El Fondo Monetario Internacional calculó que este año la economía global va a caer un 3 por ciento, lo cual implica casi tres veces la baja de 2009, cuando estalló la burbuja de las hipotecas subprime. El organismo publicó su informe “World Economic Outlook” en donde califica a la crisis económica derivada de las medidas de restricción sanitaria como el “Gran Confinamiento”, en una analogía con la “Gran Depresión” de 1929. Según las proyecciones del Fondo, este año la economía estadounidense caería un 5,9 por ciento; la eurozona, un 7,5 por ciento; Brasil, 5,3, y China desaceleraría hasta el 1,2 por ciento. La baja que se espera para la economía argentina es del 5,7 por ciento, el peor resultado de la región detrás de Venezuela y Ecuador, aunque teniendo en cuenta que ya se preveía una caída del PIB este año, el desmejoramiento de la proyección en el caso nacional es el más leve entre los países vecinos.

Hace apenas tres meses, el FMI proyectaba que este año la economía mundial registraría un crecimiento del 3 por ciento. Estados Unidos iba a avanzar un 2 por ciento, Alemania lo haría en un 1,1 y Francia en 1,3. Se esperaba que China creciera un 6 por ciento; Rusia, un 1,9; Brasil, un 2,2 y México, un 1 por ciento. Esos cálculos se dieron vuelta a una velocidad notable. Las mayores reversiones en las proyecciones corresponden a las economías de Italia y España, que tienen un giro de 9,6 puntos porcentuales con respecto a la medición de enero: en ese momento Italia iba a crecer 0,5 por ciento y ahora se espera que caiga 9,6 por ciento, mientras que España mejoraría 1,6 por ciento, y ahora caerá un 8 por ciento. En tanto, Alemania va a caer un 7 por ciento; Francia, un 7,2; Rusia, un 5,5 y México, 6,6 por ciento.

“Se proyecta que el ´Gran Confinamiento´ implique un giro dramático en el crecimiento económico global. Esta crisis no es como las otras. En primer lugar, el shock es muy amplio. La caída del producto asociada a la emergencia sanitaria y a las medidas restrictivas hace que las pérdidas de la crisis financiera global de 2008/2009 parezcan pequeñas. En segundo lugar, hay una fuerte incertidumbre acerca de la duración e intensidad del shock, tal como sucede en las guerras o las crisis políticas. En tercer lugar, las crisis normales incitan a los gobiernos a estimular la actividad económica al impulsar la demanda agregada lo más rápido posible. Sin embargo, ahora la propia crisis es consecuencia de las medidas de confinamiento”, explica el Fondo.

El informe del FMI indica que en los países que están sufriendo los brotes epidémicos más severos, hasta ahora ya se perdió el 8 por ciento de los días laborales. Se calcula que una semana de cuarentena implica una baja del PBI del 0,5 por ciento. Además, el organismo advierte que “hay riesgo severo de que el resultado económico sea peor, porque la pandemia puede ser más persistente o porque puede darse un brote luego de que se relajen la restricciones sanitarias”.

El FMI proyecta que el comercio exterior a nivel global (exportaciones más importaciones) puede desplomarse en un 11 por ciento y que en la actual situación cuarentena en buena parte del planeta sólo se está utilizando un 10 por ciento de los volúmenes normales de combustible, lo cual explica la caída del 60 por ciento en la cotización del petróleo Brent. En los commodities agrícolas, hasta ahora la caída de los precios internacionales ha sido más moderada que en combustibles y metales.

El FMI quiere instalarse en esta crisis como un actor coordinador del salvataje de las distintas economías nacionales. “Tenemos una red de seguridad financiera global más fuerte, con el FMI en su centro, que está ayudando activamente a los países vulnerables”, dice. Detalla que cuenta con un billón de dólares en recursos disponibles y que elevó los límites de los préstamos de emergencia, que espera que lleguen a 100 mil millones de dólares. También destaca las negociaciones para suspender el cobro de la deuda externa para los países más pobres, ubicados mayormente en Africa y también en la zona del Caribe.

El organismo también advierte a los gobiernos que las tradicionales respuestas de política fiscal contracíclica no necesariamente son la mejor opción en el actual contexto de cuarentena, en la medida en que pueden estimular el mayor movimiento en las calles. En cambio, subraya la necesidad de que el Estado sostenga los ingresos de los que perdieron su trabajo y apoye a las empresas para que puedan pagar los sueldos. Sugiere que políticas contracíclicas como por ejemplo la obra pública van a funcionar mejor una vez que termine la cuarentena, como modo de recuperación de la actividad económica.