El senador Miguel Angel Pichetto tiene razón: el centro de la escena lo ocupa la igualdad, sólo que, frente a ese valor, cabe preguntarse si los esfuerzos por alcanzarlo deben ser abolidos, como él propone –cansado de su afirmación en leyes y programas políticos–, o, por lo contrario, deben renovarse los esfuerzos por aproximarnos a ese ideal en miras a un contrato social mejor, más justo. El artículo de opinión de Luis Bruschtein (PáginaI12, viernes 4 de noviembre) critica  inmejorablemente los exabruptos del legislador, más que peyorativos, insultantes para nuestros países vecinos y sus nacionales, al tiempo que describe de modo fenomenal los pares conceptuales ligados al debate no bien se incorpora a la posición contraria.
Efectivamente, el senador Pichetto parece ser hijo de la expresión de solidaridad social contenida ya a la letra en el preámbulo de nuestra Constitución Nacional –afirmación que, entre nosotros, equivale a decir, desde la conformación independiente de nuestra Nación–, según su apellido, razón por la cual me autoriza a pensar que sus exabruptos e insultos van referidos solamente a los americanos del sur –categoría prácticamente explícita en su queja por un trato igualitario a ellos que el asegurado a nuestros nacionales–, quizás por su mixtura con los habitantes originarios o con aquellos importados como mercancía de otro continente colonizado, ya que no va referido a él ni a sus ascendientes, llegados a nuestro territorio como mis abuelos, por la solidaridad expresada en nuestras instituciones, que nos permitió tanto a él como a mí obtener incluso títulos universitarios. Dicho con un intento de mayor aproximación a su verba: parece que esas palabras peyorativas al extremo van sólo referidas a las personas cuyos rostros y ojos son oscuros; mejor y más genéricamente descriptos aún, a los pobres o vulnerables, según expresión más moderna; a los “negros” según un neologismo argentino que, además, implica desprecio por ellos, sentimiento que parece fluir de las palabras utilizadas por nuestro senador, razón de ser de la vergüenza que me provocan y de las disculpas que me veo necesitado a exteriorizar frente a amigos de países vecinos. Trágico resulta que el gobierno nacional, por intermedio del jefe del Poder Ejecutivo, de nuestro Presidente, y de uno de sus secretarios de Estado haya prestado conformidad y avalado, aún evitando insultos y expresiones peyorativas, a las proclamas del senador para consolidar políticas de gobierno.
Precisamente, individualismo, como opuesto a la solidaridad en el ámbito social, en el fondo discriminación y exclusión social, como opuesto a igualdad e inclusión, en el mundo de los ideales, son dos de los pares conceptuales en juego. Y, si me apuran mucho, derecho de propiedad (privada-individual) ilimitada / propiedad colectiva o pública, en el ámbito jurídico, es otro de los pares conceptuales dependientes de este debate. Al ciudadano sólo le resta elegir armónicamente la defensa de algunos de estos valores que, según creo, están expuestos de manera trasparente en nuestra escena política, a pesar de las graves deficiencias de nuestro sistema representativo, base de nuestra institucionalidad constitucional –sobre todo parlamentaria–, que concluye en un juego camaleónico de nuestra política práctica, distorsionador al extremo de una auténtica representación ciudadana. Los ejemplos son tantos, incluso en nuestro presente político (Cobos-Bossio-Pichetto-Bullrich, etc., por nombrar los más conocidos popularmente) que costaría otra página exponerlos.

* Profesor emérito de la UBA.