“Este show es la exposición más elegante de lo que es el samba carioca”, dijo Caetano Veloso para presentar a Teresa Cristina. De vuelta en Buenos Aires, esta vez el cantautor brasileño trajo consigo una de las voces más encantadoras de la música actual de su país, a la que concedió la primera parte del show, con un set tan sencillo cuanto efectivo: voz, guitarra y canciones de ese taller ancho e insondable, con apariencia de inagotable, que es la geografía musical de Brasil. Fue el miércoles en un teatro Gran Rex que agradeció efusivamente la propuesta del bahiano, diferente a la que había mostrado en sus últimas visitas en este mismo escenario. 

“Una cantante, un guitarrista y un autor. Eso nos trajo hasta aquí”, anunció Caetano y dejó la escena para que Teresa comenzara con “O Mundo é um moinho”, un samba de Cartola. Y precisamente al gran creador carioca, una de las marcas afectivas más profundas del samba, estuvo dedicado su repertorio, como dedicado está su último disco, editado por Nonesuch Records. 

De pronto, la combustión entre guitarra, voz y canciones produce un sentido de intimidad que achica el escenario y el teatro hasta hacerlos casi desaparecer. Entre los artistas y cada uno de los casi tres mil presentes, fueron pasando más temas de Cartola, como “Corra e olhe o céu”, “Alvorada”, “Preciso me encontrar”, “Acontece”, entre otros que son parte del más selecto ADN carioca. 

Por estos días, las premisas antojadizas de los rótulos ponen a Teresa en la punta de algo así como un “renacimiento” del samba carioca. Puede ubicarse así, pero más allá de las circunstancias, quedó claro a qué raza pertenece: es de las que encanta con una voz de esas algo turbias, que al final de las frases sabe tornarse levemente nasal y, cuando parece que se va a quebrar, se recompone en un resplandor afectuoso con un golpecito mínimo y preciso de vibrato. Teresa canta con una voz antigua y familiar, que tiene la saudade de quien añora algo importante y la dulzura de quien sabe que no hace falta gritar para que el pasado escuche.

A su lado, el guitarrista Carlos Moraes, conocido como Carlinhos Sete Cordas, resultó el complemento ideal. Su estilo resume y actualiza la bella enciclopedia de la guitarra en el samba, con un sensible sentido del color y un pulgar musculoso y ágil que coloca los bajos con gracia y exactitud. Cuando acompaña pone mucho, pero casi nada molesta, y en los solos ornamenta sin descender a malabarismo. 

Con “As rosas nao falam”, también de Cartola, terminó la primera parte del show. Tras la grata sorpresa de Teresa y Carlinhos Sete Cordas, llegó el momento más esperado. Ya casi no hay posibilidad para sorpresas, pero sí para el asombro ante un Caetano Veloso en su versión acaso más entrañable: solo, con su guitarra y un generoso puñado de sus canciones. Canciones que según explicaría en uno de los pocos momentos en los que habló durante el show, son algunas de las que habían quedado afuera en los conciertos con Gilberto Gil, cuando estuvo por última vez en Buenos Aires, un año y medio atrás. 

A los 74 años, tras una vida en la que le cantó a muchas cosas y opinó sobre todo, Caetano es un ícono que trasciende el proverbial encanto musical brasileño. Sus canciones perduran, su voz no renuncia a la discreta estridencia del que sabe que dice cosas significativas y su guitarra suena con un rusticidad de las cosas que no se hacen en un día. 

Con el aplomo de quien se sabe escuchado, desplegó canciones de la década del setenta, como “Um indio y O leaozinho”; de los ochenta (“Luz do sol”, “Meu bem, meu mal”, “Menino do Río”, “Branquinha” y “Reconvexo”, que escribió para su hermana María Bethânia); de los noventa, como Os “Passistas”, “Minha voz, minha vida” y “Sozinho”. Y más acá en el tiempo, hizo “Abraçaço”, del álbum homónimo.

También trajo un par de canciones poco conocidas de 1968, momento vital del Tropicalismo, que anunció como “importantes... al menos para mí”. Una de ellas fue motivada por “las manifestaciones que entonces hacíamos contra la dictadura”, contó y cantó “Enquanto seu lobo nao vem”. Ante un cantante de la ubicuidad de Veloso, es natural encontrar una referencia directa a los días de movilizaciones callejeras que se viven en la Argentina, conflicto docente incluido.

En el final de una noche que había comenzado con la actuación de Zabeca Dúo (Tiki Cantero y Ernesto Snajer), Caetano, Teresa y Carli- nhos Sete Cordas, los tres juntos, siguieron elevando encantos y recibiendo aplausos con una serie de bises que nunca terminaban de satisfacer a un público que no quería dejarlos ir del escenario.

Jorge Larrosa