Las cuarentenas y confinamientos ganaron protagonismo en todo el mundo, e incluso aquellos países donde hubo dudas acabaron recluyéndose en mayor o menor medida. Se ha hablado de prioridades sanitarias o económicas, de continuidad educativa o no, de pérdida de empleo e incluso de las angustias que provoca la incertidumbre. Han hablado periodistas, funcionarios y especialistas, pero poco se ha oído la voz de les jóvenes. Ese sector de la población que se describe como agazapado, a la espera de saber qué pasará con sus vidas, atajando tareas escolares o cursadas universitarias .

¿Qué tienen para decir? Desde el NO quisimos ir a buscarles para darles voz pero también para aprender de elles. Si la pandemia dejó claro que el mundo no estaba preparado, es hora de oír a les jóvenes, ver qué sienten y saber qué opciones quisieran en diversos ámbitos de sus vidas. Para hoy y para mañana.

Que se rompió la rutina, que temen no recuperar el contacto, que los matan a tarea, que padecen la falta de sexo y de contacto con amigos. Que los sacude la incertidumbre laboral y económica, que son carne fácil para el empleo precario –por el asesinato de Franco Almada y contra la precariedad, hoy hubo una marcha de jóvenes en el Obelisco–. Que la angustia y la ansiedad se mezcla con denuncias sobre injusticia social, sobre sensibilidad ambiental, sobre todo el mundo tal cual es. Y en el medio: las videollamadas y el sexting. La tecnología da, la tecnología quita.

 

EZEQUIEL V | 22 años, estudiante de Derecho, vive en CABA con sus padres

 

No me gusta la virtualidad: a veces me da ansiedad y angustia. Extraño muchísimo salir de casa. Estaba acostumbrado a lo comunitario, a pasar mucho tiempo libre fuera, entre amigos, parroquia y novia.

Me levantaba a la mañana, viajaba en colectivo, iba a la facultad, volvía y dedicaba las tardes a estudiar, a leer y escribir cosas de investigación o a realizar actividades pastorales. Un día normal mío ahora es estar sentado frente a la computadora con clases y videollamadas.

No sé cómo será la nueva normalidad, pero le tengo cierto temor. Por aquellos que no tienen techo, comida ni trabajo, por los pibes que no se pueden educar, por los que se hundirán en la miseria si no transformamos esta realidad.

Y porque esta nueva normalidad nos aleje, que no podamos demostrarnos afecto como antes, compartir un mate. Temo que las construcciones colectivas se den desde una lejanía física, que la nueva normalidad sea un mundo incluso más deshumanizado que antes. Pero quiero tener esperanza en que esto es una oportunidad para valorar la dignidad de cada persona y la importancia de los lazos de solidaridad.

 

ANTONELLA S | 24 años, productora audiovisual y community manager, vive en CABA con su mamá

Estoy más o menos estable, tal vez con una sobreadaptación al encierro un tanto preocupante. Tengo mis días, extraño a mis afectos, pero trato de paliarlo con las herramientas digitales. Lo que más se sufre es el no tener contacto físico con el otro, pero se trata un poco de concentrarse y no perder la cabeza.

Me está costando mucho enfocarme en cosas que antes no, como leer o escribir, y me mata porque es de las pocas cosas que me despejan. O mirar una película. Leo todo el tiempo gente en Twitter que ya vio como 50 películas o series y yo apenas pude ver tres, ¡y soy audiovisual!

Los trabajadores de la cultura somos uno de los sectores más afectados con las medidas tomadas ante la pandemia, y de los más invisibilizados: detrás de las cámaras hay infinidad de trabajadores. Se suspendió todo y la precariedad, también de los artistas independientes, es desesperante.

Mi visión a futuro es más bien catastrofista. Todos estamos seguros de que esto y lo que se viene es insostenible. Estamos ante una crisis económica mundial inusitada, que viene de hace mucho tiempo, y la Covid vino a agravarla de manera brutal.

