necesidad de un Estado más fuerte y autoritario, que los haga sentir más protegidos. Tenemos que vigilar cada aspecto de nuestra civilización que demasiado apresuradamente solemos compartir en esta fase para tener más protección.

Para Giordano “la epidemia nos anima a pensar en nosotros mismos como una colectividad; nos obliga a hacer un esfuerzo que simplemente no haríamos en una situación normal: reconocernos inextricablemente conectados a los demás y tenerlos en cuenta en nuestras decisiones. En tiempos de contagio somos parte de un único organismo; en tiempos de contagio volvemos a ser una comunidad”. Prudencia y paciencia se despliegan en las sesenta páginas del libro. “Lo que hacemos o dejamos de hacer durante el contagio no nos afecta únicamente a nosotros: ésa es una de las cosas que me gustaría recordar cuando todo esto haya acabado (…) En tiempos de contagio, la carencia de solidaridad es, ante todo, una falta de imaginación”, postula el escritor y físico italiano y señala que existen en África “millones de Ultrasusceptibles por causas sociales y económicas, y su destino, pese a que están lejos geográficamente, nos toca muy de cerca”.

-La impresión es que hoy más que nunca se vive "la angustia del día a día". ¿La idea de futuro murió con el Covid-19?

-El futuro está suspendido. Pero este es también un momento en el que somos libres de imaginarlo diferente, nuevo, tal vez más parecido a lo que nos gustaría. El presente es difícil y triste y trabajoso, pero nadie dice que el futuro tenga que ser peor. Yo no soy un gran optimista, pero tampoco me apegaba a un futuro que me parecía preconcebido e imposible de modificar hasta hace un mes. Hoy me parece que por lo menos puedo imaginarme algo diferente…

En tiempos de contagio es un libro urgente, escrito contra el fatalismo que provoca esta pandemia. Giordano propone aunar ideas y emociones en un final que abre las puertas a lo que vendrá: “Contar los días. Traer al corazón sabiduría. No permitir que tanto sufrimiento sea en vano”.