“Si tengo que pertenecer a la familia de la FIFA, prefiero ser huérfano”. Maradona Dixit. El presidente, la serie que hoy se estrena por Amazon Prime Video, es otro de esos hijos ilegítimos del máximo organismo del fútbol mundial. El nudo del relato es el escándalo de corrupción que hace un lustro puso en jaque a la federación entonces presidida por Joseph Blatter y se cuenta a través de un filtro muy reconocible para el espectador local. En sus primeros minutos aparecen postales como el anillo con el “Todo Pasa”, potreros, barrabravas, la cancha de Arsenal de Sarandí, la figura de Bielsa y hasta un calco de Arturo Vidal. La realización, compuesta por ocho capítulos de una hora, implica el desembarco de Armando Bo (El último Elvis y Animal) al universo seriado y con destino asegurado a más de 200 países gracias a la plataforma de streaming. El realizador, además de fichar como showrunner en esta producción internacional (Gaumont, Fabula y Kapow), se encargó de la dirección en la mitad de los episodios.

Vale una aclaración. Si El padrino trata más sobre la transformación de Michael que acerca de Don Vito, El presidente no tiene como protagonista a Julio Grondona (un mimético Luis Margani) sino a quien fuera su protegido en los últimos años en la Conmebol: Sergio Jadue, el inesperado capo del fútbol chileno (interpretado por el colombiano Andrés Parra –Escobar: El Patrón del Mal-). El relato sigue al dirigente de un club pequeño, bastante descarado, suertudo y muy ladino, que pasará a ocupar uno de los asientos VIP del fútbol sudamericano. Bo cuece a conciencia todos los ingredientes de una de esas historias bigger than fiction. Sobres con billetes, encuentros con el FBI, noches en hoteles paraguayos, y dirigentes de alto rango mencionados por su nombre y apellido. “Este caso vino a destrabar algo que hasta entonces era algo normal en ese mundo y como tema tiene un gran atractivo”, asegura el ganador del Oscar por el guion de Birdman. Para el realizador en los inicios del proyecto se decidió ir por la sátira y el desborde. “Fue una decisión clave y no era lo más esperable. Pensás en FIFA Gate… la más fácil era hacer un thriller y salía como trompadas. Pero esto contempla otra mezcla y no sólo de género. Desde las actuaciones, música, imagen y guiones se maneja otro sentido. Todo está alterado por esa decisión. Estoy contento que la serie tenga esa identidad y una voz más allá de que seamos muchos involucrados”, plantea.

-El presidente tiene componentes temáticos, estéticos, de género y tono muy diferentes a los que trabajaste previamente en el cine, ¿buscabas ese nuevo rumbo?

-Sin dudas que quería un cambio. Siempre estuve involucrado con otras variantes: el cine art house, de autor, e incluso lo indie en algún punto. Había pasado por el lado de la comedia con Birdman. Al humor lo siento como algo muy propio pero no lo estaba metiendo en mi carrera. Quería algo internacional bien potente, popular pero no se me hacía fácil encontrarlo. Cuando apareció El presidente, me tiré de cabeza. Es un mundo fascinante y hecho a la medida de lo que quería. Sentí que no había que tocarlo como un típico caso de corrupción sino que había que asumir lo exuberante y excesivo del mundo de los negocios ligados al fútbol. La FIFA es una organización sin fines de lucro (se ríe) y la Conmebol tiene inmunidad diplomática, es como una embajada y la guita que se maneja es enorme. Todos esos condimentos me fueron llevando hacia la sátira y la parodia. No quería que fuera el típico exponente audiovisual que muestra un caso de corruptela latina. Quería jugar con el tema de un modo más entretenido y delirante.

-El hecho está muy fresco en la memoria y la mayoría de los involucrados están vivos. ¿Eso implica un reto narrativo?

-Fue un desafío porque todo el proceso fue muy mediático. Pero antes que la serie se han escrito libros y hecho programas de TV aunque es cierto que se trata de la primera ficción en abordar el caso. Toda la investigación del FBI fue gigante, pero yo no creé este caso: lo crearon quienes estuvieron implicados y está probada su participación. Aprovechamos lo que ya estaba hecho para sumarle todo lo que da la ficción. Claramente hay un tono de parodia pero hubo un desarrollo muy fuerte en los guiones para estar a la altura de este delirio. Los datos, los nombres, los lugares son parte de la vida real, y yo no soy el primero en contarlo. Solamente que lo contamos de un modo diferente

-¿Por qué dirigiste los dos primeros episodios y los dos últimos?

-Fue una decisión dura porque como showrunner estaba involucrado en muchas cosas. La serie tiene un sello y a los últimos dos episodios llegué muy entrenado, contrariamente a lo que es en una película. Acá ya podía jugar con los personajes. Los mejores episodios están al final.

-Luis Margani encarna a Grondona, su personaje es clave y tiene un vínculo muy especial con el de Andrés Parra. ¿Cuál era la búsqueda desde lo actoral y narrativo de esta dupla? ¿Por qué contar la historia desde Jadue?

-Como argentino, claramente el de Julio Grondona era el más complejo. Y no sabía bien por donde ir hasta que apareció Luis. Cuando el director de casting me lo mostró desde el teléfono… ¡uauh! Estaba viendo un documental. Era su imagen, escucharlo, con eso de barrio, viveza criolla, el physique du rol, la ropa que le queda más o menos, camina rengueando, y además está haciendo de Don Julio, que no es un villano per sé. No dejaba de ser un tipo muy pícaro y algo querible. Y en la historia se viene a encontrar con Jadue, que es otro con su tragicomedia encima. Viene de un pueblito pequeño, de un club que no le importaba a nadie, y a los 31 años se convierte en presidente del fútbol chileno. De ahí a juntarse con estos viejos de la Conmebol, a ser un engranaje de la FIFA, darle la primera copa a Chile. Está plagado de éxitos y fracasos. Pero no podría haberse contado sin Andrés Parra. Es de esos actores que te hacen reír y llorar en la misma escena.

-Si El Presidente fuera un mundial organizado por la FIFA, ¿cuál sería?

- El de Italia ’90. Ese quilombo terrible, bien kitsch y con su himno sonando por detrás.