No me preocupa la amistad. Sé que estará pese a todo. En el amor muchas veces, al estar lleno de ansiedades y dudas, no verse con frecuencia puede ser terrible. Es lo que más me está costando. Al fin y al cabo, lo que diferencia una relación sexoafectiva de una amistad es justamente el contacto físico y sexual. No solamente lo reduzco al sexo en sí, que como humana también me es necesario, pero también me pasa de extrañar dormir con alguien. A veces despertarse solo y en cuarentena puede ser muy cruel.

 

TATY SANTA ANA | 22 años, productora de eventos culturales, vive en CABA con su mamá

 

No sabemos cómo va a ser el vínculo entre personas o cómo se van a materializar los eventos que hacíamos, por ejemplo de freestyle. No sabemos cuáles serán las consecuencias psicológicas, los miedos, las necesidades, los cambios de consumos. Las competencias pueden ser a través de la pantalla, pero se pierde el calor humano, el cebarse entre los que están.

Mi proyección va hasta fin de mayo. A largo plazo no puedo proyectar porque no sé qué va a pasar. No creo que la realidad vuelva jamás. Esta es otra, transitoria, y cuando se levante construiremos una nueva realidad. Ya sé que hasta dentro de un par de años no voy a tener eventos de varios miles de personas.

La cuarentena la llevo con días mejores, otros en que se acaba el mundo, días en que rezo que esto acabe, emociones y vaivenes. Es recomendable que hablemos con gente que nos pueda bancar o escuchar en los momentos de angustia. Y proponerse hacer cosas. Me hace bien cocinar, comer, tomar vino, hablar con amigas, hacer videollamadas. Trato de hacer algo creativo o nuevo.

El sexoafectivo es un gran tema. Pero es una etapa más. Las que banquen la cuarentena –conviviendo o no– buenísimo. Al finalizar saldrá gente muy activa hormonalmente, con mucha necesidad de contacto sexual y físico; va a ser un shock social para mí. También quizás se deje de hablar de estos temas como tabú para que en el futuro estos vínculos sexoafectivos sean mucho más sanos para ambas partes.

 

EMILIA M | 20 años, estudiante de profesorado, vive en La Plata con su papá

Volví de estudiar un cuatrimestre en Alemania: había renunciado a mi trabajo anterior y estaba en una pileta en la que me dijeron que no me necesitan. Mi preocupación central es el mercado laboral, me parece que es EL tema. Muchos estamos angustiados por tener que insertarnos en el mercado laboral de acá a los próximos años.

Me siento muy sola. Estudiar se hace muy difícil. No hago muchas videollamadas porque me generan muchísima angustia, y se lo escuché también a otres. Extraño el contacto físico: abrazos, besos, mimos. Y el aula, la inmediatez y el contacto. Hay mucha gente (amigues) que esta conociendo a otres a través de apps (Tinder, Happn, Grinder) con la idea de esperar y verse post cuarentena.

Los vínculos se van a transformar: creo que algunas cosas van a volver a la normalidad pero no sé cuándo, y sé que yo no voy a volver a la normalidad.

 

IGNACIO L | 21 años, trabajador de la salud y estudiante de Antropología, vive en CABA con su compañero

 

Es un contexto desafiante. Siento constantemente mi capacidad obstaculizada. O los planes a futuro. Todo está coartado porque no sé cuándo se reestablecerá lo que sea que aflore como normalidad.

Todo lo que tenía en mente se cayó, así que estoy trabajando con investigación universitaria. La situación económica se está haciendo muy cuesta arriba. Nunca había visto una reducción laboral como ésta.

Hay días en que estoy muy bien y otros en los que estoy en la mierda. Desgano, desmotivación. No quiero caer en la trampa productivista de autoexigirme mucho en este contexto. Vengo pensando dónde quiero pasar mi próxima cuarentena... Este sistema es inviable, tendremos que construir muchas cosas nuevas.

