No existen dos culos iguales, y menos en el twerk. Una danza urbana que conecta a las mujeres con el goce a través de la basculación de la cadera: movimiento de rotación hacia adentro y afuera conocido como shake. Los culos son protagonistas en este baile: los glúteos vibran, sudan y se sacuden como maracas pegadas al cuerpo. Culos grasosos, culos con celulitis, culos caídos o gigantes. "Es imposible autocosificarse, eso no existe. Quien cosifica es quien mira. Si yo veo una persona bailar y solo veo un culo soy yo quien está teniendo una mirada machista sobre ese cuerpo", me dice Melisa Mateu, bailarina y docente de twerk que lucha contra el prejuicio de que el twerk es un baile machista. El twerk que conocemos hoy fue mutando tanto con el correr de los años que lo que comenzó en los años 90 con la cultura bounce, en Nueva Orleans, como una danza afroamericana de hombres gays que respondían con el culo a algunas letras homofóbicas del hip hop, visibilizando a la comunidad LGBTIQ, se transformó en un baile entre mujeres. Una transición circular ya que aquel twerk noventoso, donde DJ Jubilee sacudía el culo en el videoclip de su canción Do the Jubilee All, es un desprendimiento de una danza muy antigua originada en África llamada Mapouka. Bailada por las mujeres de la tribu que sacudían los glúteos para manifestar deseos. Entre ellos, llamar a la fertilidad.

La explosión en Latinoamérica llegó en 2013, cuando la ex chica Disney Miley Cyrus hizo pasos de twerk con un culote color piel en el escenario de los MTV Video Music Awards. Sacudiendo y frotando su culo en el bulto del cantante Robin Thicke al ritmo del hit Blurred Lines. Una actuación que escandalizó al público más puritano y generó esa noche en Twitter 306.000 tweets por minuto. Pero también provocó una lluvia de críticas de la comunidad afrodescendiente: una mujer blanca y con privilegios hace la danza del culo frente a millones de televidentes olvidando dónde y por qué nacieron esos pasos. ¿Qué sucede cuando un baile perteneciente a una cultura se descontextualiza y se convierte en negocio y entretenimiento? La palabra "twerk" se agregó al diccionario de Oxford recién en junio de 2015, consecuencia de la popularización que tuvo el término a partir del baile de Miley Cyrus. Sin embargo, en 1993 DJ Jubilee ya cantaba "Twerk, baby twerk, baby, twerk twerk twerk" utilizando el término que tardaría 22 años en llegar al diccionario, recién cuando una chica blanca mostró en televisión los pasos fundamentales de esta danza.

Durante estos 7 años el twerk se multiplicó y se diversificó en Argentina haciéndonos la misma pregunta: ¿cómo bailar y enseñar twerk sin caer en la apropiación cultural? Contando la verdadera historia y propagando las voces originarias de una danza que nace en comunidades violentadas. "Hay que saber de dónde vienen las cosas. El twerk es una danza que necesita reivindicarse en un montón de lugares. Y a medida que se hace más popular corremos más el riesgo de que el capitalismo se la devore", afirma Melisa. Como ella, hay otras referentes del twerk en Argentina que enseñan dónde nació el paso básico del shake, recuperando su sentido emancipador. De esta forma se armó una comunidad local de la danza, con concursos, shows y lugares para tomar clases. La pandemia, lejos de enfriar los músculos, despertó el interés de muchas chicas en aprender a disociar la cadera en cuclillas. Ahora que los culos ya no pueden bailar juntos, las clases son virtuales, ampliando las fronteras de la comunidad.

Comunidad twerkera

Belén Shibre es una bailarina de Sudor Marika que se dedica a bailar y enseñar reggaetón, donde al twerk se lo conoce como "perreo". Luego de formarse con Marithh Améndola (conocedora en profundidad de la historia de estos ritmos) fundó en mayo de 2016 Entrenamiento queer. Un proyecto de baile que, además de consistir en clases regulares, también se adapta al formato de shows nocturnos. "El twerk tiene algo de lo disruptivo en términos sexuales. Son bailes que involucran la cadera y no olvidemos que pertenecemos a un legado de religión católica, atravesadas por la iglesia y sus mandatos en relación a lo promiscuo, lo indebido. Yo creo que el twerk, y más en nuestras comunidades, se utiliza como una apropiación de esa injuria", me cuenta Belén, quien en estos momentos está haciendo su tesis en relación a Entrenamiento queer, teñida absolutamente por la pandemia. 

