Hace exactamente un año moría Niki Lauda, tres veces campeón de la Fórmula 1. Tenía 70 años y le discutió cara a cara a la muerte en más de una ocasión. La más conocida fue en 1976 en el Grand Prix de Alemania, cuando chocó y quedó a merced de las llamas, que le desfiguraron el rostro y dañaron la mitad de su cuerpo. "Prefiero tener mi pie derecho bien antes que una cara bonita", dijo al respecto el temerario austríaco, que 40 días después volvió a las pistas para darle pelea a su rival más enconado, el inglés James Hunt. Se retiró en forma definitiva a los 36 años, aunque siguió ligado a la máxima categoría del automovilismo. Su deceso ocurrió nueve meses después de que se sometiera a un trasplante de pulmón. Cuatro momentos clave de quien entró de lleno en la historia del deporte. 

* Génesis de un piloto promisorio. Oriundo de Viena y proveniente de una familia de clase alta que nunca aprobó su pasión por el automovilismo, el joven Nikolaus Andreas Lauda tuvo que pelear duro para continuar con su carrera de piloto, compitiendo en distintas categorías hasta dar finalmente en 1971 el gran salto a la Fórmula 1 con el equipo March. 

Dos años más tarde firmó para BRM. En ambos casos tuvo que pagar para correr. Hasta que se entrevistó con Enzo Ferrari, recomendado por el suizo Clay Regazzoni, y en 1974 pasó a ser piloto de la Scuderia. Su pericia al volante era ya manifiesta. 

Tras obtener su primera victoria en el circuito español de Jarama y luego de terminar la temporada cuarto en el campeonato con 38 puntos, el austríaco comenzaba a escribir su propia leyenda. Apenas un año más tarde conquistó su primer título mundial: cinco triunfos en Mónaco, Bélgica, Suecia, Francia y Estados Unidos fueron más que suficientes para ser campeón.

* Una segunda vida. Ya era conocido en todo el ambiente por ser meticuloso y exigente tanto en la conducción como en el perfeccionamiento mecánico de su auto. En la siguiente temporada llevaba ganadas cinco de las nueve carreras disputadas y contaba con una sobrada ventaja en la clasificación general. Entonces llegó aquel fatídico 1 de agosto de 1976. Sólo habían transcurrido dos vueltas en el trazado de Nürburgring, pero el asfalto aún estaba mojado por la lluvia. El campeón perdió en una curva el control de su bólido, se estrelló contra la protección y quedó envuelto en llamas en medio de la pista, donde fue arrollado por otro coche. "El fuego rodeaba todo su cuerpo; cuando pudimos desabrochar su cinturón, estaba casi muerto", relató Arturo Merzario, uno de los pilotos que ayudaron a Lauda a escapar del infierno. 

Los gases tóxicos producidos por el combustible y la fibra de vidrio de la carrocería de la Ferrari 312T2 destruyeron los pulmones del austríaco y contaminaron su sangre. Asimismo, las altas temperaturas derritieron su casco, causándole graves quemaduras en su rostro que cambiaron su apariencia para siempre. Un sacerdote amigo de la familia llegó a darle la extremaunción. Pero en la batalla contra la Parca, se impuso la tenacidad del piloto.

"Cuando llegué al hospital sentía que estaba muy cansado y quería dormir. Pero de inmediato comprendí que debía mantener el cerebro funcionando para conseguir que el cuerpo luche contra las heridas. Creo que estuvo bien hacer eso, porque así es como pude sobrevivir", dijo Lauda tras aquel pavoroso siniestro. 

* El duelo con James Hunt. Tras un período en estado de coma y cirugías reconstructivas en su rostro y piel, Lauda reveló su irrefrenable ambición ganadora e hizo su regreso seis semanas después para el Gran Premio de Italia. "El hecho de recuperarme rápido formaba parte de mi estrategia", afirmó entonces. 

Su máximo rival, el inglés Hunt, había sacado provecho de la ausencia del austríaco y acortaba diferencias a favor de McLaren. En Monza, con los vendajes de su cabeza totalmente ensangrentados y en uno de los actos más valerosos de la historia del deporte, Lauda acabó cuarto. Aún era líder del campeonato y faltaban tres carreras.