Es un virus muy cis y heterosexual, en el sentido de que refuerza los vínculos hegemónicos del patriarcado: la familia nuclear o tradicional, pero también la pareja monogámica. Yo vivía con mis xadres y él solo, y con Marcelo nos animamos a convivir. Esta exclusividad es circunstancial, por fuera de la cuarentena no lo manteníamos, y es un desafío. A las disidencias nos agarró en desventaja, como siempre, pero se hizo más visible: por ejemplo, para compartir obra social.

Y a la vez el virus nos obliga estar encerrades y nos limita esos vínculos con los que decidimos no cohabitacionar. Y hay algo de ideología estatal de que quedarse en casa es lo seguro, cuando por ejemplo en mi caso vengo de un hogar muy violento en el que quedarme hubiera sido imposible.

Hay angustia por la situación laboral, vínculos y demás, pero es una compañía cotidiana. No la pongo debajo de la alfombra. Lo que más sufro es usar el espacio de trabajo y recreación al mismo tiempo, no poder separar eso me cuesta. También me angustia esa idea de que seremos relegados a ser los últimos en salir: no soy trabajador esencial, soy potencial transmisor y la educación presencial está parada.

 

SANTIAGO B | 15 años, vive en la provincia de Buenos Aires con sus padres

Todos me dicen que tengo que sentir angustia, que tengo que sentir esto o aquello. No sé qué puedo decir yo: no siento mucho nada. Me matan a tarea y juego con mis amigos a la Play.

 

CANDELA B | 16 años, vive en Vicente López con sus padres

Mi rutina arranca tipo 10 o antes si tengo videollamada del colegio. Desayuno y ya me pongo a completar lo del cole. A la tarde sigo y hago talleres como inglés particular o actuación. Antes no salía ni a comprar, ahora voy para despejarme.

No sufro tanto por tener días organizados, pero tengo amigos que no hacen nada y están muy desanimados. Sentimos que va para largo, lo hablamos bastante con mis amigas. Extraño hábitos que pasaban super desapercibidos: juntadas tranquis, salir del colegio y hacer algún plan. Y salir de joda, jaja.

 

PAULA | 25 años, trabaja en Sistemas de un banco, vive sola en Palermo

Estoy de home office, ¡hace ya dos meses! Me estoy volviendo un poco loca y como vivo sola lo siento fuertísimo al aislamiento. Se volvió desmotivante tener la rutina de trabajar, ver alguna serie, hacer algún curso...

Me mudé hace tres meses, soy de zona sur (Ezeiza) y la mayoría de mis amigas está en provincia. Pasará mucho tiempo hasta verlas. Todo lo virtual sirve, pero no es lo mismo que pasar tiempo juntas. A todas nos afectó en temas de salud mental.

Me preocupa bastante qué es lo que se viene en el tema económico, más que nada porque tanto mis amigas como yo tenemos a nuestros padres y madres trabajando en negro y es todo muy inestable.

 

FLORENCIA G | 20 años, estudiante de Ciencia Política, retornó a Viedma, su ciudad

 

Se inauguró una nueva rutina: clases virtuales, mucha carga bibliográfica vía PDF, alguna clase de yoga en YouTube y más tiempo en familia del acostumbrado. Pero juego y ayudo a cuidar a mi hermanito de 4 años.

La carga se vuelve mucho más pesada en lugar de flexibilizarse. La idea de que ”no tenemos nada que hacer” incrementa la exigencia a los alumnos, muchas veces sin contemplar el contexto.

En el plano de las amistades, como en muchos otros, todo se virtualizó: cumplí años en cuarentena, soplé velitas y charlé con amigos en una larga videollamada.

