El virus venía corriéndonos desde hace unos días. Mordiéndonos los talones. Al parecer nació lejos en una ciudad desconocida en China. Pero viajó de mano en mano, de aliento en aliento. Penetró con sigilo, aquí y allá, en Italia, en Estados Unidos, Latinoamérica y el Congo Belga. Se declaró la alerta de pandemia mundial y el mundo se disolvió en el aire.

Las consecuencias que ha tenido y -que aún se suceden- pueden ser analizadas desde muchas perspectivas, pero lo que ha desnudado, sin dudas, es que la lógica de mercado no está pensada para garantizar los derechos humanos, mucho menos, para cuidarnos cuando estamos enfermos o débiles. En aquellos países donde la receta liberal se aplicó con mayor esmero, logrando un repliegue del Estado, priorizando lo económico y dejando en manos del mercado el acceso a la salud, fue donde la pandemia golpeó con mayor fuerza. El virus nos está mostrando entonces que los estados fuertes y la salud pública tienen poderosas razones para existir en beneficio de toda la población.

Lxs socialistas desde hace tiempo rechazamos el desmantelamiento del Estado e insistimos en la necesidad de fortalecer lo público. Lo hicimos ayer y a viva voz, cuando el discurso neoliberal hegemónico hasta unos meses atrás, se llevó puesto el Ministerio de Salud de la Nación. Lo sostenemos hoy cuando una crisis inédita pone en jaque los sistemas sanitarios en todo el mundo. Y, lo más importante, lo plasmamos en políticas públicas cuando fuimos gobierno en Rosario y Santa Fe. Si estamos en mejores condiciones de sortear este gigantesco desafío es gracias a nuestro formidable sistema de salud pública, ejemplo en el país y en toda Latinoamérica. Esa salud pública soñada por el compañero Hermes Binner y materializada con esfuerzo a lo largo de años de gobiernos progresistas y de trabajadores comprometidos, tendrá ahora su momento para incluirnos y cuidarnos a todxs.

La decisión de poner en aislamiento a la población es sin duda la adecuada. Ahora bien, no podemos olvidar que esas reclusiones son desiguales y no incluyen a los que no tienen donde resguardarse. Los sectores que se encuentran con mayores vulnerabilidades no cuentan con las condiciones materiales para soportar el confinamiento. El slogan “quédate en casa” se encuentra en los barrios periféricos de la ciudad con el límite claro que le imponen la necesidad y la angustia de los que tienen poco y nada. Al mismo tiempo, la obligación de llevar adelante el aislamiento domiciliario ha provocado una disminución de la actividad económica golpeando particularmente a los sectores populares medios y bajos.

Acudiendo a las distintas instituciones que prestan servicios alimentarios, tales como comedores, copas de leche, distribución de bolsones de mercadería a granel o un servicio de merienda, incluso en aquellas que no estaban habituadas a prestar un servicio alimentario, son hechos irrefutables de la imposibilidad de cubrir con los fondos propios de una economía familiar los gastos alimentarios de determinados grupos.

En este marco por demás complejo, remarcamos que los distintos niveles del Estado deben estar presentes y coordinando la disposición de recursos económicos para que, sumado al esfuerzo diario militante de una innumerable cantidad de compañeras y compañeros de organizaciones sociales que realizan dicha tarea en el territorio, la seguridad y la asistencia alimentaria sean consideradas una política de estado prioritaria. Ante esta normalidad que se disuelve en el aire, no elegimos salvarnos solos. 

* Coordinador municipal  Nueva Oportunidad. ** Concejala de Santa Fe. *** Diputados provinciales.  **** Ex secretaria de Desarrollo Social de Rosario.  

Integrantes de Fuerza del Territorio (FDT).