La "arrancada" es el movimiento más difícil en la halterofilia (levantamiento de pesas). Se realiza a una gran velocidad y exige un alto nivel de precisión. Es necesario poseer una gran fuerza en las piernas y en el tronco, así como una buena flexibilidad en hombros, codos, caderas y tobillos. En La arrancada, ópera prima del cineasta brasileño Aldemar Matias, si bien una de las protagonistas es una joven atleta, el título refiere más bien a la posibilidad de poder arrancar en la vida, a no estancarse, a tener la suficiente fortaleza –no muscular sino más bien anímica- para poder pensar en un futuro. A través del retrato familiar de una familia cubana, el cineasta logró exponer en su documental parte del contexto sociopolítico de la isla. El film tuvo su première mundial en la sección Panorama de la Berlinale 2019 y este jueves se estrena en la plataforma Mubi.

Jennifer es una joven deportista que cuestiona su compromiso en el equipo nacional de atletismo de Cuba. Su madre, Marbelis, dirige en La Habana el organismo encargado de llevar a cabo las campañas de fumigación para combatir el mosquito Aedis aegypti, transmisor del virus del dengue y del zika, entre otros. Y apoya de manera incondicional a sus dos hijos, en particular la carrera como deportista de su hija. También es fuerte defensora del proceso político de Cuba. Cuando el hermano menor de Jennifer, Yeyo, se prepara para abandonar el país, las dudas de la muchacha se refuerzan. Esta crónica familiar esboza el retrato de una juventud en un país con un futuro incierto, según entiende el director.

Aldemar Matias nació en Manaos, Brasil, en 1985. Vivió dos años en Cuba y eso le permitió un contacto estrecho con personas de la isla lo suficientemente prolongado como para poder pensar la realidad del país sin caer en la dicotomía pro Fidel-anti Cuba. Se graduó en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños en 2014. Actualmente vive en Barcelona. "Todos los que cursamos en esa escuela siempre hablamos de un cambio de punto de giro en la vida, y no sólo de una cuestión de aprendizaje del cine", comenta Matias en diálogo telefónico con Página/12. "Ahí ves una diversidad real de orígenes. Fue mi primer contacto real para empaparme del cine, no sólo del hacer sino también de ver muchas películas de lugares de los cuales nunca había visto cine. En el campo del documental, los estudiantes están mucho tiempo practicando, metiéndose en pueblos y viajando. Como excusa para ver la vida de la gente es genial", agrega el cineasta.

Su último cortometraje documental, El enemigo, fue seleccionado en varios festivales como Visions du Réel, Dok Leipzig, San Sebastián y Biarritz. El corto tenía como protagonista a Marbelis, la madre de Jennifer. "Yo estaba investigando en Cuba para un documental coral de personajes que no me seducía tanto. Iba a grabar escenas en la playa e invité a Marbelis para hacer una participación. Estaba aún en fase de investigación. De repente, Marbelis llamó a Jennifer para ir con ella. Cuando vi la interacción de las dos era algo así como una relación de mejores amigas y, a la vez, se picaban una a la otra. Empecé a estar más tiempo con ellas", explica el director sobre el origen de La arrancada.

-¿La idea fue exponer a partir de un retrato íntimo el contexto sociopolítico?

-Sí, exacto. El inicio estaba muy centrado en la tradición política cubana y cómo hacer entender eso a través de esa relación familiar porque las dos están en posiciones políticas distintas, no tanto por algo pro o anti Fidel. Pero vi que las dos se encontraban. La mamá puede cantar el Himno Nacional por la mañana y estar ahí defendiendo la nación y todo ese discurso más patriota y, a la vez, ayudar a su hijo a que se vaya del país. Observando la intimidad familiar no parecen contradictorias esas dos cosas.

-¿Por qué notaste a Cuba como un país en transición?

-En verdad, después de empezar el proyecto, llegó Trump a la presidencia de los Estados Unidos y todo se removió en Cuba. La gente se preguntaba mucho qué iba a pasar. Eso se veía en los periódicos. Pero luego, cuando fui a ver la cotidianidad de la gente ya se notaban pequeños cambios como, por ejemplo, el wifi de Internet y la apertura al comercio. La diferencia principal entre Jennifer y la mamá es que si la joven fuera de la generación de su madre, aun con su carrera deportiva, no tendría tantas expectativas. Pero ella ahora tiene otras tentaciones y hoy ya no se hace tan obvio decidir su camino profesional. De hecho, una de las cosas que me hubiera gustado poner en el documental, pero finalmente no lo puse, es que Jennifer estaba pensando en abrir su propio negocio. En su juventud, Marbelis jamás podría haber pensado en abrir su negocio propio. Jennifer tiene hoy un abanico de posibilidades que le hace dudar en esa decisión de seguir la carrera deportiva, que antes sería más obvio. La transición se nota más por eso que por las figuras políticas externas.

-Es muy difícil encontrar términos medios para hablar de Cuba. Sin embargo, parece que es lo que te propusiste con tu documental.