El porvenir es tema recurrente en mis reflexiones y charlas con amigos. La conclusión es que el futuro es incierto y no se puede prever. Me imagino que esta situación nos obligará a cuestionarnos la educación, la salud y la informalidad laboral, por ejemplo.

Veo que se acentúa una lógica punitivista: está muy presente el escrache a quien rompe la cuarentena, a quien viajó y no se aisló cuando volvió, sobre todo en comunidades relativamente chicas, como Viedma. También siento muy instalada la idea de que el que nos infecta es el otro, el de al lado, como una suerte de enemistad entre vecinos. Pero no es nuevo, es una continuidad.

Mi generación, o al menos mis amigues, no convive con parejas. A priori, el sexo físico no sucede. Algunes que tienen parejas rompen la cuarentena. Otres implementan el sexting, las fotos sensuales y demás como forma de mantener el “contacto“ y, obvio, como disparador para la masturbación. La virtualidad no reemplaza y además se juega la privacidad, si se difunde o si se reenvía. Es más una suerte de abstinencia antes que un efectivo traspaso a la virtualidad. Pero rescato que es un paso más para sacarle lo tabú al tema sexual.

 

VALENTINA S | 19 años, vive en CABA con su familia

Debería estar arrancando la carrera de Ciencia Política en la UBA, pero la pandemia está atrasando la cosa. Estoy cursando las dos materias que me faltan para terminar el CBC, pero me cuesta sentarme a leer textos académicos. Tampoco trabajo, y me gustaría hacerlo.

La pandemia me agarró sin relación sexoafectiva estable. Mucho de lo que me sucede en los ”días malos” de la cuarentena se debe a la falta de afectividad. Más allá de lo amoroso o sexoafectivo, creo que muches buscamos refugio en las redes sociales, publicamos cosas para que nos respondan y surja una conversación o interacción.

En lo que más estoy pensando es en lo que se viene, no solo a nivel personal sino también social, económico, político, ¡medioambiental! Me da miedo que el futuro sea tan incierto. Me parece que la pandemia nos está alertando sobre un montón de hábitos que tendremos que modificar: los modos de producción y consumo no pueden seguir funcionando como venían. También creo que todo esto evidencia qué es realmente esencial para mover el mundo, quiénes hacen que todo siga funcionando.

Pienso en los trabajos del futuro, en mi generación y sus características tan moldeadas por la tecnología. Pienso en cómo hoy debería valorarse muchísimo más el trabajo doméstico, que supongo que mucha gente está descubriendo recién ahora la cantidad de tiempo que requiere.

Sueño con estilos de vida más comunitarios y solidarios, pero también me angustia sentirlos tan ajenos. Pienso en si va a tener sentido que mi generación siga trayendo hijes al mundo, y aunque trato de ser optimista realmente no sé si vamos a poder hacerlo alegremente.

Cuando se reanude todo, lo cual me parece cada vez más intangible, espero que no nos vayamos olvidando lentamente de todo lo que deberíamos empezar a cambiar.

 

LUCÍA R | 22 años, periodista y community manager

La cuarentena me ayudó para mi trabajo periodístico, pero también soy profe de patín y eso no está funcionando del todo. Daba clases en un club de barrio en Soldati. Intento mantener el contacto por WhatsApp o Zoom, pero es complicado por la situación de las familias y la gran carga de estudio que tienen.

Estoy acostumbrada a entrenar mucho pero en el club o en un gimnasio, no en casa. La rutina y las metas del año dieron un giro de 360° y es muy difícil adaptarse.

Tengo esperanzas de que esto pase y, de a poco, volvamos a la normalidad, pero ya no sé cuándo. Estoy viviendo el día a día. Estamos todos afectados y cada uno responde diferente: algunos se cierran más, otros se abren. El vernos, tomar mate y comer juntos es muy importante en nuestra sociedad, y de la nada se nos cortó todo. Me alejé de mucha gente a veía casi a diario: hablo a de vez en cuando por chat, pero no con la unión de siempre.