Es bastante claro que estamos ciegos de tantas pantallas. Trámites bancarios online, clases online, fiestas online, grupos familiares de WhatsApp, grupos de amigos de WhatsApp, de compañeros de trabajo, de vecinos, de padres y madres de la escuela, libros en Pdf, zooms, videollamadas, pero de alguna manera hay que salir y encontrarse con otrxs. Salir y encontrarse entre comillas: escuchar voces o ver caras que no son las que aparecen yendo de la cama al living. El aislamiento obligatorio trae aparejadas preguntas a la cultura, en un momento de mucha confusión. Por eso es preciso pensar sobre el futuro del teatro, del cine, de la poesía, en estos tiempos y los que vendrán en los que es cada vez más difícil imaginar nuevamente los cuerpos en las calles.

Hace poco hablábamos acá de las posibilidades del teatro de subsistir en las pantallas, ya que no es posible que suceda en las salas donde espectadores y obra confluyen. Y si bien no parecía muy auspicioso el formato, decíamos que había que esperar. Resonando plenamente con esa perspectiva el libro El tiempo es lo único que tenemos (Caja Negra, 2019), que compilaron la coreógrafa Bárbara Hang y la directora teatral Agustina Muñoz, viene a nuestro encuentro. Ya desde su título parece preanunciar este momento y al interior de sus páginas también. Se presentó los últimos meses del año pasado, cuando todo esto no estaba ni en la peor pesadilla conspiranoica de nadie. Se trata de un conjunto de ensayos muy valiosos de artistas latinoamericanos y europeos que abordan desde distintos lugares la cuestión de las artes performativas, o artes vivas, o performance, o la conjunción de la danza, el teatro y las artes audiovisuales contemporáneas. Allí se interrogan precisamente sobre el lugar que estas nuevas disciplinas – no tan nuevas en realidad, como género la performance surge a fines de los sesentas y su origen está enraizado en las experiencias de las vanguardias de principios de siglo XX—son un modo de pensar el presente desde el arte. El libro tiene la riqueza de por un lado ser bastante pionero en introducir la disciplina en Argentina y poner a circular una serie de textos que no habían sido traducidos al castellano. Por otro posee el interés de que esos mismos textos provienen de artistas que glosan la práctica en un movimiento de ida y vuelta entre el pensar y el hacer.

Estamos ciegos de pantallas pero al mismo tiempo las necesitamos más que nunca. Entre las mismas dudas y certezas la editorial Caja Negra armó un blog donde algunos de sus libros que dialogan particularmente con esta coyuntura son presentados, algunos capítulos liberados para descargar, junto a videos e imágenes que amplían y activan las ideas que se despliegan. En este contexto Muñoz y Hang armaron El policía está en la cabeza, un “jardín virtual” donde un ensayo del coreógrafo y curador André Lepecki es acompañado por fotografías y links a videos de obras de danza y performance que son mencionados. Abren diciendo: “¿Qué concedemos ante el miedo? ¿Qué buscamos obtener y qué obtenemos realmente en estos tiempos de excepcionalidad? El confinamiento, el cierre de fronteras, la presencia policial en las calles, el miedo y la paranoia que se propagan en las redes sociales y en los medios de comunicación, las restricciones a las libertades individuales, los himnos nacionales sonando en altoparlantes, son todos efectos de las políticas de cuidado colectivo que por ahora se presentan como las únicas posibles. El cuerpo individual y el cuerpo colectivo son los territorios sobre el que se despliega este laboratorio social y no podemos dejar de preguntarnos qué nos dejará esto en el futuro.”

El texto de Lepecki se centra en algunos casos de coreografías recientes para mostrar los usos de la imaginación aplicada políticamente como estrategias para zafarse de los modos con que el poder contemporáneo legisla y ordena los cuerpos. Resulta difícil no pensar en el presente cuando al describir una obra del coreógrafo brasileño Gustavo Ciríaco que propone “dispositivos de fila” para los espectadores --esas barreras portátiles para conducir el flujo de los peatones, que abundan en los bancos o los aeropuertos-- habla de la burocracia y el control de movimientos, como los modos que unen íntimamente a la ciudadanía. A esto lo llama disciplinamientos suaves y coreográficos del cuerpo, y usa el concepto de “coreopolicía” para referirse a estos sistemas con los que convivimos diariamente y que se exacerban en momentos de crisis. Pero encuentra una salida: en la misma obra, cuando algunos de los espectadores ya atravesaron ese pasadizo y comienzan a sentarse, pueden ver a otros haciendo el caminito zombie, y de ese modo se instala un campo de observación externa. Y así una posibilidad, un campo de crítica. Es más largo y hay que leer el texto completo para comprender la complejidad de lo que propone. Pero es interesante quedarse con el uso de la imaginación aplicada. Una pregunta que nos vuelve a traer al terreno del teatro, la danza y la performance hoy, y cómo podemos imaginar y construir otras posibilidades de vivir y estar juntxs, cuando no podemos reunirnos.

Lepecki también habla de la oscuridad. Comenta dos piezas de Mette Invartsen que finalizan con la sala en penumbras. Une la imaginación a la idea de oscuridad, a lo que no se puede ver o es -aún- invisible. Es interesante traerlo hoy cuando estamos permanentemente bañados por la luz azulada de las pantallas y pareciera que esa es la única conexión posible con el mundo. Frente al estado de constante iluminación, vinculado al control, a la agitación informacional que nos llega de todas partes, una luminosidad incesante donde la distribución controlada de lo sensible hace que nada de lo que importa pueda ser realmente visto. ¿Será que hay que apagar un poco las pantallas y permitir que ya no en las calles pero quizás sí en las ventanas de nuestras casas dejemos entrar la luz natural? Esa que se va con el caer de la tarde y nos deja en una melancolía mucho más palpable y cierta para imaginar respuestas al modo como nuestra vida podría ser.

El jardín virtual El policía está en la cabeza con el ensayo completo de André Lepecki puede leerse en https://cajanegraeditora.com.ar/blog/el-policia-esta-en-la-cabeza/