Alto e intenso es el devenir de Maia Mónaco desde los albores de la década del '70 hasta hoy. Bailó, cantó, recitó poesías, fue parte de la cooperativa que fundó Medio Mundo Varieté, fue performer en el Parakultural, dio clases, grabó discos, fue parte de La Bomba de Tiempo y encima tuvo un hijo con pasta de campeón: Valentín Oliva, alias Wos. Ella engloba todo este pasado en un "estar habitada por la danza, el teatro, la música y la poesía, y que cada una se tiña y se alimente de las demás”. La reflexión engancha perfecto para definir Raíz, flamante disco solista que esta vieja batalladora del arte publicó justo el mismo día que empezó la cuarentena: el 20 de marzo. “La verdad es que por distintos motivos se fue postergando el lanzamiento, hasta que se decidió esta fecha, el día del solsticio de otoño”, cuenta la artista, que mostrará parte del material en “Feintún”, ciclo de Música Contemplativa, que emitirá todos los domingos de mayo a las 19 desde @maiamonaco, su instagram. “Por un momento, nos preguntamos si tendríamos que postergarlo por la cuarentena y la respuesta fue otra pregunta: ¿quiénes somos nosotros para meter mano en el curso de las cosas?”.

No estuvo mal la decisión, al cabo. Las características intrínsecas del trabajo cuajan perfecto con las necesidades extrínsecas de la era. Suena calmo, catártico, sanador, distractivo, mántrico. Conecta con lo profundo del adentro y del afuera. Sirve al ser humano de hoy. “Estamos en un momento donde se ve la sombra y para eso tiene que haber luz. Mi invitación con este disco es a abrazar esa sombra y ver qué nos trae”, dice esta cantante también habitada por las auras de Meredhit Monk, Diamanda Galas, Bjork, y la brasileña Tete Espindola. “Y lo que me trajo a mí fue aceptar todas mis partes”.

-Lo que decís cuando hablás de estar habitada por la danza, el teatro, la música…

-Exacto. Y también darle a la voz todo el espacio que necesita para expresar sin prejuicios, sin pretender encajar en estilos o estructuras musicales. Casi como animarse a la libertad, sin temer a la mirada de afuera.

Zambullirse en los sonidos sin miedo a la libertad implicó para Mónaco permitirse explorar una sinergia vital entre ritmos vernáculos, danzas rituales, músicas ancestrales y herramientas electrónicas. Producido por Facundo Yalvé (que también trabaja con Wos), Raíz cuenta con diez piezas, todas compuestas por ella, y la participación musical de Andy Elijovich en arreglos de cuerdas, Lulú Gariboto en viola, Uciel Sola en violín, Juan Telechea en violonchelo, Alejandro Franov en sitar, Kiki Gaggino en percusión, Analia Rosemberg en acordeón y Manuel Oliva (el otro hijo músico de Maia) en percusión. “Las letras fueron concebidas en plena naturaleza”, aclara ella. Puntualmente en tres paisajes diferentes: una casa escondida entre los juncos de una isla del Tigre, ciertos parajes desolados de la Patagonia y las sierras del norte cordobés. “Si lo místico es la conexión del alma con lo divino, podría decir que algo así sentí en las tres experiencias, abrazada por la contundencia de la naturaleza y el silencio. El silencio con sonido de bichos, animales, truenos, lluvias, ríos desbordados”.

-¿Por eso Raíz?
-Por un texto del Tao Te King, de Lao Tse, más bien. Se trata de un libro muy antiguo de la filosofía china que dice en uno de sus fragmentos: "Cada cosa, por muchas que haya, vuelve a la raíz, y volver a la raíz significa calma". Sentí que el disco era justo eso, volver a la esencia, a la calma, a lo que no se ve, a lo que da sustento, alimento. A lo que conecta con la tierra.

-Está claro el contexto en que aparecieron las letras. ¿Y las músicas cómo surgieron?

-No podría decir que me siento plenamente identificada con un estilo. Lo que me sale es más bien como un collage interno de resonancias diversas. En un momento muy especial de mi vida aparecieron los cuencos tibetanos, después los cuencos de cuarzo y el swarpeti, un instrumento de la India cercano al armonio. Esto aparece nítidamente en el tema “Mujeres”, donde me vinieron imágenes de las mujeres del desierto como si algo mío muy antiguo llegara hasta el presente.

-La percusión también juega un papel nodal en el disco. ¿Cuánto tiene que ver tu experiencia con La Bomba de Tiempo en este aspecto?

-Tanto el tambor de agua de origen africano como el tambor chamánico hecho con cuero de animal, me conectan con una ritualidad muy visceral que no podría explicar… simplemente está ahí. Es más, diría que Raíz es el permiso de poner en juego todo mi bagaje, sin preocuparme de donde viene o dónde va.

-Wos, tu hijo, participa en “Tao”. ¿Cómo funciona el vínculo musical y humano con él?

-Somos muy compinches, conversamos muchísimo y en estos días de cuarentena tenemos charlas telefónicas de horas. En lo artístico, compartimos links de músicas, películas y videos. Valen es un gran alentador de este proyecto desde el comienzo. Tenerlo con su rapeo fluyendo suave y a Manu en “Como el junco” tocando maravillosamente el cajón peruano es una sensación de mucha plenitud como artista y como madre.

-Vos, Wos y Tao… que trío.

-(Risas) La palabra Tao tiene traducciones como Dios, vía, razón, logos, pero el traductor y estudioso de la filosofía china Richard Wilhelm la traduce como sentido. El caso es que descubrí esta versión hace años y memorice varios textos que compartí en encuentros de meditación que guié y en mis talleres de voz, y siempre me sorprendió la resonancia profunda que genera en la gente. Ahí supe que tenía que ser parte de este disco. Valen eligió este tema para grabar, es el que lo hizo más sentido por nuestra relación hablando del origen, de la raíz. Con su voz fresca y esas palabras que transportan sabiduría ancestral a la actualidad, se terminó de crear.

-Fuiste parte de esa rebelión descontrolada y hermosa de los '80. ¿Cómo vive aquello en vos, hoy?

-Como el recuerdo de un tiempo muy rico, con momentos de mucha intensidad, tremendos artistas, mucha innovación, gente que no se olvida. Era tiempo de estar celebrando la joven democracia, una especie de destape, también con sus desbordes y descontroles. Ese clima en el que nació Medio Mundo Varieté, una cooperativa de artistas muy jóvenes que veníamos entrenando e investigando juntos. Inventamos el lugar al que a nosotros nos gustaría ir, digamos. El under es mi base y permanezco en él, haciendo experimentaciones, actuando, dirigiendo… Sigo encontrando la manera de expresarme. La diferencia es que ahora hay un equipo de producción que sostiene el proyecto (risas).