En cartel

Aunque sus puertas permanezcan cerradas desde mediados de marzo, cantidad de salas de cine de Estados Unidos han logrado convertirse en fenómeno viral. Gracias a sus marquesinas, dicho sea de paso, donde han comenzado a proliferar mensajes con guiño cinéfilo que ponen una pizca de humor a la crítica situación actual. “En cartel: Contagio. Próximamente: Un cheque de 1200 dólares en el correo”, se leyó durante semanas en el Lake Theater & Café de Oregón, cuyo dueño reacomodó recientemente las letritas para pasar recomendación de un film que nunca pudo estrenar: “Retrato de una mujer en llamas es bárbara. La pueden ver en Hulu”. “Las copias online palidecen en comparación a la experiencia en sala, pero me pareció divertido usar nuestra marquesina y no apelar únicamente al humor negro”, explica su propietario, Jordan Perry, entrevistado por el New York Times. Diario que recoge numerosos ejemplos de la mentada tendencia: en Vancouver una cita de Volver al futuro emperifolla otra sala devenida sensación advirtiendo las serias repercusiones de salir del hogar, retuiteada la imagen por el mismísimo Michael J. Fox. Las líneas finales de Matthew Broderick en Ferris Bueller's Day Off (en Argentina, “Un experto en diversión”), un clásico de John Hughes, iluminan desde la fachada de un cine de Minneapolis: “¿Todavía estás aquí? Se acabó. Vete a casa. Vamos”. Otros propietarios han apelado a distorsionar levemente los nombres de cintas para dar la simpática nota, diciendo que “proyectan” películas como La red de distanciamiento social, No hay encuentros cercanos de ningún tipo, Con lugar para débiles… Al parecer, uno de los mensajes más populares, que se repite a lo largo y ancho, proviene de una entrañable cinta menor: Bill y Ted, de 1989. Marquesinas yanquis han tomado la recomendación de la dupla fumona para proponer a los transeúntes que “sean excelentes el uno con el otro”. Una aventura alucinante, de por sí.  

Ingenioso híbrido

“Siempre hemos dicho que el programa tenía algo de novela gráfica, con su gran antihéroe en el centro de la escena y villanos secundarios al estilo Gotham. Si se piensa, fue una decisión bastante orgánica que incluyésemos animación”. Así explican los creadores de The Blacklist, Jon Bokenkamp y John Eisendrath, la atípica variación que presentó este laureado thriller de acción protagonizado por James Spader en su último episodio. Sucede que, cuando los estudios paralizaron los rodajes a causa de la pandemia, el equipo estaba a mitad de las grabaciones del capítulo 19 de la séptima temporada. Tenían previsto rodar 22, pero con pequeñas variaciones en el guión, podía el 19 oficiar de cierre. Así y todo, al carecer de suficiente metraje para montarlo, tuvieron que apelar a la ocurrencia, y así fue cómo tuvieron su eureka: mezclar las imágenes de acción real ya rodadas con animación al más puro estilo cómic. Híbrido que, según detallan, requirió trabajar a contrarreloj durante cinco semanas, durante las cuales “el elenco grabó todos los diálogos en forma remota durante la cuarentena, apañándose en armarios o baños para lograr un audio de calidad. Audios que luego fueron enviados a nuestro equipo de posproducción en Los Ángeles, mientras animadores de Londres y Atlanta trabajaban a todo trapo en dar forma a lo que quedaba de guión. En resumidas cuentas, una experiencia muy virtual en varias zonas horarias, donde hubo que actuar con mucha rapidez y fluidez para completar el show”. Aunque aclaran que fue una solución de emergencia, no descartan volver a valerse del recurso en la venidera temporada, ya confirmada. “No sabemos las limitaciones que habrá de aquí en adelante, así que estamos abiertos a nuevas ideas”, subrayan, a la par que siguen recibiendo todo tipo de comentarios de la audiencia estadounidense, que vio el capítulo los pasados días. Algunos, celebrando semejante ocurrencia frente al parón obligatorio; otros, extrañando a un Spader de carne y hueso, irremplazable, a su fanática consideración.

La ventana indiscreta

Dos años después de la muerte de Sylvia Beach en 1962, la Universidad de Princeton adquirió cajas y cajas de archivos de quien fuera fundadora de la mítica librería parisina Shakespeare and Company; primera editora, además, de la novela Ulises de James Joyce. Un vasto, vastísimo acervo que, de un tiempo a la fecha, la institución ha estado digitalizando en pos de ponerlo a disposición en distintas iniciativas en línea. Pues, tras mucho procesar y escanear, está ¡por fin! activo el Shakespeare and Company Project: sitio web que permite pispear históricas tarjetas de préstamo, garabateadas por empleados de la tienda, de algunos de sus más asiduos y célebres clientes; léase Gertrude Stein, Ernest Hemingway, Aimé Césaire, Simone de Beauvoir, Jacques Lacan, Walter Benjamin… “Es una ventana a la capital francesa durante la era del jazz que revela los hábitos de lectura de la Generación Perdida”, se relame el medio inglés The Guardian que, cuchicheando los documentos online, ha dado con que, en 1925, décadas antes de que escribiera El viejo y el mar, Hemingway retiraba las memorias de Joshua Slocum, Navegando en solitario alrededor del mundo… Más de 90 títulos tomó prestados el autor de la librería: desde la autobiografía de PT Barnum hasta El amante de Lady Chatterley, de DH Lawrence. “Lacan retiró un libro sobre la historia de Irlanda mientras leía el Ulises de Joyce. Claude Cahun, bajo el seudónimo Mademoiselle Lucie Schwob, hizo lo propio con títulos de Henry James. Stein leía novelas de fantasía…”, recuenta Joshua Kotin, profesor de Princeton, director del proyecto. Si bien reconoce que la lectura es una actividad privada, íntima, y dar acceso irrestricto al material invita al cotilleo, sabe también que es una manera de entender la genialidad de grandes luminarias del siglo 20. “Por fortuna, Sylvia Beach era muy cuidadosa, bordeando lo obsesivo, con sus registros”, se regodea el varón detrás del suculento chiche. Una herramienta que no solo sirve para quitarse la espinilla de la duda y conocer qué libros entretenían a personajes como Jean Genet, Louis Aragon o Marcelle Auclair, la cofundadora de revista Marie Claire: también viene bien para tomar los datos como sugerencias y emular sus lecturas, ¿por qué no?