El jueves de la semana pasada fue extraditado, desde Brasil, Gonzalo “Chispa” Sánchez, un represor de 69 años vinculado al Centro Clandestino de detención de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), acusado de haber participado del secuestro de Rodolfo Walsh. 

Ezequiel, hijo de María Graciela Tauro y de Jorge Rochistein, no conoce con exactitud la fecha de su nacimiento pero cree que nació el 1 de noviembre de 1977 en la ESMA. En 2010 se convirtió en el nieto recuperado número 102, y participó del operativo de extradición de Sánchez como responsable de la Dirección Nacional de Investigación Criminal que depende del Ministerio de Seguridad. 

El represor extraditado está ahora a disposición del juez federal Rodolfo Canicoba Corral, el mismo magistrado que le restituyó la identidad de Ezequiel. Una vez cumplidos los 14 días del aislamiento preventivo por el coronavirus, el “Chispa” Sánchez deberá responder por 900 delitos de lesa humanidad.


-¿Cómo se enteraron de la extradición y cómo empezaron los operativos?

-Todo empezó informalmente la semana pasada. Desde Brasil se contactaron informalmente con Cancillería para avisar de su detención y consultar si estaba todo ok para extraditarlo, teniendo en cuenta el cierre de fronteras por el coronavirus. El martes tuvimos la reunión en Cancillería y la gente de la división de extradición para operativizar el tema de la extradición. Ellos querían evaluar si nosotros estábamos en condiciones de traerlo y querían saber cómo lo íbamos a hacer. 

Nosotros hablamos con la Policía Federal e Interpol y vimos que podíamos hacer el traslado. La policía federal brasileña garantizaba su traslado a Foz de Iguazú y mientras se libraba el oficio para completar la parte formal de la extradición. Por suerte eso se dio bastante rápido. No pensábamos que Brasil actuara tan rápidamente. Nosotros evaluábamos que sería el viernes pero finalmente terminó siendo el jueves. Fuimos con un piloto de la Policía Federal y con gente de Interpol. Yo fui como parte del Ministerio de Seguridad, y la entrega se hizo en el puente Tancredo Neves, a eso de las 2,30 de la tarde. Vinieron dos autos de la policía federal brasileña y ahí nos entregaron a Sánchez.

-¿Cómo te sentías vos en ese momento?

-Estaba expectante, porque tenía la responsabilidad de que salga todo bien y que se pueda materializar la detención. Hasta que no se materializa el intercambio tenés la preocupación de que a último momento llegue alguna medida por parte de la justicia brasileña que impida la extradición o que retrase todo. Hasta que no tuviéramos a Sánchez con nosotros todos estábamos expectantes,

-¿Cómo terminaste siendo parte del operativo?

-Desde el ministerio de Seguridad estuvimos trabajando para coordinar el traslado y me preguntaron si quería participar y dije que sí. Me parecía una experiencia interesante ver cara a cara a un tipo de esta calaña, un represor que tranquilamente pudo haber visto a mi vieja. Tenía esa curiosidad de ver qué onda este tipo.

-¿Tuviste algún tipo de intercambio con "Chispa" cuando lo viste?

-No. Dejé que los efectivos de Interpol y de la Policía Federal trabajaran, que fueran ellos lo que realizarán el intercambio. Yo estuve observando pero no tuve intercambio. Vi a Sánchez con la misma actitud de este tipo de personas, que después de matar, de secuestrar y de torturar, terminan convirtiéndose: "Quédense tranquilos, yo me convertí, soy pastor evangélico. Ahora estoy con Jesús", dijo. Es su forma de procesar todos los vejámenes que hizo.

-¿Lo notaste arrepentido?

-Ojalá estuviera arrepentido y diga dónde están mis hermanos, dónde están mis viejos, eso sería arrepentimiento, si no eso es pura cháchara. Hoy se hace el evangelista pero si tuviera un verdadero arrepentimiento diría dónde están los compañeros desaparecidos. Hasta que estas lacras no digan dónde están los compañeros y compañeras desaparecidas, ese arrepentimiento es puro blablá.

-¿El haber participado del operativo, fue para vos una suerte de justicia personal?

-En estas cosas uno trata de extrapolarse y dejar esa parte emotiva para otro momento. Después sí, cuando todo terminó, se me aflojaron un poco las piernas. En la noche anterior no sé si estaba más nervioso porque todo saliera bien o por encontrarme con esta persona. Había cosas que me hacían estar alerta. Quería que saliera todo bien y por suerte salió.

-La repatriación de Sánchez fue importante desde lo simbólico, después de 4 años de retrocesos en materia de derechos humanos y en este año tan particular por el coronavirus. ¿Lo sentiste así?

-Tenemos algunos sinsabores, porque hace pocos días falleció Chela Fontana, abuela de Plaza de Mayo, pero también al mismo tiempo que yo estaba extraditando a Sánchez salió la sentencia de Lofiego y Marcote en Rosario. Así que es un combo de cosas. Lo importante es que se haga justicia. La única forma de sanar como pueblo es que los que torturaron y masacraron estén cumpliendo su condena como corresponde. Hoy hay varios genocidas pidiendo domiciliaria escudándose en su edad y en sus enfermedades. Un genocida en domiciliaria no es justicia.

-¿Cuándo volviste a tu casa con tu familia pudiste resignificar todo el operativo?

-Volví emocionado de verlo partir a su celda y tranquilo de que pudimos cerrar todo el operativo de forma prolija y rápida. No siempre estos casos se terminan así.  Y mirá las casualidades de la vida, hoy el juez que interviniente en la causa de Sánchez es Canicoba Corral, el mismo juez que oficializó la restitución de mi identidad.