-La verdad es que desde que volví de ahí la gente me preguntaba: "¿Qué tal Cuba?". Siento que la gente esperaba una opinión muy en contra o muy a favor, como muy extrema del lugar. Al final, yo sentía que la experiencia era mucho más compleja e iba mucho más allá de un pro-Fidel o un anticomunismo. Es como el ejemplo que di de la madre, que puede estar por su trabajo de toda la vida cantando el Himno Nacional, tener su herencia militar y patriótica, pero en la práctica la cosa es más compleja, y puede ayudar a su hijo a irse del país y querer que su hija sea deportista. Pero a la vez la escucha y la comprende si tiene dudas. Por eso, el afecto familiar es una clave para entender las complejidades de los sistemas políticos. Al final, la política se hace mucho más en la calle que en los discursos de los líderes.

-¿Pensás que esta película refleja a una típica familia cubana con su complejidad y sus contradicciones?

-Es difícil decir que una familia puede dar todo el ejemplo de todas las familias del país, pero yo creo que es interesante porque marca bien los frutos de dos generaciones. Marbelis no tuvo en su momento esas dudas que tiene Jennifer. La cosa parece mucho más clara y sencilla para ella. Jennifer representa bien a su generación. Es peligroso y difícil decir: "Esta es una típica familia cubana". Pero para el recorte que yo quería hacer de Cuba, para el discurso que yo quería hacer sobre las relaciones en el país, se puede decir que la representa.

-Algo que impresiona mucho de la población cubana es su espíritu comunitario. ¿Cómo buscaste reflejarlo en la película?

-Siempre decíamos en la escuela que es un lujo filmar en Cuba porque el código de privacidad es muy particular. Casi como que no hay privacidad, entre vecinos hay una historia de colectividad y de comunidad muy fuerte. Una de las escenas, que era importante que estuviera en la película, era la del “parque del wifi”, donde están todos con sus móviles. Es algo muy particular de ese momento. De hecho, ahora casi no hay porque la gente ahora puede adquirir sus cuentas de wifi particulares. Yo sabía que ese iba a ser un momento muy breve. Entonces, quería tener el testimonio de ese momento. Y marca muy bien la dinámica cubana: están hablando de asuntos que, en teoría, deberían ser a puertas cerradas, y están uno al lado del otro. Una habla de la operación y la anestesia de la hija, otro enseña a la novia embarazada... Y están haciendo todo eso en una plaza. Me parece muy bonito. Ese código de comunidad es muy fuerte.

-La madre y la hija tienen ideas muy distintas pero una conexión muy intensa. ¿Creés que esto refleja metafóricamente el amor de los cubanos por su país y la crítica a ciertas cuestiones del proceso revolucionario?

-En el momento de la edición de la película, estaba "Cuba" en mi cabeza porque era el objeto, pero yo estaba más preocupado con la situación en Brasil porque fue el momento de las elecciones de Bolsonaro y todo eso. Y empecé a pensar en las propias grietas y conflictos de mi propia familia. Yo no quería que la cuestión del contexto político, a través de la intimidad familiar y los roces que hay en estos conflictos, se redujera sólo a Cuba. Eso se puede llevar a cualquier sociedad. Marbelis y Jennifer tienen una diferencia por una cuestión generacional. Pero en cosas que tienen que ver con apoyar a determinado candidato o no a la presidencia se entiende mejor el contexto a través de las relaciones familiares. Por eso no creo que sea específicamente una metáfora para Cuba. Creo que puede ser para cualquier contexto.

-En relación a la técnica, ¿cómo hiciste para filmar sin que la cámara resulte intrusiva?

-El hecho de conocer a Marbelis me ayudó bastante. Creo que hay que desarrollar un tipo de sensibilidad de cuándo puedes estar presente y cuándo no puedes. Incluso, en relación a la distancia, cuándo puedes presionar un poco más y cuándo tienes que cortar, aun cuando no te pidan que cortes. Pero hay que entender que la cámara ahí no debe estar. Es una relación. No hay magia ni trampa o truco. Lo que al inicio del rodaje se hacía más difícil, a lo largo del mismo, se iban acostumbrando. Y, a veces, yo dejaba la cámara e iba a hacer algo con ellas o ayudaba a cargar la nevera, por ejemplo. Yo era parte de la dinámica familiar, aunque yo no esté en la película ni mi voz salga en ella. En la práctica del rodaje no había una posición voyeur de sólo observar sin ningún tipo de contacto. Es fruto de la construcción de la relación de intimidad con ellas.

-¿Es un documental narrado con las herramientas de la ficción?

-No hay nada guionado, no hay diálogos escritos ni escenas creadas desde cero. Todo está basado en acciones que ellas hicieron. Pero sí hay un ordenamiento de la sucesión de hechos de una manera que sigue un arco dramático, donde una cosa lleva a la otra. Hay puntos de giro. Intenté ordenar esa cotidianidad en un arco más tradicional de ficción, pero no creo que en cuanto a la construcción de la escenas.