Organizaciones sociales y políticas con trabajo territorial en la zona del barrio Saladillo Sur, que integra también el sector conocido como El Mangrullo, se reunieron en una multisectorial para trabajar en conjunto de cara a las necesidades de los vecinos. Las conexiones irregulares de agua y de tendido eléctrico, la falta de cloacas, los basurales sobre el arroyo Saladillo y un desagüe pluviocloacal entre cientos de viviendas precarias acumuladas, configuran la situación que desembocó en esta iniciativa. También preocupa la aparición de casos de leptospirosis, no solo por el agua contaminada sino también por la presencia de ratas en las viviendas. Ante lo que consideran una realidad alarmante, entre asambleas con los vecinos, se busca que aumente la participación en el barrio para que el gobierno Municipal tome cartas en el asunto. "Lo único que recibimos desde hace treinta años son promesas", aseguran.

El panorama del barrio desde uno de los pequeños puentes que cruza el arroyo Saladillo alcanza para percibir la cotidianidad de los vecinos, que implica vivir entre la basura y un desagüe que provoca la contaminación de la costa sobre la cual se amontonan las casas de chapa. Debajo de la Avenida Circunvalación continúan los asentamientos que dejan de manifiesto la extrema pobreza. "Las casas no tiene cloacas, tienen pozos, y cuando viene la crecida se inundan con agua servida. Eso es un foco de contaminación terrible. No se puede creer cómo hay gente viviendo en estas condiciones", dicen desde la Multisectorial.

El espacio está conformado por vecinos, organizaciones sociales y referentes barriales de los concejales del Movimiento Evita, el Frente Social y Popular y el Frente Ciudad Futura. "Básicamente el criterio es juntarnos todos para hacer fuerza. Convocar a los vecinos para que se organicen y decidan un proyecto que contemple las necesidades de todos. Si trabajamos individualmente ningún grupo en particular tiene la suficiente fuerza para abordar las necesidades concretas que se vienen arrastrando hace años", aseguran.

Desde el espacio indican que la presencia más firme del Estado es el centro de salud El Mangrullo pero destacan que se sostiene por el compromiso individual de los trabajadores. "Es la única referencia estatal, pero no puede depender de la buena voluntad de las mujeres que trabajan", dicen. En este sentido, apuntan que no hay un plan de abordaje integral sobre las problemáticas del barrio, y por ende señalan: "No hay política de Estado".

A partir de proyectos presentados por la concejala Celeste Lepratti, El Mangrullo entró en la agenda pública con decretos que encomiendan al Ejecutivo Municipal el mejoramiento de espacios públicos, instalación de alumbrado público sobre uno de los puentes de la zona, saneamiento y limpieza del brazo seco del arroyo Saladillo, entre otras iniciativas. Son decretos aprobados desde febrero a agosto que todavía esperan por su puesta en práctica. Por eso la intención de la Multisectorial es seguir organizándose junto a los vecinos para impulsar un proyecto que atienda estas problemáticas y todas las demás que afectan el día a día del barrio.

Este barrio es uno más de los que pone de manifiesto el contraste que presenta Rosario según sus zonas. Los barrios periféricos permanecen a la espera de políticas públicas mientras otros sectores de la ciudad son el blanco de la mayoría de inversiones que permite el presupuesto local. A pocos días de que el Ejecutivo Municipal pusiera en debate un endeudamiento de más de 200 millones de dólares para invertir en obra pública, desde el barrio manifestaron disgusto. "Cuando tuvimos conocimientos de las obras, vimos que Saladillo y El Mangrullo no están contemplados. El dinero es destinado a otros lugares que no deberían ser prioridad", sostienen.

"No queremos promesas, sino que se incorpore al barrio al proyecto urbanístico", indican. En este sentido, piden que se concreten proyectos con la participación de vecinos. Desde la Multisectorial hablan de una separación del barrio que se vuelve real al haber pasajes y puentes construidos sin permitir el paso de transportes. Entonces, piden un plan urbanístico que no aísle geográficamente los distintos sectores del barrio, puesto que así se conlleva a un aislamiento de la vida social y económica de los vecinos. Para esto es que piden que se tenga en cuenta su participación en el armado de los proyectos que luego se deberían volcar en el barrio. 

Otro aspecto que mantiene en alerta al barrio son los recientes casos de leptospirosis. La precariedad de las viviendas y su cercanía a los sectores más contaminados del arroyo Saladillo dejan a la vista la exposición de niños y adultos al peligro que implica vivir en ese contexto. "Cuando presentamos reclamo en la Municipalidad, la respuesta fue doce cebos para doce casas. Es una burla porque eso no soluciona el problema", sostienen. En este sentido exigen: "Un plan de desinfección, desratización y vacunación para todos los vecinos del barrio". Ya ocurrió en febrero pasado con una seguidilla de lluvias que inundó parte del barrio y provocó la invasión de roedores a numerosas casas de familias. Esta urgencia comprende también un abordaje certero en políticas de salud, no solo para prevenir, sino para intervenir sobre casos concretos de enfermedades transmitidas por esta situación.

Sumado a esta preocupación, el contexto económico profundiza la urgencia de los vecinos del barrio. "Mucha gente se está quedando sin laburo y se vuelcan a la informalidad. La crisis económica se plasma en el surgimiento de ollas populares después de muchos años, y el aumento de la cantidad de copas de leche por semana", explican. Quedó en la historia el barrio que décadas atrás se sostenía a base de los miles de trabajadores del Swift y las decenas de comercios que se montaban alrededor del cotidiano obrero. Hoy la desocupación acecha tanto como la urgencia por mejorar las condiciones de vida de los vecinos. Este sábado se realizó una nueva asamblea en la que, según indican, buscan "poner en palabras todas estas cosas silenciadas".