Entre los argumentos expuestos por el presidente Alberto Fernández para defender la cuarentena, puso el ejemplo de Suecia, que diseñó otra estrategia y “tuvo 14 veces más muertos que Noruega", que adoptó una política similar a la de Argentina. Mientras las principales ciudades europeas adoptaron el confinamiento para evitar la expansión del virus, en Suecia los comercios siguieron abiertos. Además, las escuelas siguieron funcionando.

El gobierno se negó a aplicar el cierre de las actividades y se limitó a recomendar el distanciamiento social, confiando plenamente en la conciencia de la población. La recomendación central fue que quienes pudieran trabajar desde sus casas, y salir de ellas sólo por cuestiones básicas, lo hicieran y se cree que hubo un alto acatamiento a esa medida. El pedido se centró en la población adulta, de más de 70 años, aunque se sabe que fue alto el porcentaje de muertes entre los adultos mayores.

Las únicas medidas de cierto rigor fueron la prohibición de realizar reuniones de más de cincuenta personas, mientras que en bares y restaurantes sólo se puede atender a clientes sentados. No se atiende en las barras.

Los que optaron por seguir yendo a sus trabajos en forma cotidiana se movilizan por lo general en bicicleta, para evitar los contactos en el transporte público. Las familias salen de sus casas a pasear, pero prefieren hacerlo en los lugares abiertos, en los parques y bosques cercanos a sus domicilios, para evitar los sitios corrientes, que suponen la presencia masiva, sobre todo en Estocolmo y otras grandes ciudades.

Argentinos que viven en Suecia señalaron que “lo que el gobierno sueco plantea al mundo es cuál es el paso que sigue una vez que concluya la cuarentena”. De todas maneras reconocen que “los que piden que Argentina siga el ejemplo sueco están equivocados”. Suecia es un país que cuenta con muchísimas plazas de terapia intensiva disponibles y con recursos que le permiten afrontar la crisis en mejores condiciones que otros países. En Estocolmo se estima que el 20 por ciento de las plazas de terapia intensiva están disponibles todavía y en el resto del país son muchas más.

Entrevistadas por los medios de comunicación, locales e internacionales, las respuestas de suecos y suecas son calcadas. Afirman que realizan casi todas las actividades normales, incluso ir a la pedicura o a la peluquería, mientras los niños siguen yendo a la escuela o a las clases de natación. “Tratamos de ser cuidadosos, pero no al extremo”, señalan.