Todo comenzó a principios de la década del 2010 con pintadas callejeras contra la comunidad boliviana, uno de los grupos migrantes más populosos de Mar del Plata. Poco después hubo un atentado al monumento a la Memoria, emplazado frente a la misma base naval donde funcionó un centro clandestino de detención en la última dictadura. Y más adelante se sucedieron violentos ataques contra pibas y pibes en la vía pública, especialmente en 2015, cuando sabotearon con palos de PVC rellenos de cemento un encuentro antifascista en Plaza España, atacaron a patadas a varias chicas frente a la catedral marplatense en el Encuentro Nacional de Mujeres, le abrieron la cabeza a una trans en La Perla y dejaron en terapia intensiva a un activista de la diversidad sexual.

Al militante y estudiante de cine Alan Sasiain le pareció que detrás de esos episodios en apariencia aislados había un eje que les daba una entidad orgánica, y creyó que podía encontrar una historia digna de ser narrada en un documental. Pero no lo convencieron las noticias que se empezaron a replicar en medios nacionales sino un hecho personal: “Cuando empiezan a extremarse los ataques y viajan al Colegio Nacional Buenos Aires a amenazar a unos chicos que habían atacado la basílica lindera después de una toma, veo a Franco Pozas, un pibe que conocía porque habíamos ido a recitales de punk y de rock, e incluso compartimos algunas manifestaciones en los 24 de Marzo. Él siempre se había referenciado con el anarquismo, pero me sorprendió verlo ahí con esos fascistas liderados por Carlos Pampillón, dirigente nacionalista de larga data en Mar del Plata”.

 

Liberado hace unos días en YouTube y en Vimeo, el documental El credo narra con detalle el ascenso y la caída del grupo neonazi que asoló Mar del Plata durante la década pasada. El gancho central de la película (que está subtitulada en seis idiomas y en poco tiempo superó las 15 mil visualizaciones) es su ritmo pendular y hegeliano. Por un lado muestra el crecimiento de esta cultura violenta y perversa que comienza en pequeñas células, deviene en entendimientos orgánicos y también pasa por internas, desde el Foro Nacional Patriótico liderado por el psicópata de Pampillón hasta la escisión juvenil de Bandera Negra. Aunque a la vez –y como reacción antitética– aparece la conformación de organizaciones antifascistas que dotan de cierto espíritu de cuerpo a minorías hasta entonces dispersas y agredidas, a la vez que permite construir una especie de grupo de investigación que obliga a la acción judicial.

El vórtice de todo esto es el juicio que se realizó a principios de 2018 en el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata, cuyas sesiones fueron filmadas y permiten seguir los testimonios cruzados de víctimas y victimarios, las distintas coartadas establecidas por el abogado defensor –un personaje siniestro que llega a disimular un saludo nazi frente a la querella– y el tenso instante de la sentencia, cuando los condenados (todos sub-30) rompen la fingida compostura con gritos, golpes y un alarmante desencaje emocional. Olesksander Levchenko fue condenado a 9 años y medio de prisión, Alan Olea y Gonzalo Paniaga a 9, Nicolás Caputo a 8 y medio, Giuliano Spagnolo a 5 y medio, y Franco Pozas a 4 y medio. Mientras que Marcos Caputo, menor de edad al momento de los delitos, recibió dos años de tratamiento tutelar.

Todo credo es político

“En 2011 me mudé a La Plata y comencé a estudiar Artes Visuales. Quería hacer mi primer largometraje y ahí encontré la historia. Hice la investigación con Javier Blasco, estudiante de periodismo, y cuando la comenzamos me encontré una ciudad con miedo: las víctimas no querían hablar ni exponerse, temían represalias”, recuerda Alan Sasiain. “Pero ahí ocurre justo el caso de las agresiones en Plaza España de 2015, que termina con la detención de varios, y entonces se suman nuevas estructuras narrativas. Lo mismo con el juicio, que no estaba en los planes pero le dio otra intensidad a la película, a tal punto que el rodaje concluye el mismo el día del fallo. Todas estos hechos inesperados le dan más relevancia política al documental.”

Otro hecho nodal fue el episodio en el Encuentro Nacional de Mujeres de MDQ, donde se demuestra que integrantes de Bandera Negra y el Foro Nacional Patriótico colaboraron con la policía en la represión de chicas que habían manifestado frente a la catedral. “Ahí se vio a toda la banda junta, a pesar de que ellos decían que estaban peleados entre sí. Se los ve cooperando con la policía y actuando organizadamente, en conjunto. Ese fue el día que, de alguna manera, desnudó su accionar junto con el Estado, lo cual también se evidencia el día de las elecciones de 2015, cuando los ves festejando en el búnker de (Carlos) Arroyo, el entonces intendente electo por el PRO.”

La investigación duró tres años e incluye imágenes propias, encuentros neonazis en asados, casas, campings, y hasta una entrevista a Pampillón, un referente ideológico que desparrama su influencia en la cabeza de los pibes pero que de todos modos no fue procesado por los ataques de Bandera Negra. “Aceptó ser entrevistado porque él también se la estaba jugando: sabía que estábamos haciendo un documental crítico, pero él luchaba para que el juicio tuviera otro final y la Justicia apañara ese camino de impunidad y violencia que estaba en pleno desarrollo. Para nosotros fue como filmar al enemigo.”

¿Hubo miedo al avanzar entre tanto escombro y basura? “Sufrimos algunas amenazas por redes sociales, algún que otro empujón, pero siempre estuvimos amparados por las cientos de personas que participaron”, minimiza Sasian. “El documental lo estrenamos en el Festival de Cine de Mar del Plata de 2019 y fue todo un hecho político. Hicimos tres funciones: dos en el marco del festi, pero luego pusimos una pantalla gigante en Plaza España, donde fueron los ataques más violentos. Hacía frío porque estábamos frente al mar y soplaba el viento, pero hubo más de cuatrocientas personas bancando. Con apoyos así, es difícil no sentirse protegido”.