“Página 12 tiene menos deportes que Para ti”, se decía en aquellos tiempos en que el diario no salía los lunes y le dedicaba una página, excepcionalmente dos, a la actividad deportiva. Por eso me sorprendió la idea de un suplemento diario de cuatro páginas para el Mundial del 90. "Sí, yo voy a ir a Italia y te propuse para que dirijas ese suplemento", me anunció mi amigo el Mulato Daniel Lagares, a fines de abril del 90. Debuté el 1° de mayo, vaya paradoja: esperaba un montón de laburo.

La sección deportes tenía un redactor fijo, Carlos Stroker, un colaborador que iba casi todos los días a la redacción, Pablo Vignone, y otro que alternaba: el entrañable Pedro Uzquiza. Los apellidos dobles de otros dos colaboradores, Ezequiel Fernández Moores y Marcos González Cezer, hacía que pareciéramos más. Eramos una especie de Armada Brancaleone en la cruzada de cubrir un Mundial. Faltaban cinco años para que llegara Internet, diez para Google, no teníamos mucho archivo, las comunicaciones telefónicas no eran sencillas, las notas llegaban por télex, pero nos sobraba entusiasmo y buena onda de las demás secciones del diario para dar una mano. Rep era el ilustrador de cabecera, siempre dispuesto con lo que le pedíamos o se le ocurría, escribían de vez en cuando Miguel Briante, Rudy, Osvaldo Soriano, Juan Sasturain, Claudia Acuña, Jorge Llistosella. Teníamos un televisor de 24 pulgadas del que solían colgarse los más futboleros: Marcelo Zlotogwiazda, Eduardo Blaustein, Carlitos Rodríguez, Susana Viau, Jorge Cicuttin, cuando se jugaba algún partido por la tarde. 


Recuerdo especialmente que éramos una banda, el día del partido contra la Unión Soviética. Vi con Uzquiza, en su casa, la final contra los alemanes; el diario no salía los lunes. Bromeábamos entre nosotros que estuvimos a punto de batir un record histórico: un suplemento diario que no estuvo en la calle el día de la consagración. El último Página/90 (que así se llamaba el suplemento) se publicó dos días después de finalizada la copa. La tapa fue la foto de los jugadores en el balcón de la casa de Gobierno. "Cancha rosada" titulamos .

Página/12 siempre fue distinto y aquel suplemento pretendió ponerse a tono. Procuramos una mirada que trascendiera lo estrictamente deportivo: el Mundial y las mujeres, la música, la economía, el arte, la política, el humor y la literatura (en esas páginas polemizaron Umberto Eco y Tato Pavlovsky). Hicimos notas en los telos, en las cárceles, en los bares, en los colegios, en la calle. Y había una sección (La divina comedia) en la que reuníamos los datos más inverosímiles que iba dejando a su paso el campeonato. La nota principal de cada día siempre estaba reservada a la pluma exquisita de Lagares, el enviado especial quien escribía, además, un diario de viaje que nos hacía sentir parte de sus noches mágicas.

Fue para cada uno de nosotros una experiencia rica, única, inolvidable. Nunca llegamos a conquistar ningún feudo, como en la cruzada de la película de Mario Monicelli, pero disfrutamos de la travesía.