¿Que és lo que está ocurriendo en el mundo? ¿Qué nos está ocurriendo a nosotrxs? ¿Qué imágenes, discursos, relatos producimos en medio de una catástrofe? ¿Qué nos pasa con nuestros cuerpos, afectos, estados, sentimientos? ¿Cómo amamos, queremos, deseamos, nos vinculamos, nos erotizamos? ¿Qué pensamos, tememos, odiamos en el confinamiento? ¿Cómo se configura la otredad? ¿Cómo será la vida post pandemia? ¿Existe tal cosa? ¿Tenemos ganas de pensarla? ¿Cambiará nuestra forma de producir vida, amor, sexo, política, ética, moral?

No todxs estamos viviendo de la misma manera la llegada del COVID-19. No todxs estamos en cuarentena, hay quienes siguen trabajando o quienes no tienen hogar para hacerla. No es lo mismo estar confinadxs en una casa con parque, que hacinadxs en una habitación. Solxs o conviviendo con quien te maltrata. No todxs estamos haciendo lo mismo, algunxs escribimos, otrxs cuidan a sus hijxs, otrxs cocinan, y muchxs ni siquiera tienen qué comer.

De lo que ya no se puede dudar es de que estamos frente a un acontecimiento histórico. Y oportunidad o no; creo que de esto no vamos a salir siendo iguales que antes. Es  imposible que no nos deje una marca. ¿Qué lecturas sensoriales y colectivas hacemos sobre lo que está pasando? ¿Será sobre esas lecturas la base con la que vamos a construir mundos posibles para imaginar y vivir luego? Porque aunque sea un "parpadeo cósmico" -como me dijo un amigo- somos parte del cosmos, y un parpadeo así, lo veo como una invitación política a pensar la vida.

¿Estamos frente una verdadera CRISIS de sentido de lo normal? Y si es así, ¿que haremos en los bordes e intersticios que dejó esta quebradura? ¿Sabremos consistir vitalmente lo que emerge como germen, como rareza, como insurgencia, como distinto a lo normado?

Y acá insisto con la idea de que lo que más se puso en jaque en este momento es la pregunta por cómo producimos y reproducimos existencia.

¿Qué es la normalidad? ¿Qué es una vida normal en el neoliberalismo? ¿Por qué nada detenía esa vida, sólo el COVID-19? ¿El COVID-19 mata más vidas que las que el neoliberalismo deja morir? ¿El COVID-19 mata más que las vidas que se lleva puesta el patriarcado?

El coronavirus ante todo está siendo como reflejo de un espejo: nos devuelve nuestra propia imagen. Se expande a velocidades inauditas en un mundo en donde la salud es mayoritariamente vista como una mercancía, y donde la vida es vida si es rentable, mostrable y vendible. Allí es que la peste hace estragos. Sorprende a las naciones. Deja desconcertados hasta a los más poderosos.

No creo que el virus sea más peligroso que la vida que estábamos viviendo antes de la propagación masiva mundial. Antes del confinamiento. En todo caso el detenimiento nos confronta (necesariamente) con todo esto.

¿Qué es lo que percibimos/escuchamos en la detención? Nuestra propia fragilidad.

El discurso del mercado es el discurso de la proscripción de la angustia, los malestares y las fragilidades. Poner en crisis el discurso de la normalidad neoliberal implica percibirnos como cuerpos afectados, que afectan otros cuerpos, al mundo, lo producen y, al mismo tiempo, éste a nosotrxs. Proceso de sensibilización y fragilización, que es también un proceso contra las formas crueles de existencia; porque la opresión ante todo es algo que se siente.

¿Será este un momento crucial para pensar a la ternura como una apuesta posible frente a esta crueldad? ¿Podremos inventar/pensar/producir otras formas de cuidados colectivos?

En este punto, pensar tanto la ternura y crueldad no como conceptos morales y religiosos, sino como maneras concretas en las que se vive.

Hay una disputa de sentidos. Lo que se disputa es el relato con el que vamos a contar esta historia. Y lo que está en juego es la producción de nuestro futuro más próximo. Desde lo más personal, íntimo, vincular, singular, hasta lo más masivo y social. El territorio de disputa es en donde acontece aquello que irrumpe como nuevo y que hace estallarlo todo: en el nivel de las vibraciones del cuerpo. El cuerpo que vivencia la pandemia como suceso histórico, el cuerpo del aislamiento social, el cuerpo del encierro, el cuerpo que padece el impacto de la precarización económica.

Los afectos pueden ser brújula para producir -no capital sino mundos posibles- y la posibilidad de afectación está dada por nuestra potencia -no viril sino vital- de fragilización frente a lo que -nos- pasa.

Escuchar el malestar. Incomodarnos. Angustiarnos. Extrañarnos. Enojarnos. Ponernos eufóricxs. Deprimirnos. Pensarnos. No saber. Habitar la incertidumbre no como un monstruo que nos detiene -que se vuelve monstruo en tanto se sustrae a la producción del capital y pone en jaque la normalidad neoliberal- sino como territorio de creación. Producir desde el desierto. ¿ Producir qué? Discursos, imágenes, acciones, sonidos, intensidades, frecuencias, cuerpos, afectos y afecciones que devengan de él: producir vidas, vidas éticas.

Escribo desde una fuerte convicción, desde una necesidad vital de pensar con otrxs, y desde un estado de incertidumbre que me atraviesa entera. Creo que el tiempo de las respuestas es un tiempo otro y que éste es el tiempo de las preguntas. En todo caso, las preguntas y las respuestas dependerán de nuestra capacidad de sensibilización.

*Psicoanalista, actriz, escritora.