¿A qué desafíos se enfrentan hoy las docentes y estudiantes de twerk y reggaetón al bailar desde sus casas mirando una pantalla de una computadora o un celular? "El aislamiento social impacta directamente en el cuerpo y más si trabajamos con él de forma explícita como es cuando bailamos. Es difícil, porque hay algo de lo sensorial, de lo emocional que se pierde: el compartir con otres ese encuentro de clase que hoy no existe. El cuerpo queda subsumido simplemente a la ejecución de los movimientos enseñados desde las aplicaciones. La interacción queda condicionada por el contexto, por tener una “buena conexión” de internet, por ver que las personas que están tomando tus clases no estén en alguna “crisis de llanto” o “sin ganas”- producto mismo del contexto. Y mucha gente queda por fuera de estas nuevas modalidades virtuales, porque o no cuenta con una cuenta bancaria o con formas de pago virtuales que nos hace replantearnos la idea de acceso/no acceso a estas actividades. De todos modos es tiempo de generar estrategias para seguir acompañándonos, aunque sea desde una plataforma de clase virtual. Todo lo que ayude a contener esta situación ayuda"

Estefi Spark empezó a dar clases de twerk en 2014, con sus compañeras del cuerpo de baile F.L.O.W. Altas Wachas. Estefi fue una de las primeras mujeres que enseñó a varios grupos de chicas cómo lograr los movimientos de anteversión y retroversión de la cadera. Lo más curioso de la historia es que para esta bailarina que sacudió el culo desde Colombia hasta Rusia sus inicios se dieron a través de internet. "Luego de la actuación de Miley Cyrus, en el mundo de la danza vino una primera camada de bailarinas que, a través de internet, nos hacían llegar la información a quienes estábamos lejos. Como yo. Con mi grupo, F.L.O.W. Altas Wachas, siempre bailamos moviendo el culo pero no teníamos la manera de informarlo y catalogarlo correctamente como twerk. Gracias a ese boom televisivo de Cyrus salieron estas primeras chicas maestras que enseñaban y ponían un poco más ordenada la danza y el estilo. Con una visión mucho más fitness de la que se tiene ahora. La visión no era piola: las chicas que lo practicaban tendían más a un estereotipo Barbie, promoviendo algo más sexualizado y machista desde su lugar. Estos últimos 3, 4 años, y sobre todo acá en Argentina, desde el movimiento Ni una menos se empezó a concientizar a las chicas jóvenes del feminismo. Y con esto también vino un cambio en la mirada del twerk. Defendiendo la idea de que una baila para una y no para el otro. Pero sigue mutando y ampliándose más". El círculo se cierra: hoy es Estefi quien, a partir de la pandemia, enseña a otras chicas a través de internet. "Enseñar hoy transmitiendo por internet es raro. Es una herramienta muy ambigua. Pero está bueno que hoy podés enseñarle a personas que viven muy lejos de tu casa, y que nunca en su vida hubieran tenido la chance de aprender, ni yo de conocerlas. Sin embargo, también deshumaniza bastante el proceso de la danza, porque el 50% es el calor humano, el estar ahí. Extraño el ambiente del salón, el poder ver cómo bailan las chicas, mirarse a los ojos cambia mucho la recepción del mensaje. Veo que la comunidad de la danza es una de las comunidades que más ha podido aprovechar para trabajar desde su casa, y que menos se vio afectada realmente por la pandemia. Es porque la gente necesita seguir moviéndose".

