Los memoriosos afirman que, además de contar con un vozarrón más que atendible, era un jugador desenfadado en todo sentido. Porque a mediados de los años '40, es decir desde sus inicios en River Plate, Néstor "Pipo" Rossi -que este domingo hubiera cumplido 95 años- fue transformándose en el patrón del círculo central y no demoraría en ser reconocido como el mejor "centrojás" (traducción popular de centre half) de la época, a caballo de un genuino talento. Pero así como era virtuoso en el campo de juego, también podía ser el líder que mandoneaba a sus compañeros, además de ser dueño de un humor mordaz que lograba desconcentrar con sus increíbles ocurrencias. Como futbolista ganó en total 13 campeonatos con la banda roja y con Millonarios de Colombia, además de integrar la Selección que brilló en Perú en 1957. 

El caudillo Rossi hacía fácil lo que para la mayoría resultaba complejo. Era rarísimo que fallara metiendo un pase gol, porque cortaba el juego en mitad de cancha, pero también lo distribuía con buen criterio. Este inolvidable futbolista fue el 5 excluyente de River, equipo para el que jugó en dos períodos: entre 1945 y 1949 (donde ganó dos torneos locales y dos internacionales por la Copa Aldao), y entre 1955 y 1958, donde sumó a su palmarés otros tres títulos de Primera División. 

En el medio, a partir del conflicto gremial de los futbolistas argentinos de 1949, formó parte del famoso éxodo a Colombia y se incorporó a Millonarios. Desde Bogotá, su fama se expandió por todo el continente, se ganó el mote de "La voz de América" por su capacidad de mando y, según la prensa de ese país, "simplemente enseñó a los colombianos cómo se juega bien al fútbol". En cinco temporadas ganó cinco campeonatos locales y un torneo internacional denominado Pequeña Copa del Mundo de Clubes.

Junto a Humberto Maschio y Antonio Angelillo integró aquel seleccionado argentino de los "Caras Sucias" que desplegó un juego admirable en el Sudamericano de 1957 que se disputó en Lima. Un año más tarde, el mismo combinado que dirigía Guillermo Stábile -con algunas ausencias de peso- bajó ostensiblemente la vara durante el Mundial de Suecia, que al final obtuvo Brasil.

Precisamente Maschio lo evocó en Fútbol de medio siglo, el libro de Natalio Gorin: "Afuera todo lo que decía y hacía nos resultaba divertido, simpático; pero en la cancha era otra cosa, mandón, y todos le dábamos mucha bola, no por miedo sino porque sentíamos que era el conductor del equipo; había algunos de su misma generación que se le plantaban. Una vez Pedro Dellacha le dijo: 'Un insulto más y te arranco la cabeza'. Y lo habría hecho, porque estaba harto de sus gritos. Pero no había maldad ni bronca, eran cosas del juego".

Con apenas 20 años ya despuntaba su inefable osadía. En un partido contra Boca en una Bombonera embarrada por las intensas lluvias, River ganaba 2-0 y el experimentado Angel Labruna se comió un gol increíble frente al arquero Claudio Vacca. Y Pipo el lenguaraz no se quedó callado: "¿En dónde aprendiste ésa, Angel, en la Academia Pitman?". No obstante, el partido terminó en goleada 4-1 para la visita.

Rossi se sentía a sus anchas en los Superclásicos. Lo sufrían propios y extraños. En otro Boca-River disputado en 1957 en la Bombonera, el mediocampista riverplatense Pascasio Gilberto Sola discutió fuerte con un plateísta que le había gritado "¡devolvele la cara al perro!". Entonces llegó Pipo a la carrera para calmar los ánimos y le dijo a su compañero: "Terminala, quedate tranquilo y jugá al fútbol; no te vas a poner a ladrar ahora". Ese clásico terminó con otra una rotunda victoria 5-3 a favor de River. 

En su segunda etapa en el club de Núñez, Rossi se había acostumbrado a jugar con Alfredo Pérez como defensor central, que se la daba siempre al pie o al pecho con suma precisión. Y Pipo le agradecía en medio del partido con frases como "Grande, Gallego, sus pases son de dulce de leche" o "Muy bien, Gallego, siga así, la próxima le doy un caramelo". 

Con un breve tránsito por Huracán entre 1959 y 1961, le puso fin a su notable carrera de futbolista. Y en el mismo club de Parque Patricios (al que dirigió en tres ciclos distintos) empezó su derrotero como entrenador. En 1962 tuvo un paso fugaz al frente de la Selección. Claro que en el país además condujo a su amado River y Atlanta (ambos en dos ocasiones); también a Racing, All Boys y Ferro. Y además de sus incursiones como DT en España y Paraguay, prestó servicios en Colombia -país que volvió a recibirlo de brazos abiertos- cuando condujo a su querido Millonarios y al Deportivo Cali. 

Las cosas del destino hicieron que en su prolífica etapa como entrenador sólo lograra un único éxito: cuando cruzó de vereda y sacó campeón nada menos que a Boca. Tenía 78 años cuando murió, jaqueado por el mal de Alzheimer. Pero el fútbol nunca olvidará su legado.