Leo en un diario que la nueva tendencia de la industria editorial en tiempos de pandemia es “ofrecer libros gratis”. Otros medios, reafirmando la dimensión bélica de la lucha contra el Coronavirus, se refieren a esta práctica como “liberación” de contenidos. Me interesa pensar los distintos aspectos que pone en juego este fenómeno.

1. Tendencias

Toda tendencia responde a una lógica preexistente. O bien reafirma las prácticas dominantes o el fenómeno incipiente surge frente a la necesidad de disputar nuevas dinámicas ¿Cómo y desde dónde pensar, entonces, la “suelta de contenidos” de forma gratuita como respuesta terapéutica a la pandemia? Una opción es analizar el lugar estratégico que ocupan las políticas culturales, quiénes son los sujetos sociales involucrados y cómo son las lógicas de participación de esos sujetos. Las empresas son un actor protagónico en el desarrollo de las industrias culturales. Un rasgo central del neoliberalismo es la capacidad que ha demostrado para “rehabilitar” su rol en las sociedades contemporáneas, vistas hoy como espacios que brindan un servicio a la comunidad. Lxs trabajadorxs de la palabra nos vemos diariamente interpeladxs por esta lógica. No solo se hace muy difícil el camino hacia la publicación sino que una vez que hemos sido publicadxs debemos tener presente que el libro, producto de años de trabajo, es un bien cultural que, como la pandemia nos está demostrando, tiene una dimensión que simula escapar de la lógica económica. Esta es la dimensión de la cultura al servicio de la justicia social. Libros que curan. No pongo en duda que distintas expresiones artísticas enriquezcan el alma, lo que parece quedar en suspenso frente a esta práctica de suelta de libros para quienes nos dedicamos a la escritura es cómo llenar la heladera, comprar lavandina, alcohol en gel, remedios, pañales. Y la lista es larga.

2. Rehenes

Resulta curioso pensar en la idea de “liberación de contenidos”. La pregunta que surge es ¿cuál era la condición en la que se encontraban días antes estos materiales? Si hay que liberarlos, ¿a qué estaban sujetados? Pareciera que hay que salvarlos, al menos temporalmente, de la ley del mercado. Sin consumidores, no hay mercancías. Entonces, nada mejor que cambiar el estatus de esos bienes. Alimento para el alma. Por eso quizás, hoy los libros (¿libres?) resulten imprescindibles. Surge entonces otra pregunta, ¿libres para quiénes? Una primera respuesta podría ser: para los que pueden pagar una red de Internet, tienen tiempo para leer y las necesidades básicas cubiertas. Otra respuesta: para las empresas editoriales que ofrecen un servicio a la comunidad en tiempos extremos, una inversión que permite sostener una imagen de marca. Otra: para el Estado, que delega en empresas privadas el servicio a la comunidad que podría haber cubierto a través de un sistema de bibliotecas públicas con acceso a material digitalizado. Lo que se pierde de vista en esta práctica delegativa que invita a lxs aisladxs a leer desde sus casas “libros liberados” son las condiciones de precariedad en la que nos encontramos lxs trabajadorxsde la palabra, a la que se suma la contracara del gesto solidario: dejar de percibir el dinero correspondiente al trabajo realizado. Dinero al que no podemos llamar salario por las condiciones contractuales a las que nos enfrentamos. Quizás la tendencia sea pensar que lxs escritorxs somos productores culturales que gozamos de una autonomía que nos permite donar nuestra fuerza de trabajo. Pero el capital simbólico no nos da de comer.

3. Nuevas dinámicas

Quizás este fenómeno de liberación de contenidos nos dé la oportunidad de pensar qué lugar ocupamos lxs trabajadorxs de la cultura en tiempos de sanidad y cómo podemos intervenir en tiempos de crisis. No hace falta una pandemia ni el aislamiento obligatorio para comprender que la salud de la cultura debe preservar a sus trabajadorxs. La figura del artista, aquel genio solitario que escribía desde su altillo, como así también la del productor cultural del siglo XXI, solo dejan en evidencia que los derechos no se conquistan individualmente. No hay autonomía posible cuando rigen las reglas del mercado. Seguramente, quienes hayan alcanzado cierta legitimidad, tendrán mayor poder de negociación y estarán en condiciones de obtener algún beneficio extra. Pero solo los colectivos de trabajadorxs podrán sostener, en el tiempo, la defensa de sus derechos laborales.

* Docente, escritora. Integrante de la Unión de Escritoras y Escritores.