Los intentos del intendente de Olavarría, Ezequiel Galli, de Cambiemos, por despegarse de la imagen de primer promotor del recital del Indio Solari que había desplegado los días anteriores al show, y mostrarse ajeno al interés del recital, consiste en una tarea de ocultamiento demoledora y difícil de completar con éxito: no sólo estaba enterado de que la cifra de simpatizantes superaría las 300 mil personas, sino que también promovió que los mismos vecinos vendieran bebidas alcohólicas sin control de ningún tipo, se ocupó de recorrer el predio para seguir los trabajos de preparación de las torres y el escenario, se mostró públicamente “planificando” el recital “histórico”, se presentó con el jefe de la Policía Distrital, Mario Busto, quien había encabezado el exitoso operativo por el recital del Indio Solari en Tandil, en 2016, para mostrar en qué consistiría la presencia de la Bonaerense que jamás existió. Mientras, el Concejo Deliberante avanza en el pedido de interpelación (ver aparte).

“Ustedes no se preocupen. Estoquéense, compren todo lo que puedan porque esta gente viene a consumir y ustedes les van a vender todo”. El 20 de febrero, en la sede del Fútbol Club Ferro Carril Sud, en la avenida Pringles y a ocho cuadras del predio La Colmena, Galli, reunido con lo que llamó su “gabinete itinerante” y 500 habitantes de los barrios Los Robles y San Vicente, alentó a vecinos y comerciantes, preocupados por el aluvión de simpatizantes cuyo número superior a los 300 mil ya era motivo de comentario en las calles olavarrienses, a no perder la oportunidad de llenar sus bolsillos.

La reunión la organizó Galli después del insistente reclamo en los medios locales de los vecinos del barrio Los Robles. Este diario ya informó sobre la presentación de la carta vecinal que solicitaba una audiencia, carta que Galli jamás respondió, pero que en modo elíptico aprovechó para organizar la reunión en Ferro y así aparecer tomando la iniciativa.

Los vecinos de Los Robles fueron los más preocupados por el recital. “No queríamos que se prohibiera el show. Muchos de nosotros seguimos al Indio y entramos a verlo –dijo a este diario María Luján Rodríguez, vecina de Los Robles y firmante de la carta enviada al intendente–. Pero había temor porque no escuchábamos ningún preparativo comunal por la enorme cantidad que ya sabíamos que traería el Indio. El hospital comunal era un motivo de orgullo y hace un año que está destruido y no tiene ni para gasas. ¿Cómo se atendería a toda esa gente? La comuna puso nada más que cuatro ambulancias”.

Durante la reunión en Ferro, los comerciantes se mostraron preocupados porque tendrían que cerrar sus persianas por inseguridad. Para tranquilizarlos, Galli se presentó con el comisario Mario Busto, jefe de la Distrital y que había dirigido el operativo en Tandil, en ocasión del exitoso recital del Indio en 2016. Busto levantó un planito de Olavarría y mostró a los vecinos cada esquina donde fijaría retenes policiales. En las inmediaciones del predio La Colmena sólo aparecieron unos 15 uniformados recorriendo el barrio Los Robles entre el miércoles y el viernes previos al show. El día del show los Bonaerenses circularon por el barrio con una pechera amarilla y a las 19 se retiraron a un retén en la entrada del barrio, a unas 6 o 7 cuadras del predio. De allí no se movieron más hasta que llegó el ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, dos días después.

El 3 de febrero, Galli se había mostrado en un tuit junto a su gabinete en lo que parecía una reunión de trabajo por el show. La imagen de esta nota es una captura de pantalla del tuit. “#HayEquipo. Planificando un recital histórico junto a funcionarios y voluntarios. #IndioEnOlavarria”, dice el texto. “Nosotros queríamos saber en qué consistía lo que estaba planificando porque lo único que hizo fue repartir folletería. Por eso pedimos la audiencia que nunca respondió”, agregó Rodríguez.

Durante la reunión en Ferro, Galli dijo a los comerciantes preocupados por la seguridad: “Ustedes tienen que estoquearse porque van a vender por cuatro, cinco o seis lo que compraron”. A los vecinos también los incitó a sumarse a la oportunidad histórica. “Olavarría es una ciudad grande y merece tener algo grande”, aseguró Galli, mientras señalaba que no habría menos de 230 a 250 mil personas, el mismo funcionario que después del recital intentaría a toda costa reducir la cifra imaginada a 150 mil.

Para que se sumaran a su ansiedad histórica, Galli les propuso la venta en la calle. Y para eso prometió en la reunión habilitar puestos de venta sobre las avenidas que desembocan en el predio, y que la comuna los alquilaría a 8 mil pesos.

Para facilitar la participación en el “negocio histórico”, Galli prometió en la reunión que daría habilitaciones para que aquellos que quisieran vender algo pudieran poner una mesita en la puerta de su casa con productos, y que lo habilitaría por 4 mil pesos. Durante la reunión una mujer con escasos recursos se quejó de no tener acceso y Galli, según aseguraron a este diario, aceptó: “Bueno, los que quieran pueden vender en la vereda y no les cobramos nada”. Así, las avenidas de acceso al predio estuvieron enmarcadas por vecinos con mesitas en las que se daban ofertas de 3 o 4 latas de cerveza por cien pesos. “No hubo control de ningún tipo, ni a quién ni qué se vendía. El ochenta por ciento vendió alcohol”, aseguraron.

El lunes 6 de marzo tuvo lugar una acalorada reunión en la Intendencia. Vecinos y comerciantes de la avenida Pringles, que habían invertido en bebidas, se encontraron con que los productores de En Vivo habían cerrado los costados de la avenida, con lo que los simpatizantes no verían las ofertas, del otro lado de las tapias.

Los vecinos cinchaban para que dejaran vender en ese sector, y los productores se negaban. Hasta que Galli intercedió y logró convencer a los vecinos de que pusieran sus mesitas sobre Avellaneda. Un video de la reunión le da veracidad a la información. Una semana después, Ritondo desembarcaba en Olavarría para dar su conferencia de prensa. Allí acusó a los productores de la venta ilegal de bebidas alcohólicas. Nadie lo enteró sobre la reunión en la intendencia.

La salida caótica del recital mostró también la ausencia de planificación. “Los chicos se subían a los techos de las casas porque no sabían por dónde volver –recordó Rodríguez–. Montones de chicas que aparecían llorando porque se habían perdido. Muchos vecinos, solidarios, abrieron las claves de sus wifi para que los chicos se pudieran comunicar con sus padres. El domingo la intendencia estuvo cerrada. Ni siquiera puso un teléfono. Después, mandó cinco camiones para sacarse de encima a los pibes que quedaban. Los choferes dijeron ‘quién va a Buenos Aires’ y se subieron un montón. Los tiraron en la ruta, 40 kilómetros afuera. Veías miles de pibes caminando por la ruta y haciendo dedo.”