Para la última competición en Japón, Hunt estaba a tres puntos del austríaco. Bajo una lluvia torrencial que demoró dos horas el inicio, Lauda abandonó tras completar dos vueltas porque las condiciones no eran las adecuadas. "La única victoria importante en este negocio es el día en el que abandonas el paddock con vida", dijo con laconismo. 

En una definición para el infarto, Hunt tuvo una remontada en las vueltas finales debido a un neumático pinchado que lo dejaba con las manos vacías, aunque finalmente arribó tercero y sumó los puntos suficientes para llevarse el campeonato por apenas un punto.

Pero la persistencia de Lauda se vería recompensada. Y en 1977 logró su segundo campeonato con una verdadera nota de color: fue despedido de Ferrari en la antesala al Gran Premio de Canadá, carrera en donde irónicamente logró el título. En su lugar fue confirmado Carlos Reutemann como primer piloto del equipo de Maranello. 

* Primer retiro y vuelta exitosa. Ya en la escudería Brabham-Alfa Romeo, Lauda pasó dos temporadas con más amarguras que éxitos. Para el GP de Canadá de 1979 anunció su repentino retiro durante las prácticas libres, dejando al sanjuanino Ricardo Zunino como reemplazante de improviso. 

En los '80 creó su propia aerolínea bajo el nombre de Lauda Air. Pero la aventura casi lo deja en bancarrota y lo obligó a volver a la F-1, esta vez con McLaren. El austríaco buscó denodadamente una tercera corona y la consiguió en 1984, cuando ganó su último campeonato del mundo por medio punto ante Alain Prost, su compañero de equipo. Tras una dura temporada en la que debió abandonar en once ocasiones, se impuso en Zanvoort, Holanda, y se retiró para siempre en 1985. Dejaba atrás 25 victorias en los 173 grandes premios que disputó.

"Superé mis temores de manera rápida y limpia. Pero debo admitir que en Monza de 1976 estuve tieso del miedo", confesó tiempo después en su autobiografía el hombre con una trayectoria marcada por la velocidad y la resiliencia. 

Una vida de película

Además de máximos rivales en la recordada temporada de 1976, Niki Lauda y James Hunt eran el agua y el aceite. Personalidades totalmente opuestas, mientras el austríaco era disciplinado y con tendencia a la monogamia, el inglés era más bien desaforado y mujeriego, algo que quedó reflejado la película Rush (2013), dirigida por el cineasta estadounidense Ron Howard. "No hay espacio para la amistad. Mi esposa es mi mejor amiga. Hablo con ella sobre todo. Pero, en caso de emergencia, prefiero depender de mí. No puedes contar con nadie más. Soy más rápido que cualquiera al resolver problemas", afirmaba el personaje de Lauda, a cargo del actor Daniel Brühl.

Buena muñeca y ojo clínico

Ya retirado, Lauda prosiguió vinculado al universo de las pistas. En 1995 demostró que no era rencoroso y se convirtió en consejero técnico de Ferrari, a punto tal de recomendar la contratación de un promisorio piloto alemán. "Cuando veo lo que gana Michael Schumacher, me maldigo por no haber nacido diez años más tarde", dijo luego sobre quien terminó siendo heptacampeón. 

"Los F-1 actuales podría manejarlos hasta un chimpancé", sentenció un lapidario Lauda, quien también llegó a estar ligado con el equipo Mercedes. De hecho, junto a Ross Brawn negoció la llegada de Lewis Hamilton al equipo alemán para la temporada 2013. Su ojo clínico no volvió a fallar, dado que el piloto inglés -que ya se había consagrado corriendo para McLaren en 2008- es el vigente campeón y ya lleva ganados cinco campeonatos del mundo con las "Flechas de plata". Así y todo fue blanco de la lengua afilada del austríaco: "El único carisma que tiene un tipo como Hamilton es su novia", afirmó con relación a la actriz y cantante Nicole Scherzinger. Como bien puede observarse, Lauda hizo -y dijo- las cosas a su manera de principio a fin.