Danzar contra la norma

"Meterme en el twerk hizo que me conecte con el deseo. Antes de bailar twerk yo no había salido del closet, no hacia el mundo sino conmigo misma. No podía aceptar que era lesbiana, no lo veía como una opción y eso me producía mucho dolor. El twerk generó un quiebre en mí, y fue muy liberador. El twerk achica la distancia entre quién soy, el cuerpo y mi deseo", me cuenta Melisa Mateu, quien este año bailó twerk con su clásico mini short amarillo fosforescente en el Centro Cultural Kirchner, en el Día de la Visibilidad Lesbiana. Enseñando coreografías con el tema Plata ta ta, de Mon Laferte y explicando por qué el twerk es una herramienta política. "La danza, como tantos espacios, no se puede correr de la norma. La danza es hetero normativa, por eso es tan necesario mostrar otras sexualidades y afectividades, porque seguimos siendo discriminades. Me pasó muchas veces de ir a tomar clases de twerk y que la profesora me diga ´imaginate que él te agarra de atrás´. Es una situación violenta porque están asumiendo mi heterosexualidad cuando yo soy lesbiana. Esas generalizaciones dañan mucho, porque niegan identidades". Como Melisa no encontró un espacio donde se visibilicen otras sexualidades creó el propio en 2017: Twerk lesbiano. Que ya desde el nombre quede claro que el twerk no está pegado a la heterosexualidad. Melisa inventó pasos de twerk exclusivos: Tijereame, La bajadita, La rueda de la fortuna y Chonga Style. "Me voy a imaginar aquí que tengo el cuerpo de adoración que yo quiera y la idea es que voy a ir bajando sobre ese cuerpo en 4 tiempos", explica a cámara sobre el paso La bajadita. Hoy sus clases las graba desde el living de su casa y las sube a YouTube bailando canciones de Mi$$il o Torta Golosa. "Tijereame es una invitación al tijereteo", aclara entre risas intentando enseñar el paso con la limitación de no tener una compañera para ejemplificar. Lo primero que transmite a las chicas que se acercan a aprender la danza del culo es que el baile es una búsqueda, no un resultado. "Es muy variado el público que viene a mis clases. Muchas veces son personas que vienen de sufrir violencias en otros lugares, por no sentirse incluides por su género, por su sexualidad o cuerpos. O por haber pasado por espacios muy competitivos. También se acercan personas que ya bailan twerk y quieren seguir entrenando, o quieren ser parte de una tribu donde sientan pertenencia".

Belén Shibre fundó Entrenamiento queer por motivos muy similares. "Entrenamiento queer surge desde el deseo individual y colectivo de poner en discusión la heteronorma impresa en la danza en general. En sus orígenes estaba orientada a la comunidad LGBTIQ+ justamente para trabajar sobre una nueva pedagogía más inclusiva. Entrenamiento queer enuncia las problemáticas que circulan con frecuencia en los ambientes de baile en torno a lo que se espera de los cuerpos, de las interacciones y de los mandatos hegemónicos de belleza que tienden a reproducirse, se cuestiona la dinámica y las formas de interacciones meramente heterosexuales". Estefi Spark asegura que el twerk se diferencia de otras danzas porque acepta a novatxs. "La danza es un mundo muy cruel. Tanto las danzas clásicas como las contemporáneas. Hay mucha anorexia, bulimia, mucha tortura y castigo al cuerpo. Y cuando viene una persona con sobrepeso, sin estructura y sin línea, que no estudió durante toda su vida, se lo decreta fácilmente inútil por su imagen. El twerk es opuesto a eso, y si es así se debe a la variedad de profesores que hay en el ambiente, con bagajes personales muy diferentes. No hay una carrera de twerk en ninguna parte del mundo. Somos personas que venimos estudiando danza desde otros lugares y terminamos aterrizando en el twerk. Y esta variedad de pasados (desde la gimnasia hasta las danzas africanas) hace que todo sea más tolerante y divertido. El twerk es un estilo de danza pero también se está convirtiendo en una manera de vivir. De cómo se para frente al mundo, de cómo se mira en el espejo. Amigando la cabeza con el cuerpo. Es una manera de militar nuestros deseos, nuestra sexualidad. Un arma de liberación. Y no hay que olvidar nunca de dónde viene esta danza: las raíces del orgullo negro y del orgullo gay"