Hasta enero de este año, Sheila Blanco era relativamente conocida en España: tenía discos publicados, cantaba en un grupo de jazz, hacía una columna en la cadena radial Ser de su país y había tenido su tiempo de pantalla como coach vocal en un programa televisivo de concursos de talentos. Hasta que la cantante israelí Noa se presentó en Madrid. Su colega versionaba la “Badinerie” de Bach en tiempo de swing y con letra propia. Un poco jugando, Blanco retomó la obra del compositor germánico para contar su biografía. Filmó “Bach es Dios” rápido, sin apenas edición y y la compartió en sus redes mientras abordaba un avión para presentar su más reciente disco en México. En pleno vuelo su celular se sacudía. Al día de hoy, ese pequeño clip de 1’34” se reprodujo más de 5 millones de veces y sus compartidas se cuentan por encima de las 115.000. Y eso sólo en Facebook. Sus siguientes clips de lo que Blanco bautizó BioClassics, dedicados a Mozart y Beethoven alcanzaron picos similares y fueron recomendados ampliamente dentro y fuera de España como una de las cosas para ver durante la cuarentena.

Toda esa exposición se solapó con el lanzamiento de su más reciente disco, Cantando a las poetas del 27 (se puede escuchar aquí ), en el que musicaliza e interpreta nueve poemas de las poetas de la llamada “generación del 27” (y uno propio). Esa generación de las letras españolas es conocida sobre todo por la figura de Federico García Lorca. Sus colegas mujeres, habitualmente llamadas “Las Sinsombrero”, porque rehusaban cubrirse la cabeza, fueron invisibilizadas por la historiografía y la cantante busca difundirlas a través de su disco. “Quería darlas a conocer y aportar mi granito de arena en esta cuestión histórica, poética y feminista”, plantea la cantante a Página/12.

“Es curioso, porque mientras vivieron esas poetas ocuparon un lugar muy parecido al de los hombres”, cuenta Blanco. “España durante el primer tercio del siglo XX era un país puntero en educación e igualdad, ya las jóvenes iban a la unviersidad, practicaban deportes, hablaban idiomas, entonces en esa generación ellas tenían las mismas influencias que ellos, frecuentaban las mismas fiestas e imprimían sus libros las mismas imprentas, pero con el Franquismo todo cambió”, explica. Fue el trabajo de investigación de la cineasta y escritora Tània Balló Colell el que recuperó la figura de estas mujeres para la historia española. “Con sus libros documentales se está empezando a revalorizarlas como se merece, para que la gente pueda encontrar sus trabajos y leerlas, aunque todavía no están en los libros de textos de las secundarias, para que los chicos y chicas de 15 años las estudien a la vez que a los poetas varones de aquella generación”.

A Sheila la conmueve particularmente la historia de Ernestina de Champourcin. “Su familia era aristócrata y muy católica y no quiso que ella fuese a la universidad, aunque en España ya desde 1910 las mujeres podían cursar estudios superiores, luego se casó con un republicano, pasó muchos años exiliada en México y cuando volvió se encontró con que a los hombres de su generación se los laureaba y vitoreaba, pero a ella no la reconocía nadie, tuvo que lidiar con que la historia la hubiera borrado”, reflexiona.

Ese afán de difundir –parte de su formación como periodista, suele explicar- también está detrás de los BioClassics. “Una de las cosas buenas de los BioClassics es el efecto sorpresa de que sea una obra conocida que la gente escucha por primera vez con letra”, señala Blanco. El texto que agrega es ameno y sencillo, pero también cargado de información. La propia cantante y periodista explica que busca resumir “hitos de vida, su estilo de composición, la vida que vivió y detalles importantes de sus obras, además de contextualizar históricamente”. Los resultados sorprenden.

“Estoy muy asombrada por la repercusión... ¡mundial! Hasta el día de hoy siguen compartiendo desde el primer bioclassic hasta el último, y la verdad es que es impresionante el feedback de compositores, de universidades y conservatorios, de muchos padres y madres ilusionados porque sus hijos e hijas están cantando sin parar los bioclassics, aprendiendo sobre música clásica, y también gente que por ellos se ha puesto a escuchar clásica y están muy contentos por ello”, cuenta.

A algunos artistas les preocupa que un trabajo aparentemente “menor” o “lúdico” se vuelva más conocido que las obras que más los comprometen. A Sheila no pareece preocuparle. “El de las poetas es un trabajo mucho menos viralizable, pero quizás por los BioClassics muchos llegan a ellas, así que estoy muy orgullosa de aportar desde lo didáctico y desde el descubrimiento, y que algo que empecé en por diversión, en mi móvil y sin micrófono ni tecnología avanzada haya llegado a tanta gente”.